Don Tomás Carrasquilla, famoso escritor colombiano durante el denominado «Siglo de Oro», antioqueño por la gracia de Dios, ocupa un lugar privilegiado en mi pequeña pero grande biblioteca, donde están mis mejores amigos, los que viven allí eternamente, en silencio pero muy expresivos.
Y allí está una de sus maravillosas crónicas, que hoy estaría en el primer plano de las noticias de actualidad: Los Toros. Ese espectáculo que se debate entre la vida y la muerte y que es nada menos que un espectáculo de sangre. ¿Deben suprimirse las corridas de toros? Personalmente he sido partidario de su eliminación, lo que no es obstáculo empero, para leer y escuchar los argumentos que las defienden. El título de esta nota pertenece al admirado don Tomás Carrasquilla, a quien se le otorgó el Premio Nacional de Literatura y Ciencias con un diploma firmado por el Presidente de la República Alfonso López y el Ministro de Educación Nacional Darío Echandía, por allá en los años treintas.
«Los toros son las delicias de nestro público y la síntesis de todas sus complacencias «decía el maestro Carrasquilla y luego añadía «…de ahora en adelante merece este entusiasmo el más ardiente aplauso. Los toros, a fuer de grandes y significativos, han sido discutidos. Los más, que son legiones, opinan con el protagonista de la popular zarzuela; a saber: que «el arte de los toros vino del cielo «. Los menos, que son contados, tratan de rebajarlo de tal modo, que hay entre ellos quien los considere como una de las causas de la decadencia hispánica. »
¿De qué lado están ustedes, los lectores de esta nota? Lo agradable es la elegancia con que se refería Carrasquilla a este motivo de discusión. Siempre, la caray el sello, será útil para descubrir la verdad.
Sigue abierta la polémica y Carrasquila afirma: «Esa fiereza de los toros; eso que muchos consideran su cualidad negativa, es lo trascendente del famoso espectáculo. En eso estriba su fascinación irresistible… volamos a los toros como a la miel las moscas… »
Hermosas palabras que sin embargo, en estos tiempos, serían más oportunas, para referirse a los deportes que, hoy por hoy, son universales, y no sólo hispánicos, como el tenis y el fútbol. Es cierto que, en ocasiones, estas actividades son tan feroces como los toros pero no tanto.
«Si esto es así, -se pregunta Carrasquilla- ¿no serán los toros un espectáculo corruptor, inconveniente y vitando? Tal lo juzgan hombres muy sensatos y hasta grandes pensadores. ¿Tendrán razón?»
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Post scriptum: Al final, el maestro antioquefio dice: «Que la fiera no es el toro sino el público taurino, lo ha probado el insigne valenciano».