Experiencias personales que “sentaron” a Rivera a escribir su obra
Por: Gilberto Castillo
José Eustasio Rivera no se hubiera interesado en el tema de las caucherías y tampoco habría escrito La Vorágine, si su trabajo como abogado y político no lohubiera llevado a recorrer, durante años, los Llanos Orientales y el Amazonas. Fue allí donde conoció a muchos de los personajes que luego inmortalizó en su obra, y donde, también, vivió en carne propia las experiencias que posteriormente pondría en boca deArturo Cova, el protagonista.
Quince años antes de escribir su novela, en 1909, obtuvo en Ibagué las primeras informaciones sobre la dura realidad que vivían los indígenas y colonos, que en el Amazonas se dedicaban a la explotación del caucho. En aquella ciudad conoció al coronelCustodio Morales, quien años atrás había trabajado como explorador en la zona. De labios de Morales escuchó escabrosos relatos sobre los atropellos que los propietarios de las fundaciones caucheras cometían contra sus trabajadores.
Cova narra lo que vivió Rivera
La ruta que Arturo Cova, el protagonista, recorre junto con Alicia, su compañera, cuando eran perseguidos por la policía, no es otra que la misma que en dos ocasiones hizo Rivera en sus viajes a los Llanos Orientales. El primero, en 1916, fue en un paseo y el segundo, como viaje de trabajo, dos años después, cuando siendo abogado, Rafael Ruiz Bejarano (en la obra Don Rafo) le solicitó hacerse cargo de un pleito. Le entregó como adelanto mil pesos para que viajara y defendiera la sucesión que pesaba sobre el hato.Mata de Palma (La Maporita obra).
En Arauca, Rivera conoció a Ramón Oropeza, propietario del predio en litigio, un venezolano que por su personalidad folclórica bautizc obra como: «ViejoZubieta».
Y si como abogado Rivera perdió el pleito, como escritor ganó mucho Entabló gran amistad con Luis Franco Zapata, quien en medio de las tertulias y juergas, le contó la forma azarosa como había huido de Bogotá, compañía de AliciaHernández Carranza, su amante, una mujer a quien sus padres, tal y como Rivera lo plasmó en la obra, querían obligar a casarse con un rico hacendado.
Rivera enamorado de Alicia
Terminado el pleito de Mata de Palma, Rivera, fascinado por la inmensidad y el verdor de los Llanos se quedó allí hasta febrero de 1920. Durante estos dos años se dedicó a conocer las costumbres de sus genets tes y a realizar largas jornadas de cacería, que lo llevaron hasta Orocué. Precisamente fue allí, mientras se hospedaba en casa Franco Zapata y Alicia, que loatacó el paludismo.Durante un mes, la misma Aliciale prodigó todo tipo cuidados. Esto hizo que entrelos dos, a espaldas de Franco Zapata, surgiera intensa pasión, que posteriormente le sirvió para convertir a la dama en la heroína amorosa de la obra.
En Orocué, mientras adelantaba ante el juzgado el proceso de Mata de palma y en medio de sus jornadas de cacería, Rivera también conoció a otros personajes que serían parte su obra. Uno de ellos fue Nariza Saba de Barrera (Madame Zoraida Ayram en la novela), y su esposo Julio Barrera (Narciso Barrraen laobra, el raptor de Alicia y el más importante traficante de esclavos hacia las caucherías).También conoció al Catire Mesa y a otros caucheros que al igual que Custodio Morales, le contaron sus experiencias y los atropellos vistos en la selva.
Hasta ese momento, el poeta sólo había tenido contacto con paisajes y personajes que se convertirían en el soporte de su gran epopeya. Le faltaba vivir en carne propia, y en plena selva, varias de las experiencias que le darían fuerza al relato Arturo Cova.En esto, resultó vital el hecho que, un par de años después, el gobierno de Jorge Holguín lo nombrara miembro de la segunda comisión encargada de negociar y demarcar los límites con Venezuela, entre los ríos Atabapo y Guainía. Al lado de Rivera, hicieron parte de la misma comisión el ingeniero Gustino Garavito y el astrónomo Melitón Larrazábal.
Los comisionados salieron rumbo al Amazonas en septiembre de 1922, pero ante a escasez de provisiones y el abandono en que los dejó el Gobierno plena selva, resolvió redactarmente solo y a bordo de una frágil canoa (igual que Arturo Cova y sus compañeros), continuó remontando el río hasta Puerto Carreño y San Fernando de Atabapo. A San Fernando llegó prácticamente devorado por los mosquitos, totalmente cubierto de barro, con su revólver al cinto y escasamente con dos latas de comestibles, habiendo tenido que dormir muchas veces en playas desoladas y bajo torrenciales aguaceros. Días después, llegaron los otros dos miembros de la comisión.
La llegada de Rivera a San Fernando de Atabapo fue de gran importancia para la trama de la obra, porque allí consiguió gran cantidad de información en el expediente que contra el gobernador de la zona, coronel Tomás Funes (Funes en la obra), se había levantado para condenarlo en 1921, por los crímenes cometidos.
Venta de colombianos
En San Fernando, un vez terminada la demarcación de límites, Rivera y su amigo Escobar siguieron el viaje hacia el sur, en plan de aventura. En este nuevo recorrido, el escritor descubrió y pudo investigar la venta de 72 colombianos, que con destino a las caucherías, le hizo Julio Barrera al brasileño Miguel Pezil. Ese hecho se convertiría en el motivo que lo impulsó a escribir la segunda y tercera parte de su libro. La primera, con sus experiencias en el Llano, la había escrito antes de salir con la comisión, mientras vivía en Sogamoso.
Durante el viaje hacia el sur, los dos expedicionarios sobrevivieron gracias a la pesca y caza que el mismo Rivera realizaba. Finalmente, al llegar a Manaos, Rivera se entrevistó con el cónsul colombiano y lo puso al tanto de los atropellos que se cometían en la selva, así como de la violación de las fronteras colombianas por parte de los ávidos peruanos, que se dedicaban a la explotación del caucho en la región.
Con los datos que le permitirían continuar redactando su novela, Rivera regresó a Bogotá el 12 de octubre de 1923, un año después de haber iniciado su viaje para dibujar la frontera.
¿Por qué escribió La Vorágine?
La respuesta la dio el mismo Rivera, cuando le contestó a uno de los críticos de su obra: «El escribir mi libro no obedeció a otro móvil que el de buscar la redención de esos infelices que tienen la selva por cárcel. Sin embargo, lejos de redimirlos, les agravé la situación, pues sólo he logrado hacer mitológicos sus padecimientos y novelescas las torturas que los aniquilan».
Rivera terminó de escribir La Vorágines el 22 de abril de 1924, en Neiva, y su título le fue insinuado por un amigo, Policarpo Neira Martínez, cuando alguna vez, en un potrero donde retozaba con el escritor, después de escuchar algunos párrafos leídos por éste, exclamó: «Eso no es otra cosa que una vorágine» (remolino muy fuerte que se forma en el agua).