Bob Gibson, ¡talento y capacidad de juego!

La leyenda de las serpentinas de los Cardenales de San Luis, deja una historia llena de hitos y marcas para el béisbol de las Grandes Ligas.

Bob Gibson (Imagen: Séptima Entada)

“Era talentoso, muy competitivo, todo un guerrero en la lomita”.

Las palabras fluyen de uno de los más grandes lanzadores de los años 60 y 70, como lo fue Jim Palmer, el ícono de las serpentinas de los Orioles de Baltimore, al referirse a un inmortal como él, Bob Gibson, el gigante de Omaha, Nebraska, quien se fue el pasado 2 de octubre de este mundo, a sus 84 años de edad.

El hombre desafiante desde el montículo, el lanzador que hacia respetar el uniforme de los Cardenales de San Luis, el ébano de una época dorada de esa novena en donde su nombre siempre era pronunciado con respeto y admiración, cuya semblanza y trayectoria quedó claramente definida, al ser integrante del equipo del Siglo XX en las Grandes Ligas.

De Bob Gibson se dirán muchas cosas, quizás todas muy buenas, y muy pocas malas, porque se paseó por todos los estadios de la Liga Nacional de su época, como un fenómeno desde la lomita de los sustos, con una inmensa calidad que nadie podrá negar, probando su fortaleza tanto en los momentos fáciles de un partido, como en aquellos en que, retorciéndose del dolor – como cuando en una ocasión que siguió en un partido con una pierna fracturada -, manteniéndose en el montículo para intentar darle un nueva victoria a su amado equipo.

“Era una leyenda, antes que todo”, confesó Jack Flaherty, el lanzador de las nuevas generaciones de los Cardenales, expresando que en más de una oportunidad, “Bob nos aconsejaba como padre para trabajar duro y hacer del juego una competición con gallardía y dignidad, frente a todos los rivales”.

Figuras irrepetibles

Lou Bock, Mike Shannon, el puertorriqueño Orlando “Peruchín” Cepeda, Curt Flood, el dominicano Julián Javier, Tim McCarver, Del Maxvill, Ken Boyer, Bill White, y hasta el ex-yanqui Roger Maris, armaron con Bob Gibson, Nelson Briles, Joe Hoerner, Dick Hughes, Steve Carlton, Jack Lamabe, Ray Sedecki, Barney Schultz, Curt Simmons, entre otros, la base para que los Cardenales fuese una novena temible en la Liga Nacional.

En la Serie Mundial de 1964 frente a los Yanquis de Nueva York, los Cardenales rompieron un prolongado ayuno de 18 años sin conquistar la corona del Clásico de Otoño.

Fue contra el relevista Barney Schultz y su lanzamiento de “bola de nudillos” que Mickey Mantle, de los Yanquis, conectó un soberbio cuadrangular de línea por el bosque derecho, en el cierre del noveno episodio, del tercer juego de la Serie Mundial, para que los “Mulos” ganaran el desafío 2 carreras por 1, dejando a los Cardenales con los guantes puestos en el terreno de juego.

Cuenta la historia que fue el único cuadrangular en su brillante carrera que anunció Mickey Mantle antes de salir a consumir su turno al bate, cuya anécdota corrió por cuenta y riesgo de Elston Howard, para entonces el receptor de los Yanquis, quien se quedó con los deseos de volver a batear en ese partido.

“Ellie, voy a sacar del estadio lo primero que tire …”, dice Howard que le comentó Mantle antes de consumir el turno, cita que hace el periodista Juan Vené, en su libro Historia de las Series Mundiales.

Con ese tablazo de circuito completo, Mantle sumó 16 “bambinazos”, rompiendo el registro del inolvidable Babe Ruth, que era de 15 jonrones; pero acumuló otros dos estacazos de vuelta completa en esa Serie Mundial, para dejar la marca en 18 cuadrangulares, en la que fue la última Cita de Otoño en la que actuó el inmortal Mickey.

56 años después, Mickey Mantle sigue siendo el jugador con más cuadrangulares conectados en Serie Mundiales, con sus 18 estacazos de circuito completo.

Historia tras historia

Su mejor año en la Gran Carpa fue en 1970, cuando alcanzó 23 triunfos y 7 reveses, con 3.12 carreras limpias por juego, y compiló 274 bateadores abanicando la brisa. (Imagen: archivo particular)

Todos recuerdan a Gibson, al citar hechos históricos en su carrera, como en aquél juego frente a los Tigres de Detroit, el primero de la Serie Mundial de 1968, cuando liquidó a 17 bateadores por la vía de los buenos lanzamientos, para alzarse con el triunfo, en un desafío por pizarra de 4 carreras por 0, dejando a los temibles “felinos” de esos años, en 5 raquíticos imparables, y superando a nada más y nada menos que a Denny McLain, el ganador de 31 juegos frente a apenas 6 derrotas, y la formidable efectividad de 1.96, en esa temporada.

Gibson que ganó dos encuentros y perdió uno en esa Cita de Otoño de 1968, no pudo superar al zurdo Mickey Lolich, en el séptimo compromiso de la Serie Mundial, para que los Tigres cargaran con los honores de llevarse el trofeo al ganar el juego por tablero 4 carreras por 1, y el clásico con 4 victorias frente a 3 derrotas.

