Por: Antonio Andraus Burgos
Las innovaciones en el béisbol, están llegando tan rápidamente, que su velocidad asombra a los expertos y los técnicos.-
Estamos en el comienzo del Tercer Milenio, y en el segundo siglo de actividades del béisbol, un deporte que, con el transcurrir de los tiempos, se ha ido expandiendo de tal manera, que ya en rincones en donde hasta hace poco era totalmente desconocido, su práctica se está erigiendo en más que popular, en una fuente deportiva de altos ingresos y de muchos aspirantes de cualquier punto cardinal del mundo, de pertenecer a la nómina de un equipo de la Gran Carpa.
La era moderna está llegando sobre el béisbol de manera abrumadora, a pasos agigantados, especialmente si se compara con esta actividad, 20 o 30 años atrás, cuando se establecían parámetros, quizás hoy completamente revaluados, o por lo menos, con conceptos distintos y totalmente más técnicos y precisos, gracias a las matemáticas y a la tecnología, algo bautizado como la sabermétrica, han pasado a ocupar segundos planos, mientras que otros tantos, emergen como necesidades imperiosas y de manera concluyente.
Un lanzador relevista podría ser el cerrador de un juego hoy pero al día siguiente se utilizaba a otro, sin que existiera un formato para conocer su verdadero trabajo en la nómina; la formación deportiva y atlética con bastante énfasis, hace parte de la vida cotidiana del pelotero moderno, evitando que la cintura exhiba exceso de grasa, como se veía y admiraba en Babe Ruth. Eso hace parte de la historia, porque ahora, los jugadores saben que para rendir más y mejor sobre los diamantes, sin necesidad de recurrir a la utilización de elementos extra deportivos, basta con una buena alimentación, una dosis adecuada de preparación física, de concentración y de muchos sacrificios, a cambio de que después de los 40 años o un poco más, vendrá la época de la dicha, la distracción, la dedicación a la familia y a olvidarse de todas las limitaciones de su pasado, cuando en las cuentas bancarias hay suficiente respaldo económico para disfrutar sana y alegremente de la vida, si es que el dinero limpiamente ganado, se ha sabido manejar con prudencia y tacto.
El cuarto bate de una novena, en cualquiera parte del mundo, era considerado como el hombre más importante a la ofensiva del equipo, sin discusión alguna, hasta hace apenas tres o cuatro décadas atrás. Y algo similar ocurría con el quinto bateador de la alineación.
El tercer bate hoy día
Pero pocos entendidos, expertos y y técnicos hablaban de la importancia de contar con un tercer bate que «proteja el trabajo del cuarto bate» en la ofensiva. O por lo menos, no se le daba la importancia que tiene en los actuales momentos, pues esa tarea en el sentido común, alegre y deportiva por cierto, estaba prevista para el quinto bate, otrora un pelotero que debía llenar muchas de las condiciones y cualidades del cuarto hombre en la alineación regular de cada equipo, o quizás, un poco más de todo lo bueno que reunía el cuarto hombre a la ofensiva.
Pues bien. La era moderna nos está demostrando una cosa diferente. O por lo menos, distinta, cambiando de esa manera el concepto que se tenía. El cuarto bate del equipo sigue siendo el cuarto bate. Algo indiscutible, innegable, o lo mismo que el quinto, pero ahora ambos tienen un peso más ligero en la parte decisiva de la ofensiva, si se le compara con las ejecuciones, calidades y talento que debe mostrar el jugador que ocupa la tercera casilla en la planilla de bateo.
Un tercer bate es tan codiciado que, sin lugar a discusiones, se constituye en el principal pilar en la ofensiva del club, especialmente cuando se cuenta con un pelotero que reúne ciertas condiciones y cualidades, que supera a los demás integrantes de la nómina a la hora de consumir los turnos al bate y en la forma en que el estratega, decide utilizarlo para buscar que su ataque sea más productivo.
Hay muchos ejemplos
Dándole una mirada a las actuales nóminas de los 30 equipos de las Grandes Ligas, se puede colegir, sin temor a equivocarnos, que buena parte de esos peloteros tienen que cargar, con responsabilidad absoluta y de primera mano, con todo lo bueno que se necesita para producir carreras, obligando a los lanzadores a preocuparse más por ellos que en cierta forma, por el cuarto o quinto bateador.
