Al mediodía de este jueves, 8 de Septiembre, el mundo conoció la noticia sobre el fallecimiento de la Reina Isabel II de Inglaterra, a la edad de 96 años y 70 de liderazgo. Todos los medios de comunicación del mundo registraron a la misma hora (12 del día) la información, basados en la BBC de Londres.
Las siete décadas del reinado de Isabel II estuvieron marcadas por su fuerte sentido del deber y su determinación por dedicar su vida al trono y a su pueblo.
Para muchos británicos, la monarca fue el único punto constante en un mundo que cambiaba rápidamente a medida que la influencia de Reino Unido declinaba, la sociedad se transformaba y el papel de la monarquía se ponía en entredicho.
Su éxito en el mantenimiento de la monarquía en tiempos tan turbulentos fue aún más notable si se piensa que en el momento de su nacimiento el trono no era su destino.
Elizabeth Alexandra Mary Windsor nació el 21 de abril de 1926, pero como hija mayor de Alberto, el duque de York, y Elizabeth Bowes-Lyon, no estaba en línea directa para convertirse en reina.
Su padre era el segundo hijo del rey Jorge V. El heredero era el primogénito David. En esos años, su sobrina Isabel soñaba con ser «una mujer de campo con muchos caballos y perros».
Cuando Jorge V murió en 1936 David llegó a trono como Eduardo VIII.
Sin embargo, la mujer que este eligió como esposa, la estadounidense Wallis Simpson, quien era divorciada, fue considerada inaceptable para la monarquía por motivos políticos y religiosos, lo que provocó una seria crisis en palacio.
A finales de ese año, Eduardo VIII decidió abdicar a favor del padre de Isabel, un hombre tímido y nada atraído por la vida pública, quien a regañadientes se convirtió en Jorge VI.
En un clima de tensión creciente en Europa, el nuevo rey y su esposa se dispusieron a restaurar la fe en la monarquía. Su ejemplo no se perdió en su hija mayor, quien como heredera inesperada comenzó a prepararse para un día ceñirse la corona británica.
Tanto ella como su hermana, Margarita, nacida en 1930, fueron educadas en casa y crecieron en un ambiente familiar amoroso. Isabel tenía una relación muy cercana con su padre y desde muy pequeña mostró un gran sentido de la responsabilidad. Ya antes de convertirse en primer ministro, Winston Churchill dijo sobre ella que poseía «un aire de autoridad asombroso en una niña».
Pese a no ir a una escuela formal, Isabel se hizo experta en idiomas y estudió detalladamente historia constitucional. Para que conviviera con niñas de su edad, el palacio creó un grupo especial de scouts: la Primera Compañía de Buckingham.
Esos años de aprendizaje estuvieron marcados por un evento que involucró a toda la nación: la Segunda Guerra Mundial.
De esta época se recuerdan particularmente sus mensajes de esperanza a los niños británicos y su escapada de Buckingham Palace, al término del conflicto, para celebrar con la multitud en las calles londinenses. También su enrolamiento en el Servicio Territorial Auxiliar, donde aprendió a conducir y reparar camiones.
Ella y su hermana fueron acompañadas en el recorrido por uno de los cadetes, su primo tercero, el príncipe Felipe de Grecia.
No era la primera vez que se veían, pero fue la primera vez que se interesó en él. Su romance inició unos años después, con un intercambio regular de cartas e invitaciones a compartir con la familia real cuando estaba de permiso en la Marina.
Cuando Isabel puso en su tocador una foto de Felipe vestido en su uniforme naval, todos supieron que la relación iba en serio.
Pero tuvieron que enfrentar una serie de obstáculos. El rey se mostraba reacio y el príncipe griego tuvo que vencer la oposición de algunos cortesanos que no aceptaban su linaje extranjero.
Finalmente, los deseos de la pareja prevalecieron y contrajeron matrimonio el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster.
El duque de Edimburgo, título otorgado a Felipe desde ese momento, continuó con su carrera naval y fue destinado a Malta, lo que significó que, al menos durante un tiempo, la pareja pudo disfrutar de una vida relativamente normal.
Su primer hijo, el príncipe Carlos, nació en 1948, y dos años después llegó la princesa Ana. Andrés y Eduardo nacieron en 1960 y 1964, respectivamente.
En enero de 1952, Isabel, con 25 años, y Felipe ocuparon el lugar del rey y la reina en una gira por África.
