Colombia besa el cielo

Por: Rufino Acosta Rodríguez

Hace 24 años (Italia 1990), un dramático empate con gol de Fredy Rincón le dio a Colombia su primera clasificación para octavos de final en un mundial de fútbol.  Alemania era el rival y estaba cargado de pergaminos. Esta vez  el pasaje llegó a la ansiada instancia con victoria sobre Costa de Marfil, en uno de los juegos de fibra fina de Brasil 2014. No era para menos. Representan a los elefantes y pisan duro. Fue casi como besar el cielo. Una pareja casi de imberbes, que se mueve entre los 20 y los 23 años,  dio el pincelazo individual de una obra de arte que había elaborado todo el conjunto sobre la base de la solidaridad y el espíritu social de quienes quieren que haya pan para todos. Colombia se armó para enfrentar a un duro rival sin renunciar a nada. Fue “táctico”, como dicen los expertos,  apeló al estilo abierto, puso  toque, tuvo pausa, mostró talento, se desbordó en sacrificio y levantó un muro atrás que resultó infranqueable. Solo una jugada de genio, como la que nos ofreció Gervinho, podría haber roto esa estructura de blindaje.  El primer tiempo  se convirtió en un tanteo de poderes. Costa de Marfil apeló a su fortaleza física pero también a la habilidad, el juego rasante y la sorpresa por las puntas. Colombia fue paciente, jamás renunció a su arte y de vez en cuando llevó la zozobra a los predios marfileños mediante el veloz desplazamiento de Juan Guillermo Cuadrado por la derecha, el  impulso de Teófilo por el centro y el pique de James e Barbo por la izquierda. Fue un cero a cero de perfil alto, porque ambos equipos lucharon sin desmayo por romperlo. Ante la majestad de Mario Alberto, a sus 36 años, me toca despojarme de orgullos mal entendidos y guardar cualquier tipo de reserva en el cuarto más alejado. Dejó el alma en cada jugada y le señaló el camino a Zapata, Zúñiga y Armero para impedir que hubiera sangre en la arena. Ospina solo cometió un desliz en su función de portero confiable. Sacó el balón sin fuerza y lo dejó a los pies de un rival. El remate lo encontró bien ubicado.  La sensación de victoria que parecía reinar en el hermoso estadio Mané Garrincha de Brasilia, colmado de compatriotas, le daría paso a hechos concretos en la etapa final. Zokora hacía el papel de Yepes en Costa de Marfil y se batía como león en su área. Yaya Touré y Gervinho hacían una dupla terrible. Colombia, entre tanto, maquinaba en busca del paraíso perdido. Pekerman  supo que podía ganar el encuentro y tiró sus cartas. Renunció al miedo. Entonces apareció el juvenil Juan Fernando Quintero como rescate de Ibarbo, agotado por su tarea defensiva. Zokoro vio tarjeta amarilla. El árbitro inglés Howard Webb se la había perdonado varias veces. Tras una salvada  de Yepes ante error de Armero,  Colombia dio el aviso de que algo tramaba. Un tiro al palo de Cuadrado que alcanzó a rozar el portero fue la antesala, cuando el reloj marcaba los 58 minutos.  Costa de Marfil acudió a su estrella, Drogba, para meter presión, como relevo de Bolly. Vino entonces el estallido. Sobre los 63 minutos, un tiro de esquina que Cuadrado envía a la zona de nadie termina con balón en el fondo de la red, impulsado por cabezazo infernal de James Rodríguez, ante la perplejidad y el desconsuelo africano. Colombia tomaba el control del  juego y del marcador. Siete minutos después, James se roba el balón en la mitad de la cancha y lo pone en los pies de Teófilo, quien a su vez atisba a Quintero por la derecha, le cruza un pase de filigrana y el osado novato lo pone en la esquina del arquero Barry cuando este, desesperado, salía a su encuentro.  Era un 2-0 que dejaba fríos a los marfileños y robustecía el ímpetu colombiano. Pero el saco de las emociones todavía no estaba lleno. Gervinho, de los grandes valores del Mundial, entró por la zona derecha de Ospina, sacó a medio mundo, aprovechó la ausencia de relevos defensivos, y estableció el  1-2 que, a falta de casi 20 minutos, resultaba agobiante. Colombia ya había refrescado la defensa con Santiago Arias (por Armero) y replegaba sus líneas para mantener la estrecha diferencia. Alex Mejía le dio aire al medio campo en lugar del ya agotado Abel Aguilar, de enorme cuota  de sudor. Quintero casi sorprende a Barry con un tiro de larga distancia, cuando lo vio adelantado. Hubiera sido un gol de fantasía. Costa de Marfil quemaba sus naves y Colombia aguantaba hasta el final. Un triunfo laborioso, justo y merecido que alimenta la confianza  tricolor y avala la promesa de José Pekerman de hacer “un gran mundial”. El amarillo, azul y rojo ya se cuenta entre los primeros que aseguran su presencia en octavos. Pagó el tiquete y la incógnita radica en conocer si será primero o segundo. Para eso, Japón está en la mira. El samurái sigue en guerra.

Sobre Rufino Acosta

Periodista y abogado. Se inició en el programa Deporte al Día, de La Voz de Santa Marta, en 1960. Trabajó con El Informador de la capital del Magdalena entre 1961 y 1964. Fue corresponsal de El Espectador en 1964 y desde 1965 hizo parte de la redacción deportiva en Bogotá, hasta su retiro en 1998. Estudió Derecho en el Externado de Colombia (1965-1969). Afiliado al CPB y Acord Bogotá.

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