En el béisbol, a veces ¡Sí! pero ¡No!

Una temporada de fantasía de los Cascabeles, pero una final de sensación para los Vigilantes. Una marca pocas veces vista.

Vigilantes de Texas. (Imagen: MLB – VBM).

Siempre se ha dicho en el béisbol, como axioma, que el equipo que batea es el que gana … o también, el que no batea, no gana … ¿Hasta dónde eso es verdad?

Digamos que esa tesis en términos generales, es por lo regular, de total aceptación. Sin embargo, y aquí vienen los peros, no todas las veces se comprueba que con el bateo tienes ganados los juegos.

Acaba de suceder en la final de la Serie Mundial, tras una temporada de fantasía de los Cascabeles de Arizona y una final de sensación para los Vigilantes, que esperaron 62 años para ganar el codiciado título del Clásico de Otoño.

Los Cascabeles se clasificaron compartiendo el último comodín de la Liga Nacional, con los Marlins de Miami, con 84 ganados y 78 perdidos, y lo hicieron, con una tenaz lucha sobre la fase final de la campaña; mientras que los Vigilantes llegaron igualmente por la vía del comodín de la Liga Americana, al concluir empatados con 90 ganados y 72 perdidos con los Astros de Houston, que se llevaron el título de la división Oeste, por haber ganado la contienda particular entre dichas novenas.

Los Vigilantes batearon para 263, ocupando la primera casilla de la Liga Americana en esas estadísticas, con 233 cuadrangulares y 865 carreras remolcadas; en tanto que los Cascabeles lo hicieron con 250 en el bateo para ser séptimos en la campaña regular de la Liga Nacional, con 166 tablazos de circuito completo y 706 carreras impulsadas, por lo que para los críticos y entendidos, los de Texas eran favoritos para llevarse la corona de Otoño desde antes de iniciarse la gran final, teniendo en cuenta la actuación de las novenas en la temporada regular.

¡Sí!, pero… ¡No!

La derrota no estaba cantada, y tampoco podía asegurarse que, por los numeritos de los campeones de la Liga Americana, todo quedaba definido a su favor. Por lo menos se esperaba que la Serie Mundial pudiera llegar a 6 partidos. Y no fue así.

Los Vigilantes liquidaron el clásico en 5 partidos, ganando 4 y perdiendo 1, pero de los 4 triunfos, 3 fueron en plan de visitantes, para sumar 11 victorias jugando en casa de sus rivales, lo que representa una nueva marca pocas veces vista: ganar en la postemporada todos los juegos de visitantes.

Pero volviendo a lo que es el béisbol, y lo que corresponde al Clásico de Octubre, analicen esto: los Cascabeles batearon más que los Vigilantes, 270 de promedio — 47 indiscutibles en 174 turnos — contra 218 —38 imparables en 174 turnos; despacharon 10 dobles con 7 de sus contrincantes; ambas divisas conectaron 1 triple en la gran final, pero fueron superados en cuadrangulares, con 8 estacazos contra 3.

Recibieron 11 bases por bolas contras 5 de sus rivales, 19 de sus bateadores abanicaron la brisa contra 24 de los Vigilantes; se estafaron 7 almohadillas frente a 1 de los nuevos campeones mundiales del béisbol de las Grandes Ligas.

Entonces, ¿cómo se puede afirmar que el que batea más debe ganar en el béisbol? Pues sí, desde el punto de vista táctico, eso es lo normal; pero no desde punto de vista del juego, porque aún cuando sumes más inatrapables en un partido si no produces las carreras cuando hay oportunidad en hacerlas, pues el que no las hace, las ve hacer. Simplemente es así, y el béisbol no es tan lógico como parece.

Las estadísticas

Los Cascabeles dejaron 34 hombres en circulación y en siete ocasiones, nada más y nada menos, no produjeron carreras en los juegos tres, cuatro y cinco, cuando más las necesitaban; mientras que los Vigilantes dejaron en la ruta a 30 corredores, pero fueron oportunos en remolcar carreras en todas las ocasiones en que requerían tomar ventaja.

Esa fue la gran diferencia entre los Vigilantes y los Cascabeles. Aprovecharon todas las oportunidades para fabricar anotaciones, mientras que los campeones de la Liga Nacional, inexplicablemente, no batearon de manera oportuna para empujar las carreras que, eventualmente, le hubiesen dado mejores resultados.

Pero en el detalle de costurero de esta Serie Mundial, a los Cascabeles les hizo falta un tercer brazo de fortaleza para la rotación, algo que los Vigilantes pudieron manejar con más propiedad, sobre todo si se tiene en cuenta que su estelar abridor, Zac Gallen no pudo ganar ninguno de los dos partidos en donde actuó en la Serie Mundial, y el novato Jordan Pfaad, lució bien, pero fue castigado con aquél cuadrangular de Corey Seager con Marcus Semien en circulación, para sellar el triunfo 3 carreras por 1, en el tercer desafío.

Cascabeles de Arizona. (Imagen: Getty Images – VBM).

Y cómo no recordar el primer juego de la gran final, cuando Corey Seager empató el tablero con jonrón de 2 carreras en el noveno y lo definió el tablazo del cubano Adolis García en la undécima entrada.

