Un poco de cine

“Tren de noche a Lisboa”

Por: Rufino Acosta Rodríguez

Tren_de_nocheCada vez que veo una película que me gusta, siempre, por lo general, me encuentro frente a una crítica implacable, que, por la causa que fuere, casi la reduce a cero. Por eso, también casi siempre, estoy en desacuerdo con los críticos si de cine se trata. Pienso, de manera arbitraria y tal vez arrogante, que son directores o guionistas frustrados, que tienen por misión hacerle creer a uno que es un tonto o un idiota cuando algo le agrada en la pantalla y va en contra de la corriente. Más esa opinión también podría resultar injusta con quienes se dedican a tal cometido.

Hace poco vi la película Tren de noche a Lisboa (2013, Bille August), de producción alemana pero rodada en inglés. Si me atengo a la opinión de la mayoría experta, la hubiera desechado. Menos mal no lo hice y quedé encantado. Se basa en un libro de ventas millonarias, escrito por el suizo Pascal Mercier, y empieza cuando un profesor de lenguas muertas (latín), en medio de la lluvia, pasa por un puente del río Aar en Berna, Suiza, y ve que una joven de abrigo rojo pretende lanzarse a sus aguas, no propiamente para darse un baño. Lo impide y…de ahí parte la historia.

Tras llevarla a su salón de clases, ella decide tomar otro rumbo y  Raimond (Jeremy Irons) sale a buscarla pero sin éxito. Se queda con su abrigo, en él encuentra un libro del médico y poeta Amadeu da Almeida Prado (Jack Huston), alrededor del cual gira la parte central de la trama, y decide, por impulso, seguir en la tarea de volverla a ver.  Llega a la librería donde lo había comprado, le ratifican que la joven lo había adquirido y leído en el lugar y había salido aprisa tras dar muestras de desasosiego. Más tarde se sabe la razón del impacto: al leerlo, se enteró de que era, ni más ni menos,  nieta de quien en plena época de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, que duró más de 40 años, llevaba el tenebroso apodo de Carnicero de Lisboa, el ejecutor de la barbarie.

Raimond halla unos pasajes al abrir el ejemplar, se embarca y entonces entra en la pesquisa, impulsado al mismo tiempo por lo que lee en el libro de Amadeu, que lo lleva, mientras anda por las estrechas y bucólicas calles de Lisboa, a las entrañas de una  realidad apasionante.  Hay hermosos diálogos, citas profundas, reflexiones filosóficas, amores, odios,  brutalidad del  tirano, resistencia contra el opresor, rebeldía, celos y lealtades, todo con ritmo pausado pero coherente. Como no quiero estropear el  posible interés de alguien que quiera ver esta producción europea,  tomo apenas un pequeño y aleccionador momento para meditar: cuando Amadeu muere, su padre, un hombre adinerado y de la élite en el largo invierno de la tiranía de Salazar, dice, frente al ataúd, que “siempre estuve orgulloso de ti”, o algo parecido, y la hija lo increpa para reclamarle: “¿y por qué nunca se lo dijiste?”.  Ese corto diálogo deja su enseñanza: jamás te cohíbas para expresar lo que sientes por tus seres queridos, en vida.  En fin, una película que en mi concepto vale la pena no perderse. Aunque, insisto, no soy experto en esta materia y solo me dejo llevar por mis sentimientos.

Sobre Rufino Acosta

Periodista y abogado. Se inició en el programa Deporte al Día, de La Voz de Santa Marta, en 1960. Trabajó con El Informador de la capital del Magdalena entre 1961 y 1964. Fue corresponsal de El Espectador en 1964 y desde 1965 hizo parte de la redacción deportiva en Bogotá, hasta su retiro en 1998. Estudió Derecho en el Externado de Colombia (1965-1969). Afiliado al CPB y Acord Bogotá.

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