Desde hace 17 años la familia no tiene noticias
del cabo Néstor Emilio Guzmán Rojas
Por Germán Matamoros G.
El caso del suboficial Néstor Emilio Guzmán Rojas, secuestrado durante un ataque de las FARC a la población de Uramita, Antioquia, el 8 de julio de 1991, es tal vez uno de los NN olvidados por un sector de la sociedad que reclama todos los días por la liberación de los retenidos por el grupo guerrillero. El drama que vive su familia desde hace 17 años por saber si está vivo o muerto, marca una diferencia especial, ya que a lo largo de ese prolongado tiempo sus voces han sido silenciadas por la indiferencia de todo el mundo.
La siguiente historia es, seguramente, una de tantas que en Colombia, se están viviendo por culpa de lo que se denomina el fenómeno del secuestro o simplemente elcáncer del secuestro provocado por las FARC. Es la historia de una familia, como otras, que tienen un familiar secuestrado, que sufre con intenso dolor, derramando lágrimas diariamente, que vive bajo una inmensa angustia que no deja comer, ni dormir, ni trabajar de manera normal por no tener la más mínima información sobre las condiciones en que pueda estar ese ser querido y amado; por conocer si quiera que está vivo o muerto. Es el común denominador del problema.
La situación ha llegado a tal punto que se ha vuelto como algo normal, cuando se escuchan algunas voces, las que pueden ser escuchadas, pidiendo por la libertad de un padre, una madre o un hermano, que, según cada caso, llevan por lo menos seis años atrapados bajo el monstruoso vejamen del secuestro.
Sin embargo, el caso de José Justiniano Guzmán, un campesino nacido en Ubalá,Cundinamarca, es definitivamente el más especial y el más dramático: su hijo Néstor Emilio Guzmán Rojas, un joven suboficial de la policía, fue secuestrado por el frente 34 de las FARC, junto con otros tres policías, durante la toma al municipio de Uramita, en el departamento de Antioquia, el ocho de julio de 1991. Es decir, carga a sus espaldas con un drama de 17 años, a lo largo de los cuales no ha sabido nada de su hijo, salvo una carta enviada por el cabo segundo Néstor Emilio Guzmán Rojas al periódico El Colombiano, que la publicó el 10 de enero de 1992. En dicho escrito aparte de enviar un saludo de año nuevo, hacia un llamado al gobierno nacional, departamental y demás instituciones del Estado para que colocaran su mirada sobre los uniformados secuestrados que se encuentran en poder de la guerrilla, por que nosotros también hacemos parte de este país, decía en la carta el joven retenido por los guerrilleros.
Don Justiniano a diferencia de otras voces que casi todos los días por lo menos les prestan atención en los medios de comunicación, no tiene la suerte de que la suya sea escuchada con el mismo despliegue de prensa, como el que tiene, por ejemplo, el profesor Gustavo Moncayo; no cuenta con unos voceros de alcurnia que claman por la libertad de sus seres queridos, o por lo menos por una prueba de supervivencia, como los tiene Ingrid Betancourt; tampoco es un ilustre senador de la república. Paradójicamente, él se solidariza, llora y al mismo tiempo siente alegría cuando ve en los telenoticieros el regreso de los secuestrados que fueron liberados, y que tan solo llevaban seis años de cautiverio. Para él y el resto de su familia es compartir una luz de esperanza. Es algo bueno por esas familias porque nosotros más nadie sabemos que es eso, dice con inocultable sentimiento de dolor don Justiniano. Son momentos fugaces, pero hay que volver a la realidad de su tormentoso vivir.
Don Justiniano participó en la protesta del pasado 4 de febrero en Bogotá. Allí en medio de un mar de gente reunida en el Parque Nacional, estaba él, con la foto de su hijo, sumiso, triste y sin pronunciar palabra. Apenas escuchaba los ensordecedores gritos de No más FARC. Tal vez seguía convencido de que su voz pidiendo libertad para su hijo y los demás secuestrados, no sería escuchada como tampoco lo ha sido hasta ahora. En ese punto lo encontró Verbienmagazin para conocer su drama de 17 años.
No nos ponen atención porque somos pobres
Esta es la única prueba de supervivencia del cabo Néstor Emilio Guzmán. Fue publicada en el periódico El Colombiano de Medellín en Junio de 2001.
