Quién lo creyera: “hecha la ley, hecha la trampa”. Como suele ocurrir en nuestro medio, es imposible controlar los auxilios para los damnificados por cualesquiera de las tragedias que tradicionalmente nos golpean. Desde la explosión en Cali, por allá en los años cincuentas, pasando por los terremotos de Popayán y Armenia, la tragedia de Armero y demás, esas ayudas van a parar a otros bolsillos.
Como dicen en la Costa, “cuando sale el sol para los cachacos, se acaba el desastre”. Y eso está ocurriendo ahora. Salió el astro rey en la capital y se nos olvidó la tragedia en que se encuentran millones de compatriotas que siguen con el agua al cuello. Basta con echar una mirada a Chía, para darnos cuenta de la real situación.
Si nos situamos en La Mojana, departamentos de Antioquia, Córdoba y Sucre, podremos ver la gravedad de la miseria de millares de colombianos, que para sobrevivir, han tenido que convertirse en anfibios. Primero, fueron invadidos por “damnificados especializados”, venidos de zonas aledañas, que los han desplazado, y acaparado las poca ayuda que allí llega. La iglesia católica, que está en la jugada, ha detectado que, en cinco meses, solo se ha entregado un mercado por persona, para las 40.000 familias afectadas por el invierno. A esto se suma la aparición de “avivatos”, que han establecido “peajes” a la población que necesita desplazarse para escapar de las aguas.
En ciudades y poblaciones, la cosa es dramática. Los dineros se entregan a los alcaldes, que los guardan, para cambiarlos por votos en las próximas elecciones, mientras hombres, mujeres y niños, padecen de hambre y desnutrición.
En Barranquilla, por ejemplo, extrañamente se entregaron los dineros de los damnificados a una firma, que posteriormente contrató con almacenes de propiedad de la familia del actual alcalde para que, mediante una tarjeta inteligente, entregara alimentos a las víctimas. Pero sucedió lo que tenía que suceder, como dicen las niñas enamoradas. Los favorecidos, no compran alimentos, sino papas fritas y maní, que luego venden en los semáforos para, con ese dinero, comprar vicio y licor. Contraloría y Procuraduría investigan, porque no se puede permitir, que sigan esquilmando a nuestra gente.
BLANCO: Merecidísimo el homenaje a Yvonne Nicholls, nuestra mejor relacionista de todos los tiempos. Estábamos en mora de hacerlo.
NEGRO: Las irregularidades en el Hospital Militar. ¿Será que la corrupción no respetó nada?
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