Las elecciones sancionaron la corrupción y enviaron a los falsos caudillos al cuarto del olvido. Perdieron los paras, la guerrilla, las bacrim y sus secuaces. Perdieron las viejas mañas de quienes creyeron que podían seguir manipulando la opinión de los electores.
Pero quizás, el más derrotado, fue el ex presidente Uribe, que estaba seguro de que podía torcer la voluntad de los colombianos.
Quiso manipular las elecciones en la capital, e imponer el nombre del ex alcalde Enrique Peñalosa. Durante la contienda anterior, cuando era presidente, actuó igual. Violando la ley, intervino públicamente haciendo proselitismo en favor de su pupilo, que sufrió entonces un colosal fracaso. Ahora nuevamente, megáfono en mano, recorrió Bogotá tratando de imponer a Peñalosa. Pero ese apoyo, en lugar de beneficiar al candidato, lo sepultó, porque la gente veía en Uribe, los innumerables escándalos y corruptelas, de la Yidispolítica, AIS, las chuzadas, etc. etc.
Igual suerte sufrieron los otros candidatos que quiso imponer. Estruendoso revés en su tierra natal, en donde triunfaron sus opositores, porque también allí, la gente depositó voto-protesta contra el “hombre del megáfono”.
Creíamos que el duro castigo electoral, hubiera moderado el talante del reprendido en las urnas, pero ocurrió todo lo contrario. No dejó pasar dos días, para salir a la camorra y la trifulca, escogiendo en esta oportunidad al Presidente Santos y su gobierno. Nada le gusta de lo que hace su sucesor, que dicho sea de paso, ha logrado enderezar lo que le dejó torcido. No se resigna a su segundo plano. Parece no entender que ya tenemos otro Presidente, con el respaldo de su pueblo, con otro talante y con pulso equilibrado, que nos coloca en posición envidiable ante el mundo.
Ese afán protagónico que ha perdido, por sus acciones anteriores, quiere recuperarlo atacando a Santos, pero la gente no es boba, no come cuento y ha descubierto el juego sucio. Es el colmo que reclame posiciones y busque que los nombramientos sigan siendo exclusivos de la gente que él considera suya. Censurar, por ejemplo, la designación de Rafael Pardo como ministro del Trabajo, que él en mala hora había eliminado, es una tropelía. Y más grave, que con enredos, busque enemistar a los dos personajes. Definitivamente, la derrota no permite la cordura.
BLANCO: La caída del desempleo a un dígito.
NEGRO: La tutela, que ordena devolver Saludcoop a sus antiguos dueños.
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