Nadie, ni los más jóvenes, ni los entrados en años, podemos ser miopes frente al conflicto armado que vivimos durante casi todas nuestras vidas. Hemos enfrentado las fuerzas armadas con toda suerte de malandros y perversos que han asechado campos y ciudades, por motivos políticos, reivindicatorios, económicos, sociales, o de otra índole, dejando en sesenta o setenta años cerca de un millón de muertos.
Podría decirse que no existe una sola familia colombiana que no haya sentido el peso de estos delincuentes, con un pariente muerto, desplazado, secuestrado o arruinado por la acción de grupos al margen de la ley que actúan dentro del conflicto armado.
Por ello, teníamos que buscar la “Ley de Víctimas”, que con tanto esmero ha venido trabajando, junto con el legislativo, el Presidente Santos. Muchos “palos en la rueda” ha soportado el proyecto ante opiniones, muy respetables, de grupos adeptos al ex presidente Uribe, que consideran que, el término “conflicto armado”, abre un portillo para que se considere que existe un estado de guerra, que equipare a los actuales grupos subversivos, paras y bacrim, con la fuerza pública. Es decir que a los malandros se les podría reconocer el estatus de beligerancia.
Hay muchas tesis encontradas, pero al hervor de las circunstancias, podemos observar otros puntos de vista que nos llevan a considerar, que necesitamos con urgencia, una ley que repare a las víctimas de este “conflicto armado interno” de tantos años, para llegar a una “concordia desarmada”.
Se requiere, cuanto antes, devolver las tierras a las víctimas, que tuvieron que salir de sus parcelas para salvar sus vidas y entregarlas a precios irrisorios, a los violentos, o a aprovechados de esa situación, cuando no las abandonaron a la buena de Dios.
Ya es hora de que cambiemos epítetos y semánticas, para llamar las cosas por sus nombres. Ya, gracias a Dios, pasó la época en que, quienes se apartaran del férreo pensamiento del de turno, eran considerados “terroristas”. Estamos entrando en una etapa que puede resarcir lo que debe hacer un verdadero estado, un cabal gobernante, un integro legislativo y una justa sociedad. No podemos detenernos en una simple palabra, para entorpecer un propósito tan edificante y tan trascendente.
BLANCO: La Feria del Libro, que bate todos los record en asistencia.
NEGRO: La omisión de los fallos de los tribunales, que trata de hacer el Procurador.
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