Álvaro Gómez, marco un hito en la vida del siglo XX para Colombia, Un hombre que nació y se formo para ejercer, con su pensamiento, accionar, pragmatismo, conocimiento aunada a su inquebrantable ideología y filosofía conservadora, heredada de Laureano Gómez, su padre, el gran mentor y enriquecida con el estudio, problemática y posibles soluciones de la temática nacional, con el antecedente de ser el nuestro, un país en desarrollo.
De Álvaro Gómez se podrá decir, sin temor a equívocos, que era un humanista integral. Conocedor del mundo, con la suficiente capacidad para encasillar los temas palpitantes de Europa-Asia y América con nuestra idiosincrasia.
Las facetas de este gran pensador eran múltiples. Con facilidad indescriptible ejercía el periodismo en todas sus formas, desde el editorialista, pasando por el de caricaturista, el armador, el titulador, el traductor, el corrector, el linotipista, el comentarista, el cronista, hasta organizar toda una edición, logrando lo máximo sin caer en excesos. Con sabiduría, definía sobre el ejercicio y calidad del periodista: «El periodista ideal nunca debe existir, porque en ese momento se nos agota la profesión. Debe mantenerse como un prototipo, apetecible, pero inalcanzable».
Ejerció el periodismo en los momentos más difíciles y aciagos del siglo pasado, siempre erguido, con altivez, sin claudicar a costos tan elevados, como la censura, el exilio y hasta con su propia vida, en un día aciago de 1995 (Noviembre 2). Vivió para las ideas y murió por las ideas.
Álvaro Gómez, el político, fue sin duda uno de los protagonistas más sobresalientes que hemos tenido. Cuando se le preguntaba sobre el tema, que cuando supo que su destino, era el de ser político?, respondía: «Nací en un ambiente político y ocupe un puesto, puramente funcional: ayudaba. Me quede ahí. Yo no he pensado nunca en retirarme. Ello no depende de que sea candidato o miembro de un directorio, si no, de esa actitud funcional, que tuve desde el principio»
El liderazgo que ostentó no tiene parangón, hoy todavía, muchos lo añoramos. En estos tres quinquenios de su ausencia, nadie ha tratado siquiera de imitarlo. Por ello afirmaba Gómez: » Para ser un buen político se requieren tres características básicas, a.) Ser realista, b.) Creer en cosas y c.) Actuar con ganas. Que pesar, su pérdida para el conservatismo y para Colombia.
El talante de Gómez, marco a profundidad una forma de hacer política y no la politiquería, ni el manzanillismo, y mucho menos lo que padecemos hoy, que se cambian tesis por dinero, para obtener curules. Con Álvaro Gómez, hoy no estaríamos viviendo la hecatombe que tiene postrado al país, el seria sin lugar a dudas, el escudero mayor, defendiendo con valor y ardor la observancia de los principios tutelares, que tiene que regir para los ciudadanos de bien, que son la mayoría de nuestros compatriotas.
Como ser humano, su comportamiento era directo, sin esguinces, daba amistad con entrega, sin protagonismos, respetuoso de los demás, así la forma de pensar no coincidiera con las propias. Era pragmático, por estas y muchas más condiciones era, un ser respetable y digno de imitar.
Colombia sabe bien,-que este varón excepcional, pasa de la lucha a la gloria por su talante firme y su talento singular.
Que sirva esta fecha luctuosa, para pedirle al Dios de los colombianos, que nos
guíe para tomar la vía del «bien hacer», como legado póstumo del gran hombre
sacrificado innecesaria e impunemente.