Contracción económica, desempleo, inseguridad y errores de la fuerza pública, un cóctel peligroso en un ambiente de polarización y ataque institucional sin precedentes.
Estamos viviendo en Colombia una etapa bastante difícil, originada por varios puntos que de no resolverse, no sabemos con claridad cuál será nuestro próximo destino.
Empecemos por la pandemia, un hecho absolutamente imprevisible, que ha golpeado a la mayoría de los países del mundo y que no tendrá solución real, hasta tanto no se descubra la vacuna y más que se descubra ésta, que llegue el momento en que se pueda usar y aplicar a todas las personas de manera masiva en todos los países y continentes.
La pandemia en Colombia, a pesar de las medidas que ha tomado el gobierno tanto nacional como los gobiernos regionales, ha dejado, además de las pérdidas y afectaciones importantes en salud y vidas humanas, un número muy grande de empresas quebradas en las distintas áreas de la economía.
Los más afectados han sido los negocios del sector turístico y de entretenimiento como los hoteles, transportadores aéreos y terrestres, restaurantes y todas aquellas actividades que se desarrollan como dependientes de este sector. Pero más allá de estos sectores específicos, de manera generalizada muchas empresas han tenido que prescindir de sus empleados, en menor o mayor proporción, con la tristeza de perder talento muy valioso y personas que hacen la cultura, reflejan la misión y exitosamente dirigen la visión de sus negocios. Como desenlace de esta situación, podemos observar que el desempleo que ha dejado la pandemia es de más de 5.000.000 de personas llegando las cifras generales de desempleo a un total de 15.000.000 de desocupados, cifra altamente alarmante.
En adición a lo anterior, la inseguridad que hoy se vive en la mayoría del territorio nacional es muy preocupante y en algunos casos angustiosa. En este frente no solo se trata de un aumento de los delincuentes comunes fruto del desempleo, el hambre y la inmigración proveniente de países fronterizos con mayores dificultades, sino que también se trata de los grupos de alzados en armas tanto guerrilleros como los vinculados al narcotráfico, que en su afán de controlar zonas del territorio, han llegado a presentar mayores delitos como las masacres de los últimos días. Si a esta situación le añadimos las muertes que por errores de personas dependientes de la fuerza pública se han presentado y que han tenido como consecuencia la indignación de la opinión pública, el ambiente no podría ser peor.
Pero como si lo anterior fuera poco, resulta altamente preocupante que este escenario de contracción económica, desempleo, inseguridad y errores de la fuerza pública, que ya de por sí constituyen los ingredientes de un cóctel bastante peligroso, los mismos se empiezan a mezclar en un ambiente de polarización y ataque institucional sin precedentes.
En este contexto es inconcebible la actitud de autoridades como la Alcaldesa de Bogotá, que ha resuelto disparar desde adentro de la administración contra la policía, olvidando que es ella como Alcaldesa, según la norma constitucional, la jefe de policía de la capital de la república, motivando a la ciudadanía con su actitud y palabras, a las protesta donde se produjo la destrucción de más de 56 CAIS de la policía y el atraco y saqueó de muchos locales comerciales. Si bien la policía necesita de una serie de reformas que se hacen necesarias a la mayor brevedad, por la evolución y cambios que se han dado a través de los años, debe quedar muy claro que son las personas las que cometen errores, que son las personas las que deben recibir el castigo de la justicia y que nuestras autoridades no pueden sobre la base de errores de ciertas personas afectar la institucionalidad que tanto requiere nuestro país.
Otro ejemplo de liderazgo inadecuado en contra de las políticas de Estado y el necesario fortalecimiento de nuestra institucionalidad lo vemos en materia de paz, donde el país sigue tratando el tema como una política de gobiernos de turno y no como una política de Estado, como debe ser. En este tema ver como de una orilla ideológica a otra se usa la paz para fines politiqueros, o tener que registrar asesinatos de líderes sociales o de exguerrilleros que se acogieron al acuerdo de paz, o incluso presenciar como en el marco de la justicia transicional los líderes de las FARC niegan que en sus filas guerrilleras tenían menores de edad, es un verdadero absurdo y es un insulto al país y a la comunidad internacional, que debilita fuertemente el acuerdo firmado y hace muy poco factible que se logre una paz sólida y duradera.
Como se observa no solo estamos ante retos inmensos en lo económico y social, sino igualmente enfrentamos un escenario de gran de inestabilidad política e institucional que exige una posición clara de nuestros líderes. Con tristeza lo que uno ve es que en la gran mayoría, por no decir que en todos los casos, hay una ausencia de liderazgo y no hay conexión con la ciudadanía ni los hechos que suceden.
Se hace urgente, si es que no queremos llegar pronto al fondo del abismo, un liderazgo para ponerle orden al descuadernamiento, como diría el doctor Carlos Lleras Restrepo, que estamos viviendo. El tiempo se nos está agotando y la velocidad de las protestas de inconformidad es mayor, la mayoría de las cuales se están manipulando con intereses políticos oscuros y sin ningún compromiso con la el futuro de nuestra patria.
Hoy lo que se necesita es la unión de todas las fuerzas tanto políticas como económicas del país y en especial de sus líderes, para hacerle frente a todas las dificultades que estamos viviendo incluido el choque de trenes entre las ramas del poder público y los ataques contra la institucionalidad.