“Resucitar, sin haber muerto”, es inexplicable, pero lo estamos experimentando y especialmente los “abuelitos”, que no sabíamos que nos había llegado el fin para actuar, trabajar, pensar e interactuar, “muertos en vida”, como deberían estar ciertos “politiqueros”, pero ese es tema para otra ocasión.
Como en lo personal, me resisto a esa sentencia y todavía me siento con ganas, de hacer y opinar; permítanme amables y tolerantes lectores, exponerles lo que pienso de la forma en que deberíamos afrontar la nueva era.
Apostémosle a la juventud con el apoyo y talante de la experiencia.
Es el momento de ser imaginativos, emprendedores y nosotros los de “la sexta edad”, mentores o tutores de los jóvenes que tengan ideas y ganas de hacer cosas novedosas, con vocación de servicio, para todos, sin distingos de clases, credos, ni razas.
Las circunstancias están dadas, muchos están en cero y otros con incipientes recursos. De ahí la importancia de obrar en equipo.
Como la pandemia nos dejó de herencia; el desempleo y el hambre, debemos afrontarlos con decisión y firmeza, asociándonos para producir comida, estableciendo la seguridad alimentaria, para nuestro entorno y el resto del mundo, que también lo está padeciendo.
Volver a “la tierrita mijito”, ella si la tratamos con cariño y la cuidamos, nos retribuye con creces, dándonos los frutos de lo que le sembremos.
El gobierno juega un papel preponderante, sin regalar nada, sólo poniendo su infraestructura (si existe), de talento humano, recursos y logística, para si lo desea, hacerse socio de las empresas: pequeñas, medianas y mayores y hacer parte del gran equipo productivo.
Nosotros somos privilegiados, tenemos un país con todos los climas, sin estaciones, con mares, ríos y montañas, hermanémonos con ella, y de mano con la naturaleza nos convertiremos muy pronto en la despensa del universo .Soy un convencido de ello.
¿Será que estoy “soñando despierto”?