Por que somos pobres y no tenemos plata no nos ponen atención, dice lacónicamente don Justiniano. Vale decir que tiene 69 años de edad y vive con su esposa Blanca Vilma Rojas, de 58 años. Hay dos hijos más: José Eduardo de 43 años, que vive enCali y José Belisario de 37, y a quien le dicen cariñosamente el cuba.
Don Justiniano nos recibió a las once de la mañana en su humilde pero digna casa en el barrio Guacamayas, ubicado en la parte montañosa del sur de la ciudad, coincidencialmente 24 horas antes de ser liberados los cuatro congresistas, y al mismo tiempo cuando, al día siguiente, se esperaba la llegada de un pequeño grupo de policías discapacitados, que habían iniciado un largo recorrido en sus sillas de ruedas, de Medellín a Bogotá, para llamar la atención por sus compañeros secuestrados.
Su emoción al vernos llegar fue inocultable. Se encontraba en el primer piso de su casa atendiendo con su esposa Blanca una humilde tienda, la de Los abuelos, y de la cual subsisten. Por favor siga, qué quiere tomar, un juguito, una gasesosa…nos dijo.
Después de este emotivo saludo nos invita a pasar a la sala, en el segundo piso, para comenzar a contarnos su historia. En el noble ambiente hogareño se respira una extraña mezcla de tranquilidad, o tal vez de resignación, y tristeza. Lo primero que se ve hacia la parte alta son las fotos debidamente colgadas y enmarcadas de su hijo Néstor Emilio, el Nacho, en las que aparece con su impecable uniforme de policía; en otra está con su esposa Angela María Agudelo; en una más, está con sus padres, y una última, la fotografía de Nacho con un primer plano, acondicionada con un pequeño soporte en la parte baja que sirve para mostrarla en las marchas, como una especia de paleta.
Lo primero que le pedimos es que nos cuente quién es José Justiniano Guzmán. Y la sola respuesta nos desconcierta un poco, pues se nota que la ausencia de su hijo está fuertemente marcada en su corazón, su alma y su mente. Esta fue la contestación:Yo soy el padre del suboficial Néstor Emilio Guzmán Rojas, quien fue secuestrado el 8 de julio de mil novecientos noventauno en Uramita, Antioquia.
Don Justiniano se vino de Ubalá a vivir a Bogotá hace 37 años, dejando atrás su actividad de finquero. Llegó con su esposa Blanca Vilma, y dos de sus tres hijos, a trabajar en el Instituto Nacional de Salud, en la sección de Bioterios, de donde salió pensionado luego de 23 años de servicio.
Con ansiedad, lo primero que nos muestra es una página del periódico El Tiempo en la que se registra una noticia con 90 rostros de policías secuestrados. En todo el centro de la misma está la fotografía de su hijo. El informe se titula: Los que faltan (VI).Seguidamente en lead se lee perfectamente lo siguiente: Mientras se realizan los preparativos para la liberación del grupo humanitario que entregarán las FARC, sigue la incertidumbre en las familias de los 464 secuestrados. En Buga, un niño necesita que su padre regrese para que le done el pulmón y pueda sobrevivir a un cáncer. La guerrilla anunció que liberará, además, a cien uniformados unilateralmente. Sin embargo, se desconocen los nombres de los elegidos. Este registro aparece fechado el viernes 15 de junio del 2001, en la página 1-18. Fue, simplemente un fugaz rayo esperanzador de que, a partir de esa noticia, en algún momento tendrían a su hijo de regreso, o al menos saber algo. No ha sido así.
Todos somos seres humanos
Doña Blanca se sienta a escuchar la conversación de Verbienmagazin y a precisar, en determinados momentos, las ideas que por instantes su esposo no recuerda muy bien. Tras de su gafas, recetadas, su mirada es también apagada, lejana… Le pedimos su opinión sobre el tema de la liberación de unos y la no liberación de otros. Guarda un momento de silencio y hasta duda en responder: pienso que a ellos los liberan por alguna otra cosa…porque son más importantes de pronto. ¿Por qué no los liberan si todos somos seres humanos, todos sufrimos el mismo dolor, por qué tienen en cuenta a los que tienen plata…a los poderosos? mientras que a los que no tenemos en que caernos muertos entonces nos van dejando a un lado… no estoy de acuerdo y eso me duele…
Se entera de la noticia en una buseta
¿Cómo se enteran del secuestro de su hijo? le preguntamos a don Justiniano. Antes de responder, los dos bajan la cabeza, a los dos se les enjuagan los ojos. DonJustiniano, después de un prolongado silencio seca sus lágrimas y nos cuenta: Yo estaba en la carrera séptima con calle 165. Yo iba en una buseta y escuché la noticia en por Radio Santafe…no quisiera recordar el sufrimiento tan fuerte que viví…solté el llanto. Una niña que venía a mi lado me tranquilizaba, me decía que no llorara. Otras señoras me pasaban pañuelos para que me limpiara las lágrimas…me decían que tuviera paciencia que no me afanara, que tuviera confianza en Dios. Me bajé en Chapinero porque hasta ahí llegaba la buseta y ahí cerca quedaba un Instituto Nacional de Salud donde yo trabajaba; me fui para allá a tomar agua y a llamar a micasa. Mi hijo cuba que había escuchado la noticia por Radio Santafe después me confirmó que la guerrilla se había tomado el pueblo de Uramita y que habían secuestrado al suboficial Néstor Emilio Guzmán y a otros tres policías.
