La situación que hemos vivido en los últimos días en Colombia es seguramente la más grave que ha vivido Colombia en este siglo y en más de 75 años, y la misma es fruto de la unión de distintas insatisfacciones y del aprovechamiento que algunos han hecho del momento.
Por un lado vemos como se han unido los promotores
del paro, los estudiantes, los indígenas, los transportadores, los
desempleados, los perjudicados por la pandemia, los inconformes, los
inmigrantes venezolanos, la oposición y, en términos generales, todo aquel que
considera tener una necesidad no resuelta. Pero por otro lado vemos también,
como ciertos grupos han aprovechado el momento de insatisfacción social,
política y económica para perseguir fines ilícitos, de desestabilización y de
afectación del orden público. Dentro de este grupo se visualizan
narcotraficantes, delincuentes comunes, movimientos anarquistas nacionales e
internacionales y fuerzas de la guerrilla del ELN y algunas disidencias de las FARC y milicias, por mencionar solo algunos.
En otras palabras ha sido la mezcla de todo, lo
que ha producido que se presentara lo que, ya no es sólo una crisis para el
gobierno, sino una verdadera crisis en la sociedad, que pone en riesgo la
institucionalidad, la democracia, la economía, nuestra imagen y nuestra visión
como nación.
Aquellos que ya estaban saliendo de la crisis
ocasionada por la pandemia, han caído nuevamente en cuidados intensivos como
consecuencia de los bloqueos y de la acción de los vándalos que tanto daño han
hecho en diferentes lugares del país a los sistemas de transporte, entidades
públicas y bienes privados.
Si se hiciera un inventario
exacto de los daños causados en el país, estoy seguro de que reflejaría una
cifra superior a la que hubiera resaltado de cualquier reforma tributaria
planteada. Y, ¿ qué decir del daño a la imagen y relacionamiento internacional
que ha producido la acción de ciertos grupos políticos ante los organismos
multilaterales y la comunidad internacional que hacen pasar al Estado como un
asesino de manifestantes o promotor de desapariciones? Ahora bien, los agentes
del Estado que hayan cometido excesos y actos repudiables deben ser
investigados y tienen que ser duramente castigados por los entes respectivos.
Es el momento de unirnos todos para que no se siga
terminando con el desarrollo que con tanto esfuerzo había alcanzado nuestro
país, pues de lo contrario ya veremos las consecuencias que vendrán y la
situación económica y fiscal que vamos a padecer. Tenemos que dejar las
posiciones personalistas y egoístas tanto partidistas como sectoriales para
lograr establecer una fuerza compacta que nos saque del atolladero en el que
nos encontramos.
Independientemente de las diferencias, debemos
rodear al Presidente de la Republica y a nuestras instituciones. Llegó el
momento de unirnos para poder dejarles un país a nuestros hijos donde ímpere
las libertades dentro del orden y el estado de derecho que es la base
fundamental de la democracia.
Resolver una mezcla de todo requiere de la unión
de todos, y si bien estamos frente a lo que se conoce como una tormenta
perfecta, está en nuestras manos, en la
unión de todas nuestras manos, evitar que se materialice esta tormenta perfecta.
Llegó el momento en que los dirigentes políticos
que tienen una máxima responsabilidad en este momento sean conscientes que en
lugar de estar trabajando por sus intereses personales, deberían utilizar sus
capacidades de líderes para ayudar a buscar soluciones y sobre todo garantizar
que las expresiones de inconformidad o protesta no se hagan con violencia y no
permitan que quienes buscan la anarquía logren su objetivo. Así como tienen la
capacidad de convocar a sus seguidores, también deberían garantizar que si son
infiltrados por anarquistas, ellos mismos se encarguen de expulsarlos.
Frente a la apremiante
pobreza en la que nos dejó la pandemia, y que está acompañada de un porcentaje
muy alto de nuestra población que no cuenta con posibilidades de trabajo y por
lo tanto de acceso a una vida digna, debemos de inmediato establecer políticas
públicas que permitan fomentar el empleo especialmente en los jóvenes, a fin de
acercarlos a una nueva vida con posibilidades, lo que implica trabajar en un
nuevo contrato social que debe ser compromiso de nuestro líderes, empresarios y
sociedad como un todo.
Hoy necesitamos que demos un paso adelante en las
soluciones y no sigamos en el camino del caos y el anarquismo, pues esto último
lo único que está produciendo es alejarnos de las posibilidades. Los bloqueos,
los destrozos a los sistemas de transporte, el incendio de muchos puestos de
policía y de distintos bienes públicos como privados, son inaceptables y
representan un atentado a los que ya habíamos conseguido.
Yo quisiera proponer que como sociedad nos
pusiéramos de acuerdo en un plan de desarrollo a veinte años, que permita con
visión de corto, mediano y largo plazo, planificar el desarrollo sostenible de
nuestra nación, garantizando por un lado la priorización y solución de las
necesidades sociales y por otro los recursos suficientes para atender con
responsabilidad este gran pacto social.
Llegó el momento de dejar de pensar en planes de
gobierno cuatrianuales para pensar en verdaderas políticas de Estado, bajo un
gran acuerdo nacional que sin desconocer los énfasis naturales de cada gobierno,
permita contar con una agenda estructural en la que todos nos comprometamos a
resolver de raíz los temas fundamentales que requiere nuestra sociedad.