A esas alturas, Jorge VI padecía cáncer de pulmón en fase terminal, provocado por toda una vida de fumar en exceso.
El monarca, desobedeciendo los consejos médicos, fue al aeropuerto a despedirlos. Fue la última vez se vieron. La pareja estaba en Kenia cuando llegó la noticia de la muerte del rey e Isabel regresó inmediatamente a Londres, ya como la nueva reina.
«No tuve un período de aprendizaje. Mi padre murió demasiado joven y todo se produjo muy repentinamente», recordaría tiempo después.
Una nueva era
Su coronación en junio de 1953 fue televisada y millones de personas la vieron. La reina tenía en ese momento 26 años.
Reino Unido aún sufría la austeridad de la posguerra y los analistas vieron la coronación como el amanecer de una nueva era isabelina, recordando a Isabel I, quien reinó por 45 años hasta comienzos del siglo 17.
La Segunda Guerra Mundial sirvió para acelerar el fin del Imperio Británico, y para cuando la nueva reina emprendió su primera gira como monarca en noviembre de 1953, muchas de sus antiguas posesiones, incluida la India, se habían independizado.
A lo largo de los años 50, las antiguas colonias y dominios se unieron en la nueva Mancomunidad británica, que mantuvieron lazos de distintos grados con la Corona británica.
Convencida de la importancia de su papel como la mejor embajadora de su país, Isabel II viajó durante décadas por el mundo, visitando a gobiernos extranjeros o haciendo de anfitriona de jefes de Estado.
Como monarca constitucional,siempre se tomó con seriedad su derecho a consultar, aconsejar y advertir, pero nunca trató de sobrepasarse. Sabía que era jefa de Estado, pero no de gobierno.
Varios primeros ministros le reconocieron un gran manejo de información, al punto que Harold Wilson (dos veces primer ministro) dijo —al retirarse de la política— que el mejor consejo que le podía dejar a su sucesor era que «preparase bien su tarea» antes de la audiencia regular que mantienen los gobernantes con la reina.
De la monarquia a la familia real
A partir de los años 60, y alentada por su esposo, la reina comenzó a introducir cambios para adaptarse a los nuevos tiempos en que la sociedad británica y su actitud hacia la monarquía habían cambiado. En ese contexto, poco a poco el término la monarquía fue reemplazado por el de la familia real.
A finales de esa década, Buckingham decidió que era necesario mostrar la vida del palacio de una manera menos formal y más cercana. El resultado fue un documental de la BBC en que la familia aparecía realizando actividades normales que nunca antes se habían exhibido en público: una barbacoa, la decoración del árbol de Navidad, padres e hijos dando un paseo.
Algunos críticos dijeron que las imágenes destruyeron la mística de la realeza, pero sin duda el film contribuyó a aumentar el apoyo a la monarquía.
En 1977, el Jubileo de plata fue celebrado con entusiasmo en las calles. El afecto por la monarquía parecía seguro y gran parte de eso se debía a la propia reina.
Escándalos y desastres
Pero luego llegó 1992.Ese año, una serie de escándalos y desastres comenzaron a afectar a la familia real.
Los matrimonios de tres de sus hijos, Andrés, Ana y Carlos terminaron en separaciones y en noviembre un gran incendio afectó al castillo de Windsor, la residencia favorita de la reina.
Parecía el símbolo de una casa real en problemas. Poco ayudó la disputa pública sobre quién debería pagar las reparaciones: el contribuyente o la reina.
Isabel II describió 1992 como su annus horribilis. Lo que siguió fue igual de complejo, especialmente por la constante cobertura de los tabloides de los roces de la finalizada relación entre Carlos y Diana.
En un discurso pronunciado en ese tiempo, Isabel II insinuó la necesidad de tener una monarquía más abierta a cambio de medios de comunicación menos hostiles. «Ninguna institución, ciudad, monarquía, lo que sea, debería esperar estar libre del escrutinio de aquellos que le dan su lealtad y apoyo, sin mencionar a los que no lo hacen», afirmó, «pero todos somos parte del mismo tejido social y ese escrutinio puede ser igual de efectivo si se hace con una medida de gentileza, buen humor y comprensión».
Luego, el Palacio de Buckingham se abrió a los visitantes como forma de recaudar dinero para pagar las reparaciones en Windsor y se anunció que la reina y el príncipe de Gales pagarían impuestos sobre los ingresos por inversiones.