Doña Blanca estaba en la casa y el impacto de la noticia no fue menos fuerte. Yo estaba aquí en la casa. Ni me acuerdo que estaba haciendo en ese momento. Cuando él me llamó y me contó…yo me quedé sin habla, me puse a llorar porque que más hacía…aquí estaba mi hermana… yo me puse fue a gritar y a llorar…
Comienza el calvario en los medios de comunicación
Página del periódico El Tiempo en la que se registra parte de los 464 policias secuestrados por las FARC. Entre ellos el cabo Néstor Emilio Guzmán Rojas.
A los pocos días de enterarse de la infausta noticia empieza el calvario para averiguar por su hijo. Lo primero que hace don Justiniano es ir a la radio. Así, se va para Radio Todelar (calle 48 con carrera 18), que también había registrado la información. Lo hace con el propósito de certificar si era cierto o no lo que había escuchado en las noticias de las seis de la tarde. El periodista que lo atendió no pudo más que confirmarle el lamentable hecho. Es más, le ofreció que si quería una copia de la grabación se la daban. Basta con que usted me lo diga, le dijo con humildad don Justiniano al periodista.
Después se fue para el CAN (Centro Administrativo Nacional) para averiguar de manera directa sobre la situación de su hijo. Allí lo atendió el general Miguel Antonio Padilla, en esa época director general de la Policía Nacional, quien ordenó que lo comunicarán con el departamento de Policía de Antioquia, para saber algo, ya no del cabo Guzmán Rojas, pues conocían lo hechos, si no de la esposa y del hijo de Nacho.Le informaron que ya habían enviado un helicóptero para que los trasladaran deUramita a Medellín. De ahí en adelante había que esperar a ver que pasaba, si había o no liberación, situación en la que se encuentran hace ya 17 años.
La rutina de esta familia, pareciera estar destinada a la misma de la última década y media: ver los noticieros de televisión todos los días con la esperanza de tener la más mínima pista de su hijo, o de los llamados canjeables. Pero nada. Por el contrario, la esposa del cabo Guzmán Rojas cada vez que iba al comando de la policía a averiguar por su esposo, antes le preguntaban a ella que qué sabía de él. Ellos no hicieron nada ni han hecho nada…lo único que hicieron fue intervenirnos el teléfono, dice con cierto resentimiento la madre del cabo Guzmán.
Sin embargo, don Justiniano no baja la guardia y a finales de 1992, se va para laDIJIN. Allí recibe la misma respuesta que le habían dado en el comando de Policía: no se sabe nada, hay que esperar. De nuevo va en busca de los medios de comunicación. Y al primero que acude es al noticiero TV HOY; lo recibe el periodistaJuan Carlos Giraldo, quien actualmente trabaja en Canal RCN Noticias; después se va para el Noticiero 24 Horas, y el periodista Diego Canal deja ver su voluntad de colaborar diciéndole vamos a ver que podemos hacer. Continúa con su angustioso caminar y llega hasta el Noticiero CMI y para sorpresa suya se encuentra de nuevo con Juan Carlos Giraldo, el mismo con quien ya había hablado en TV HOY. No encuentra la respuesta alentadora, pero más que eso, la intención de ayudar se queda una vez más en un hay que esperar. Así, sucesivamente visita otros medios radiales como Caracol, RCN, Super…y su solicitud de pedirle a la guerrilla alguna prueba de supervivencia de su hijo no tiene respuesta. No hay nada más sino que tener un poco de resignación, armarse de paciencia, fortaleza y seguir esperando, decisión que tomaron hace diez años. Hasta ahora no se han presentado cambios en sus atormentadas vidas.
