Se fue el más grande

PachechoY ese es Fernando González Pacheco, un hombre con las mejores características como ser humano. Un caballero a carta cabal, amigo de sus amigos. Un ser con una enorme sensibilidad social y un filántropo inigualable. Un Hombre público, totalmente auténtico,  con una personalidad capaz de doblegar al más duro monumento de marmita; pero sobre todo, con un respeto inmenso por los demás seres humano sin importar  su condición social, económica, credo o raza. Fue el Rey Midas de nuestra televisión.  Todos los programas  en los que trabajó  fueron un éxito porque con su personalidad desabrochada y auténtica, lo podía todo. Era un feo inmenso con un encanto inigualable y una sonrisa permanente. Un buen actor, y un excelente presentador, de quien muchos personajes de nuestra televisión de hoy, deben aprender  respeto por el televidente.  No era un  buen cantante, pero encantaba cuando lo hacía, porque tenía corazón para eso y para mucho más. Como entrevistador, en Sus charlas con Pacheco, dio una verdadera lección de profesionalismo, o mejor, muchas lecciones, que lamentablemente nuestros entrevistadores de hoy, soberbios por demás,  no aprendieron: Siempre  y  antes de sentarse frente al entrevistado, escarbo su vida por completo para conocerlo como nadie, por eso sabía que preguntar. En la entrevista se ponía un escalón  más abajo  del personaje, sin importar si  era un reciclador o un conductor de tractomula, y mucho más, si era un ídolo o un presidente, pues nunca se sintió la estrella de la entrevista, como lo hacen hoy nuestro entrevistadores, -que se auto-inflan y ven al entrevistador como un segundón-, y eso que él era Pacheco.

Se lanzó en paracaídas, toreó vaquillas que lo enviaron al hospital  con golpes y corneadas. Corrió maratones e hizo muchas locuras más,  todas, por una causa social. Sabía que su nombre era un imán para ayudar a los demás, menos a los políticos con quienes guardaba la distancia que se les debe tener. Por esto y por mucho más, repito una frase que hace muchos escribí en una de mis columnas del diario El Espectador:  Pacheco es irreemplazable.

Sobre Gilberto Castillo

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