Isabel II: Reina del Trono
Isabel Alexandra Mary, oficialmente Isabel II, por la Gracia de Dios, del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus otros reinos y territorios Reina, Jefe de la Mancomunidad, Defensora de la Fe, (nacida 21 de abril de 1926, Londres, Inglaterra), reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte es el título oficial de la soberana más longeva que había regido los destinos de esta nación de más 64 millones de habitantes, desde el 6 de febrero de 1952 y hasta este jueves 8 de septiembre, a sus 96 años, rompiendo todos los récords como la monarca más longeva de su país y del mundo.
Ya en el año 2015 había superado a la Reina Victoria con el reinado más largo de la historia británica. Su larga vida abarca casi un siglo de historia nacional y mundial, desde va desde antes de la Gran Depresión hasta la era del covid-19.
En estas siete décadas, Isabel II cumplió, sin cuestionar, el mandato impuesto desde su nacimiento de “vivir para servir”, como lo aseguran sus biógrafos. Fue testigo y partícipe de las decisiones políticas y económicas más importantes no solo de su país, sino de la geopolítica mundial, tras la Segunda Guerra Mundial.
Con una imagen de hablar pausado, caminado rápido y mirada franca, la soberana gobernó los destinos de millares de súbditos, pero también de su prolífera propia familia, incluidos sus cuatro hijos, ocho nietos y 12 bisnietos.
Desde que accedió al trono, en tiempos de la decadencia del poder imperial de la Gran Bretaña hasta el fin de su reinado, Isabel II se granjeó un halo como matriarca de generaciones de británicos, que la vieron como símbolo de estabilidad.
Preservó la popularidad de la monarquía, sorteando las imparables y amenazantes transformaciones tanto en política, economía y cultura. Con su talante y estilo, consiguió que dar un tono de poder a su reinado, pese al papel menos formal como `Jefe de Nación’ de la ‘monarquía constitucional’, donde la capacidad de hacer y aprobar leyes reside en un Parlamento electo.
Por el despacho de Isabel II en el Palacio de Buckingham pasaron catorce primeros ministros, desde el Winston Churchill, el hombre que lideró el triunfo en la guerra, pasando por Margaret Thatcher, la famosa “dama de hierro”, hasta Liz Truss, a quien le pidió que formase Gobierno tras ser elegida líder del Partido Conservador, en sustitución de Boris Johnson, que dimitió el pasado mes de julio.
De todos, la misma Isabel II mostró fascinación con Churchill, a quien consideró como su mentor y amigo durante sus primeros años regentando a los británicos.
La renuncia del tío
Isabel nació un miércoles 21 de abril de 1926 a las 2:40 la madrugada. Corrían los duros años de austeridad y decadencia del Imperio Británico, tras la devastadora Primer Guerra Mundial o ‘Gran Guerra’, como la denominan los historiadores contemporáneos.
Su destino como soberana lo marcó uno de los escándalos de amor de la realeza que pusieron a tambalear la Corona británica.
Isabel era la hija mayor del príncipe Alberto, duque de York, y su esposa, Lady Isabel Bowes-Lyon. Como progenitora de un hijo menor del rey Jorge V, la joven Isabel tenía pocas perspectivas de acceder al trono.
La entonces princesa de 10 años, poco entendía lo que significaba que su tío, Eduardo VIII (luego duque de Windsor), el entonces rey del Imperio de la Gran Bretaña, abdicara para casarse con una plebeya divorciada y para más veras actriz estadounidense, Wallis Simpson.
Con ese gesto de amor, que ha inspirado miles de películas de cine, cambió la línea de sucesión y abriendo el camino hacia lo que sería el futuro reinado de Isabel II.
Fue una mujer integra, fuerte como ninguna, intachable, que sufrió mucho, pero pocas veces lo demostró, ni se quejó de su destino. Fue el jueves 11 de diciembre de 1936, cuando la pequeña vio a su padre, el príncipe Alberto, convertirse en el rey Jorge VI y ella a la heredera de la Corona.Casi automáticamente, los sequitos de la Corte comenzaron a prepararla como futura soberana de los británicos.
La educación de la princesa fue supervisada por su madre, quien confió a sus hijas a una institutriz, Marion Crawford. Las enseñanzas de historia estuvieron a cargo del famoso Clarence Henry Kennett , quien luego sería rector del aristocrático y exclusivo Colegio de Eton, del cual ha salido una veintena de los primeros ministros.
