Por: Rufino Acosta Rodríguez
Claro que eso de las victorias morales no le gusta a nadie. A veces lo toman como insulto, una especie de consuelo de tontos o clásico contentillo, sobre todo si se aplica la teoría bilardiana de que ganar no es lo primero sino lo único. Puede ser cierto, para qué pelear, pero no sé como rendirle mejor homenaje al equipo australiano que estuvo a punto de causar un sismo escala 7 en el Beira Rio de Porto Alegre ante Holanda. Fue uno de los buenos juegos del Mundial 2014 por el derroche de energías, riqueza técnica e inclusive errores propios del fútbol. Se impuso el representante de los Países Bajos por 3-2, pero debe admitirse que bastante le caro le costó ante la tenacidad y el vigor de los oceánicos. Un gol que nace de mala decisión del defensa central Wilkinson, de ir detrás de Robben casi a la mitad de la cancha, le dio a Holanda la sensación de que pasaría de largo, tal cual lo hizo sobre España. El hábil delantero zurdo emprendió una cabalgata, se hizo inalcanzable, buscó su ángulo y se la cruzó al portero Ryan. Eso fue a los 18 minutos y hubo estallido naranja en las tribunas. Quizás llegamos a pensar que se venía otra andanada y pobre Australia. Algo que los canguros no tardaron en desvirtuar. Solo habían pasado 4 minutos más cuando desde la derecha le llegó un largo pase al artillero Tim Cahill y éste, sin pensarlo, le pegó como venía para anotar uno de los tantos más hermosos del torneo. Caramba, esto va en serio, diría el escéptico. ¿Qué se hizo aquella aplanadora que sepultó a España? Australia no se conformó y arreció en sus ataques con la osadía de quien tiene poco que perder y mucho que ganar. Lástima, para ese equipo, que Bresciano hubiera desperdiciado un servicio de Leckie a los 30 y este tampoco fuera efectivo a los 31. Holanda se veía acorralada y parecía sometida al impacto del asombro por el ímpetu del rival. El cierre de la etapa tuvo un episodio dramático con la noqueada del holandés Bruno Martins tras un encontronazo con Tim Cahill, quien recibió tarjeta amarilla y le dijo adiós al torneo. Martins fue sacado en camilla para recibir atención médica y en su lugar entró Memphis Depay, a la postre uno de los valores claves del equipo de los hombres que le ganaron la lucha al mar. Para estos momentos todavía se extrañaba en Holanda el aporte de Sneijder, y Robin Van Persie seguía sin mostrar su talento. El panorama fue variando poco a poco en el complemento, aunque nunca se perdió la intensidad del partido. Van Persie recibió amarilla y se perderá el encuentro del próximo lunes ante Chile. Una mano de las que poco se sancionan le abrió la vía a otro susto para Holanda. El árbitro argelino Djamel Haimoud creyó que era procedente cuando el balón le pegó en el brazo a Janmaat y ordenó el castigo. Jedinak recibió el regalo y dejó sin posibilidades al portero Cellissen. Lo cierto es que el cultivo de la naranja siguió su proceso y por fin volvió del ostracismo Robin Van Persie para zurdazo de su estilo que puso las cosas 2-2. Se jugaban los 58 minutos y habían pasado 4 desde el gol de Jedinack. La insistencia de Holanda cobró réditos a los 67, por acción de Memphis Depay para el gol de la victoria, ayudado por la impericia del portero Ryan. Aquí se repitió la historia de que quien no los hace los ve hacer, porque poco antes Australia había tenido dos claras ocasiones de gol. Un triunfo ajustado que premia a Holanda más de la cuenta. El tulipán estuvo a punto de marchitarse pero se salvó y tiene un pie adentro. Australia salió del Mundial por la puerta principal.