Con hombres en circulación qué difícil es para los lanzadores, enfrentarse a peloteros de la talla de Giancarlo Stanton, de los Marlins de Miami; de José Bautista, de los Azulejos de Toronto; de Chris Davis, de los Orioles de Baltimore; de Freddie Freeman, de los Bravos de Atlanta, o de Paul Goldschmidt, de los Cascabeles de Arizona, para apenas citar a unos pocos que le han dado valor, ¡y a qué precio!, el ser terceros en el orden al bate.
Pero aparecen otros de gigantes del poderío ofensivo como lo son, por ejemplo, Miguel Cabrera, el venezolano primera base de losTigres de Detroit, con una Triple Corona en la Liga Americana, dos títulos de bateo a su haber, quien acaba de acumular 2.000 imparables en las Grandes Ligas, y un bateador siempre, pero siempre, peligrosísimo por donde se le mire con el uso del bate; de Robinson Cano, el segunda base en la nómina de los Marineros de Seattle, después de abandonar la nómina de los Yanquis de nueva York, configurándose como el gran ídolo de su nueva novena con el madero sobre sus hombros; de Joey Votto, el primera base de los Rojos de Cincinnati, que derrocha capacidad de juego frente a cualquier lanzador, y de Evan Longoria, el antesalista de los Rayas de Tampa, formidable jugador que sin tantos bombos ni platillos, ofrece el apoyo contundente con el uso del bate en los momentos cruciales de su equipo, para detenernos en esos nombres que le dan realce y calidad al béisbol de las mayores, y que han elevado los precios de ser terceros en las alineaciones de sus respectivas novenas.
Eso sin tener en cuenta, por diferentes circunstancias, que no valen la pena analizar en esta nota, a jugadores de la dimensión de Albert Pujols, el primera base de los Angelinos de California; del también protector del primer cojín de los Vigilantes de Texas, Prince Fielder, y del venezolano Pablo Sandoval, el tercera base de los Gigantes de San Francisco, todos llenos de virtudes y de poder, para ocupar tan honrosa posición ofensiva en sus equipos.
Combinación de factores
Quienes se dedican a estudiar los aspectos técnicos del béisbol moderno, y en especial el de las Grandes Ligas, sostienen que hoy día el tercer bate de un equipo debe tener contacto continuo con la pelota, ser un hombre de poder para sacar la esférica del parque, saber manejar los tiempos en sus turnos ofensivos; cuando tiene a compañeros en circulación, ser un productor de carreras, bien con indiscutibles, bien como elevados de sacrificio, ora exprimiendo al serpentinero de turno, hasta negociarle, si es el caso, una transferencia; soltarle el bate a lanzamientos buenos o por lo menos, cercanos a las posibilidades de devolverlos a terrenos de nadie, en fin, una suma de condiciones que a diario no se encuentran en todos los jugadores.
Bajo la premisa de que el lanzador rival tiene que pensarlo dos veces, antes de hacer su ejecución para enviar la pelota a su contrincante ofensivo de turno, frente a un bateador de los que hemos citado, en muchas ocasiones la producción de carreras se suman, en un abrir y cerrar de ojos.
Obviamente, y eso hace parte del juego, que en muchas ocasiones ellos van a ser dominados por los lanzamientos que les envían, pero por lo regular, desde el banco de juego, tanto el dirigente general de la novena, como el asistente de los lanzadores, como el resto de la gente que maneja los hilos técnicos del club que está al campo, saben que en el menor descuido, ese tercer bate de la novena contraria, puede causar la diferencia en momentos en que la pizarra necesita moverse, bien para asegurar el triunfo en un desafío, bien para empatar el tablero, o bien para superar un empate, en el tramo final del juego.
La cotización del tercer bate en el béisbol de las Grandes Ligas se valora tanto que, no hay club que no busque, como agua en el desierto, firmar a un jugador que reúna esas condiciones, para ofrecerle una buena solvencia ofensiva a la divisa y ser un productor nato para su equipo, imponiendo la ley del garrote limpio, de esa base por bolas que complique la situación al equipo rival, o ese elevado de sacrificio que permita conseguir la anotación que anhela su divisa, sus aficionados, y desde luego, sus estrategas de juego.
Al béisbol le está llegando el modernismo por todos los ángulos del diamante, y su presencia está haciendo del juego un deleite perfecto para los aficionados, los técnicos y hasta para los propios peloteros.