Creo que definitivamente el peor de los males del país es nuestra indignación – alegría, momentánea.
Atrocidades como lo que sufrió Natalia Ponce de León, nos tocan en lo más profundo del corazón; y reaccionamos, exigimos, nos indignan, pero con el tiempo todo se desvanece y volvemos a nuestra cotidianidad. Como en el caso de Rosa Elvira Cely, y de tantas otras víctimas que día a día mueren o son objeto de los más atroces delitos que se cometen en nuestra «sociedad».
Los políticos y los medios han entendido esto, y constantemente se aprovechan de nuestras «luchas», (de aquellas que más resuenan), solo por un rato, buscando hacernos sentir que están con nosotros, explotando así indebidamente cada situación que creen propicia para ganar audiencias y adeptos. Para “ganar puntos”, especialmente durante las campañas electorales cuando se acerca la hora de “cosechar votos”.
Parece que los únicos que no hemos entendido el «juego», somos nosotros…
Mientras no nos unamos todos y exijamos continua, seria, persistente y vehemente lo que representa nuestro anhelo de tener un mejor país, con mayores penas para los delincuentes; justicia real para cada uno de los atroces actos criminales; responsabilidad y honestidad de nuestros políticos; investigaciones serias y efectivas en cada caso criminal, todo seguirá igual.
Seguiremos «reaccionando» cuando nos toquen el corazón, o cuando dañen a un ser querido, pero no estaremos en capacidad de construir el país que queremos y soñamos si no actuamos unidos contra el mal.
Creo que no hemos entendido que Colombia es asunto de sus ciudadanos, que es responsabilidad nuestra, no la de unos cuantos políticos corruptos e ineptos; no la de los medios de comunicación; no la de la minoría de delincuentes que pululan por nuestras calles, o en alguna instituciones supuestamente respetables…
Mientras nosotros, los ciudadanos, no nos unamos y generemos acciones o iniciativas realmente serias y trascendentes; mientras no entendamos que el poder lo tenemos nosotros, el llamado “pueblo», en este país se seguirá haciendo lo que quiera esa minoría dañina, a la que ni le duele ni le interesa la realidad de nuestra sociedad.
No hay nada más negativo, no hay mayor desatino, que empoderarnos momentáneamente para rechazar las injusticias y desgracias de nuestra Colombia, o de los momentos de gloria de nuestros héroes, y luego olvidarlo.
Con recurrente olvido e indiferencia, sólo estamos generando más oscuridad en el país en el que vivimos y que habitarán nuestros hijos, y nuestros nietos. No hay nada peor que el absurdo de una sociedad adormecida y permisiva.
¿Cuándo vamos a empezar a construir el país que realmente queremos?
No sé, pero cada día que dejamos pasar, el reto se va volviendo más y más grande… Y eso es demasiado grave.