Las mieles del triunfo estuvieron con Bob Gibson y los Cardenales de San Luis en las memorables Series Mundiales de 1964, cuando derrotaron a los inmensos favoritos, los Yanquis de Nueva York; y en 1967, cuando vencieron a los Medias Rojas de Boston, que contaban con una nómina que metía miedo.

Ganador de 9 Guantes de Oro en la Liga Nacional, Gibson también capturó dos premios Cy Young, en 1968 y 1970; dos anillos de Series Mundiales, en 1964 y 1967; dos premios al Jugador Más Valioso en Series Mundiales, en los clásicos del 64 y 67; un trofeo del Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1968; y miembro estelar de 9 Juegos de las Estrellas del Viejo Circuito.

Exaltado al Salón de la Fama en 1981, en su primera aparición en la boleta de los elegibles, Gibson había esculpido en letras de oro su nombre para llegar al recinto de los inmortales en Cooperstown, por todo lo que hizo con sus sensacionales actuaciones desde la lomita de los sustos, como por la forma en que encaró el juego y a sus rivales, cuya capacidad y talento, nunca nadie puso en duda.

Hizo parte de una historia gloriosa de los Cardenales, en esos años 60, cuando el equipo marcaba la pauta en la Liga Nacional, y hacia demostraciones de un béisbol de jerarquía en cada temporada.

56 blanqueadas

Una fructífera labor como la que desarrolló Bob Gibson en el béisbol de las Grandes Ligas, es difícil de repetir, porque en los tiempos modernos, “a los brazos de los lanzadores hay que cuidarlos”, y por lo tanto, casi nunca un serpentinero de esta época llega a más de 110 lanzamientos por partido, por lo que difícilmente podrán aspirar a establecer una marca como la que vamos a reseñar.

Bob Gibson tiene entre sus muchas marcas históricas, la de haber ganado 56 partidos por blanqueadas, en sus 482 juegos como abridor de los Cardenales, y 3.384 episodios y un tercio de labor desde el montículo, en cuyo trayecto de 17 temporadas en la Gran Carpa, apenas toleró 1.258 carreras limpias, incluyendo 257 estacazos de circuito completo, con 251 victorias y 174 derrotas, para dejar una efectividad de por vida de 2.91.

En cinco temporadas, Gibson se acreditó 20 o más victorias por año, abanicando a 3.117 bateadores; caminando a 1.336 rivales, 118 de los cuales fueron de manera intencional; y en 11 campañas tuvo 30 o más apariciones sobre el montículo, registro que muy pocos lanzadores de las Grandes Ligas tienen en su hoja de vida.

Cifras envidiables

‘”Se perdió un gran hombre”, comentó con voz entrecortada el boricua Yadier Molina, receptor de los Cardenales de San Luis, quien conversó en más de una ocasión con Bob Gibson, en los estadios de béisbol.

Su mejor año en la Gran Carpa fue en 1970, cuando alcanzó 23 triunfos y 7 reveses, con 3.12 carreras limpias por juego, y compiló 274 bateadores abanicando la brisa.

Pero en 1968, Bob se ungió como una de los más grandes lanzadores de la década de los 60, al conseguir 22 ganados y 9 perdidos, con la envidiable cifra de 1.12 carreras limpias por juego, lo mejor de la Liga Nacional ese año, sumando además, 268 ponches propinados.

En los Clásicos de Otoño, Bob Gibson dejó marcas envidiables, con 7 triunfos y apenas 2 derrotas, 1.89 carreras limpias por juego. ¡Sensacional!, por decir lo menos.

En los 9 compromisos de Serie Mundial, Gibson laboró en 81 episodios, implantando un registro que quizás jamás otro lanzador pueda sumarlo en toda la historia del béisbol de las Grandes Ligas: en sus 9 partidos, todos los recorrió en sus 9 episodios.

Permitió 55 indiscutibles, incluyendo apenas 6 cuadrangulares; 17 carreras limpias de las 19 que le fabricaron; otorgó apenas 17 bases por bolas, pero se llevó por la vía de los buenos lanzamientos a 92 bateadores.

Con sus 200 libras de peso promedio y sus 1.88 metros de estatura, Bob Gibson se ganó los elogios desde luego de sus compañeros de equipo, pero también de sus muchos rivales de juego, por la forma enérgica y talentosa como desarrollaba su tarea desde la lomita, porque además de sus excelsas condiciones, era un “guarda-bases” más en la parte interior del campo de juego, como que conquistó nada más y nada menos que 9 Guantes de Oro como lanzador.

Su trayectoria muestra el camino de uno de los más grandes serpentineros de todos los tiempos en las Grandes Ligas, y fue, sin duda alguna, uno de los hombres más representativos que tendrá en todos los tiempos la divisa de los Cardenales de San Luis, que contabilizan 11 títulos de Serie Mundiales, en dos de los cuales, Bob Gibson estuvo presente para contribuir, y de qué manera, a la conquista de dichas coronas.

Un inmortal, una leyenda, un gladiador de las serpentinas, y un señor a carta cabal, es la mejor reseña que se puede hacer de Bob Gibson.

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