Se contagió del jubilo popular
En los años de incertidumbre de la Segunda Guerra Mundial, se asegura que Isabel y su hermana menor, la Princesa Margaret Rose, pasaron gran parte de su tiempo a salvo lejos del bombardeo de Londres y separadas de sus padres, viviendo principalmente en el Castillo de Balmoral en Escocia y en el Royal Lodge, Windsor y el Castillo de Windsor.
Sin embargo, en octubre de 1940, la princesa Isabel de 14 años transmitió un mensaje a los evacuados en el programa de radio La hora de los niños, instándolos a tener valor.
A la edad de 19 años, la princesa Isabel se unió al Servicio Territorial Auxiliar (ATS, por sus siglas en inglés) y se formó como conductora y mecánica con el rango de Segundo Subalterno. Cinco meses después, fue ascendida a Comandante Junior, que era el equivalente a Capitán.
Tal vez el episodio que la habría marcado más, de cara su futuro como reina de los británicos, ocurrió en el atardecer del jueves 8 de mayo de 1945, cuando se declaró el fin de la guerra.
Su padre, el Rey la Familia Real hicieron ocho apariciones en el balcón del Palacio de Buckingham para reconocer a la multitud reunida en los alrededores. Los historiadores aseguran que Isabel y su hermana Margaret se escabulleron del palacio y participaron en secreto en las celebraciones callejeras del fin de la guerra.
Tras la primera gira real post guerra a Suráfrica en el año 1947, se anunció su compromiso con su primo lejano, el teniente Felipe Mountbatten de la Royal Navy, antes príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca. El matrimonio tuvo lugar en la Abadía de Westminster el jueves 20 de noviembre de 1947.
En vísperas de la boda, su padre, el rey Jorge VI, confirió al novio los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. Se instalaron en Clarence House en Londres. Tenía 21 años cuando se casó con Felipe, de 26 años, con quien mantuvo una firme relación durante 74 años hasta su muerte del duque en abril de 2021.
Su primer hijo, el príncipe Carlos (Charles Philip Arthur George), nació el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham. Le siguieron Ana, nacida en 1950, Andrés en 1960 y Eduardo en 1964.
Ya para el año 1951, en medio del declive de la salud del Rey Jorge VI, la joven princesa y su esposo, dieron sus primeras incursiones representando a la Corona a nivel nacional y luego en giras internacionales, incluyendo Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia.
Un reinado temprano
Pero, fue en la africana Sagana, Kenia, donde los
tomó la noticia de la muerte del Rey. Era un miércoles 6 de febrero de 1952.
Isabel, ahora reina, voló de
inmediato a Inglaterra. Los primeros tres meses de su
reinado, el período de pleno duelo por su padre, transcurrieron en relativa
reclusión.
En el verano, después de mudarse de Clarence House al Palacio de Buckingham, asumió los deberes rutinarios del soberano y llevó a cabo su primera apertura estatal del Parlamento el 4 de noviembre de 1952.
Pero su coronación solo se realizó el martes 2 de junio del año siguiente en la Abadía de Westminster. Se trató del primer evento de este tipo en la historia, televisado en blanco y negro.
Isabel II visitó unos 117 países alrededor de los seis continentes. Con lo que se le considera la monarca más viajada, al haber cubierto al menos 12 millones de kilómetros, que la llevaron a lugares como la Yugoslavia comunista del mariscal Tito, pasando por los Estados Unidos del presidente George W Bush y el vaticano de papa Francisco en el jueves 3 de abril del 2014.
Según el biógrafo de la realeza, Robert Lacay,la Reina le dio a la corona una vida que nadie esperaba. Al contrario, sorprendió al demostrar la fuerza y la importancia de la monarquía, más allá de la función de “desplegar una alfombra de felicidad».
Según el biógrafo de la realeza, Robert Lacay,la Reina le dio a la corona una vida que nadie esperaba. Al contrario, sorprendió al demostrar la fuerza y la importancia de la monarquía, más allá de la función de “desplegar una alfombra de felicidad».
El “annus horribilis”
En sus siete décadas como monarca, la reina parecía cada vez más consciente del papel moderno de la monarquía, permitiendo, por ejemplo, la televisión de la vida doméstica de la familia real en 1970 y tolerando la disolución formal del matrimonio de su hermana en 1978.