Le formulamos otra pregunta a don Justiniano: ¿qué piensa de todo lo que está pasando actualmente con lo de la liberación de algunos secuestrados, la participación de otros gobiernos…? Y nos responde: me pongo a llorar. Doña Blanca, por su parte, que no puede dejar de ver los noticieros por la esperanza de encontrar alguna información de su hijo, agrega: a mi esas noticias de secuestros me hacen llorar, me ponen triste, me estresan. Yo quiero es como mandar un mensaje por Internet… que alguien que sepa que si está muerto o algo pues que nos avisen…
El dolor de una hija que no conoce a su papá
En esta parte del relato llega la hija del cabo Guzmán, Estefanía Guzmán Agudelo, quien obviamente no conoce a su papá vivo. Es una joven de 16 años, muy bonita, con unos ojos de color verde intenso, pero de mirada triste. Viste el uniforme del colegio pues ya se va a estudiar y tan solo pasaba a despedirse de sus abuelos. Le pedimos que nos regale un momento para hablar de su padre. En 10 minutos que tiene de tiempo nos cuenta, con voz temblorosa, algo de su papá. A mí desde muy pequeñita me decían lo que le había pasado, me contaron cuando tenía como cinco años. Es muy tremendo, porque el año pasado cuando cumplí los quince años… En este momento se interrumpe la conversación pues el llanto le gana y no puede hablar; toma un poco de aire y trata de seguir pero no puede contenerse, vuelve a sollosar, muy sentida, para decirnos quefue duro para mí…porque no estaba él…
Estefanía vive con su mamá y un hermano, Cristian de 19 años. Su vida de niña y de adolecente no ha sido tan normal. De hecho, en el colegio tiene que soportar comentarios con relación a su padre secuestrado. Cuenta que hay compañeros de estudio que la apoyan diciéndole que hay que salir adelante, que si él está muerto él la está ayudando, como hay otros que se burlan de su tragedia con comentarios como el de una compañera que le dijo que por lo menos ella si tenia papá. Ante eso apenas baja la cabeza y se queda callada porque no puede hacer nada más. Así, con voz entrecortada y con dolor dice que si tuviera a su papá todo sería muy diferente.
Estefanía cursa actualmente el grado 11 y su aspiración es estudiar una carrera, así su papá no esté. Tiene planes de hacer un curso técnico para poder pagarse una carrera en la universidad, preferiblemente psicología.
Cuando en alguno de esos momentos de esperanza en que dieron los nombres de los canjeables, Estefanía entró en un estado más de tristeza porque no apareció el nombre de su padre, y por supuesto en una incertidumbre mayor por no saber que ha pasado con él. Por otro lado, se alegra cuando sabe que los guerrilleros han liberado a otras personas y que están con sus familias. Son las paradojas de la vida: mientras unos lloran casi las 24 horas del día, otros como en el caso de los congresistas liberados y sus familias, vuelven a sonreír, después de tan solo seis años de cautiverio y angustia.
Es un buen hijo
A la fecha del secuestro Néstor Emilio llevaba cinco años en la policía porque le gustaba desde niño. Se vinculó en 1986 e hizo su curso de suboficial en la Escuela de Caballería en Suba. Era un muchacho muy sano, muy juicioso, hogareño, le gustaba a veces jugar fútbol pero lo que más le gustaba era jugar billar, recuerda su madre. No le gustaba tomar licor, tenía un temperamento tranquilo, era muy cariñoso, amable, comprensivo colaborador…hasta me quitaba la escoba y se ponía a barrer cuando me encontraba haciendo el oficio, agrega doña Blanca. Cuando la guerrilla secuestró a Nacho, éste iba a cumplir 23 años. El próximo 27 de mayo le celebrarán, si así se puede decir, su cumpleaños número 40…en silencio, claro, sin velitas y sin el tradicional coro del Feliz cumpleaños a ti, que los siga cumpliendo hasta el año… pero con la esperanza de que por lo menos esté vivo.
La petición que desde lo más profundo de su alma hace doña Blanca es: Le pido mucho a mi Dios que antes de yo morirme yo vuelva a ver a mi muchacho. También le pido al Frente 34 de las FARC que si lo tienen que por favor nos lo devuelvan porque ya son 17 años si saber de el…