Vale la pena citar que en el quinto partido, jugando en casa, los Cascabeles desperdiciaron 3 grandes oportunidades para fabricar carreras, en el primero, en el tercero y en quinto episodios, cuando tuvieron opción de tomar ventaja ante la formidable actuación de Gallen, quien tenía ‘’amarrada’’ a la artillería visitante, y en las tres ocasiones, dos cuando bateaba de Tommy Pham y una, con el turno del cubano Lourdes Gurriel Jr., fallaron.

Y si sumamos la ligera indecisión del asistente técnico de la tercera base de los Cascabeles, Tony Perezchica, en el corrido de las bases de Christian Walker cuando lo envió al pentágono, después de pensarlo e intentar detenerlo en la ‘esquina caliente’, con el imparable de Tommy Pham en la segunda entrada del tercer juego, cuando fue fulminado por el jardinero derecho cubano, Adolis García, quien hizo un potente y certero tiro al plato con el inatrapable conectado por Tommy Pham, intentando anotar sin tener en cuenta el poder del brazo del guardabosques, hay que aceptar que las cosas no les salieron bien a los campeones del Viejo Circuito.

Bruce Bochy, en cambio, contó mal que bien con Max Scherzer como tercero en la rotación, que fue apoyado por Jon Gray en momentos en que, por lesión, tuvo que abandonar el campo de juego, precisamente, en ese tercer desafío, que fue definitivo en las aspiraciones de los Vigilantes, cuando también perdieron al formidable toletero cubano, Adolis García, por otra lesión.

Los lanzadores de los Cascabeles marcaron 4.08 de efectividad contra 4.21 de los Vigilantes; los abridores con 3.24 contra 3.65 carreras limpias por juego; pero en cambio, no fueron sólidos los relevistas, que estuvieron superados por los campeones, con 4.84 de efectividad contra 5.06 de la divisa de Arizona.

Con porvenir

Desde el 2001 los Cascabeles no llegaban a la Serie Mundial, cuando la ganaron por primera y hasta ahora única vez, venciendo a los Yanquis de Nueva York, con aquel inolvidable batazo corto al bosque central Luis ‘Gonzo’ González frente a una oferta del inmortal Mariano Rivera, para dejarlos tendidos en el campo, en el séptimo y último juego; pero esta novena que tiene en sus manos Torey Lovullo, esperándose que continúe como capataz, tiene un buen futuro.

Con un puñado de 7 jugadores con promedio de edad por debajo de los 25 años — con Zack Gallen, el venezolano Gabriel Moreno, los dominicanos Geraldo Perdomo y Luis Frías, el mexicano-americano Alek Thomas, Brandon Pfaadt y Corbin Carroll —, Lovullo debe estar tranquilo con el inmediato porvenir de la novena.

Ciertamente los Cascabeles dejaron de batear en los momentos en que más lo necesitaban para fabricar carreras, cuyos ‘’bates se enfriaron’’ cuando nadie lo esperaba. Pero eso ocurre sobre todo cuando en frente se tiene a lanzadores de muchos pergaminos y experimentados, como Nathan Eovaldi, Jordan Montgomery y Max Scherzer, para apenas citar los tres brazos de la rotación final de los hoy campeones de la Serie Mundial, sin contar con el trabajo intermedio del cubano Aroldis Chapman y del cerrador dominicano, José Leclerc, con los que los Vigilantes de Texas pudieron superar todos los escollos que encontraron en la temporada, en la ronda de comodines, en la vuelta divisional, en la serie de campeonato y en el propio Clásico de Otoño.

Los Vigilantes fueron oportunos con su ofensiva; su defensiva fue contundente en cruciales momentos fabricando los dobles outs necesarios para detener el ataque de los Cascabeles, y su cuerpo serpentinero se comportó a la altura de las circunstancias cuando fue necesario.

¿Por qué creen que pudieron ganar sus 11 partidos como visitantes? No fue solamente frente a los Cascabeles que los Vigilantes impusieron su ley, lo hicieron ante los Rayas de Tampa, los Orioles de Baltimore y los Astros de Houston. De tal manera, que los Cascabeles perdieron frente a un aguerrido y batallador club como el que representó a Texas, que después de 62 años, ganaron, ¡por fin!, el título de la Serie Mundial.

Si tu equipo batea, tienes buenas posibilidades de ganar, pero hay que sumarle una buena dosis defensiva, buen recorrido de las bases y brazos de gran capacidad para ganar el Clásico de Otoño. Pero eso no lo puedes conquistar si el bateo no es oportuno y eficaz para producir carreras, y menos, si tu cuerpo de relevistas da ventajas en las partes finales de los partidos.

Por eso sí es bueno tener ofensiva, pero no siempre eso decide el juego del béisbol. Los otros ingredientes hacen parte del conjunto de cosas que se necesitan para poder triunfar. Y en especial, en una serie tan corta, partiendo de cero y en donde cualquier cosa puede suceder. Eso acaba de ser demostrado: los Cascabeles batearon más que los Vigilantes, pero no ganaron la Cita de Otoño.

Los Vigilantes son los campeones de la Serie Mundial, pero los Cascabeles fueron buenos rivales y seguramente que vendrán por más, si mantienen esa nómina que hoy tiene y si conservan y desarrollan el juego ‘’pequeño’’ — el robo de bases, el toque de bola para avanzar sus corredores, el elevado de  sacrificio para remolcar carreras — que los caracterizó en todas sus presentaciones este año.

Un sexto juego hubiese sido fantástico, para más emociones y buen béisbol, pero los Vigilantes no lo permitieron.

Sobre Antonio Andraus

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