En la década de 1990, sin embargo, la familia real se enfrentó una serie de desafíos. En 1992, un año al que Isabel se refirió como el “annus horribilis” de la familia real, el príncipe Carlos y su esposa, Diana, princesa de Gales, se separaron, al igual que el príncipe Andrés y su esposa, Sarah, duquesa de York.
Además, Ana se divorció y un incendio destruyó la residencia real del Castillo de Windsor.
Asimismo, mientras el país luchaba contra una recesión, aumentó el resentimiento por el estilo de vida de la realeza, y en 1992 Aunque estaba exenta personalmente, la soberana aceptó pagar impuestos sobre sus ingresos privados.
La separación y posterior divorcio (1996) de Carlos y la inmensamente popular Diana erosionaron aún más el apoyo a la familia real, que algunos consideraban anticuada e insensible. Las críticas se intensificaron después de la muerte de Diana en 1997, especialmente después de que la Reina inicialmente se negó a permitir que la bandera nacional ondeara a media asta sobre el Palacio de Buckingham.
Tratando de pasar la página, la Reina buscó presentar una imagen menos sofocante y menos tradicional de la monarquía. En 2002, Isabel celebró sus 50 años en el trono. Como parte de su «Jubileo de Oro», se llevaron a cabo eventos en todo la Mancomunidad de excolonias británicas, incluidos varios días de festividades en Londres.
Las celebraciones se vieron algo disminuidas por la muerte de la madre y la hermana de Isabel II a principios de año.
A partir de la última parte de la primera década del siglo XXI, la reputación pública de la familia real se recuperó, e incluso el matrimonio de Carlos en el 2005 con Camilla Parker Bowles encontró mucho apoyo entre el pueblo británico.
En abril de 2011, Isabel dirigió a la familia en la celebración de la boda del príncipe Guillermo de Gales, el hijo mayor de Carlos y Diana, y Catherine Middleton. Al mes siguiente, superó a Jorge III para convertirse en la segunda monarca con el reinado más largo de la historia británica, detrás de la Reina Victoria.
Tratando de pasar la página, la Reina buscó presentar una imagen menos sofocante y menos tradicional de la monarquía. En 2002, Isabel celebró sus 50 años en el trono. Como parte de su «Jubileo de Oro», se llevaron a cabo eventos en todo la Mancomunidad de excolonias británicas, incluidos varios días de festividades en Londres.
Las celebraciones se vieron algo disminuidas por la muerte de la madre y la hermana de Isabel II a principios de año.
A partir de la última parte de la primera década del siglo XXI, la reputación pública de la familia real se recuperó, e incluso el matrimonio de Carlos en el 2005 con Camilla Parker Bowles encontró mucho apoyo entre el pueblo británico.
En abril de 2011, Isabel dirigió a la familia en la celebración de la boda del príncipe Guillermo de Gales, el hijo mayor de Carlos y Diana, y Catherine Middleton. Al mes siguiente, superó a Jorge III para convertirse en la segunda monarca con el reinado más largo de la historia británica, detrás de la Reina Victoria.
También en mayo, Isabel hizo un viaje histórico a Irlanda, convirtiéndose en la primera monarca británica en visitar la República de Irlanda y la primera en pisar Irlanda desde 1911. En 2012, Isabel celebró su «Jubileo de Diamante», que marcó 60 años en el trono. El 9 de septiembre de 2015, superó el reinado récord de Victoria de 63 años y 216 días.
Cuando, el príncipe Felipe se retiró oficialmente de la vida pública en agosto de 2017, la misma Isabel II comenzó a reducir sus compromisos oficiales, pasando algunos deberes al príncipe Carlos y a otros miembros de alto rango de la familia real.
Aunque fue un golpe fuerte para la Reina la
renuncia del príncipe Enrique, duque de Sussex, y su esposa, Meghan, duquesa de Sussex, a sus roles reales en marzo del 2020, a la
soberana no le tembló la mano para firmar la exclusión de la pareja de sus
privilegios monárquicos, aseguran conocedores de la Corona.
Ese talante se volvió a sentir en abril del 2021 con la muerte del duque de Edimburgo, su esposo por casi
74 años. “Él ha sido, simplemente, mi fuerza y mi permanencia todos estos
años”, así se expresó la monarca.
Nadie en su familia hacía nada sin antes contar con
la venia de Isabel, quien favoreció
la simplicidad en la vida de la corte, además de estar al día de los negocios
del gobierno, de los deberes tradicionales y ceremoniales. Y así hasta su
último día. (BBC News).