Paso a la nueva ola del Fútbol.

Por: Rufino Acosta R.

Colombia le abre camino a la juventud.  Se fueron a pique los temores de un arranque desalentador. El coco no fue Brasil.

Colombia le abre camino a la juventud. Se fueron a pique los temores de un arranque desalentador. El coco no fue Brasil.

Si sólo hay un ganador, ¿entonces para qué juegan? Era una pregunta que, en uso de su estilo magistral para manejar la ironía, solía hacernos don Darío Bautista (1) cuando se paseaba por la redacción de El Espectadormientras se daba una tregua en su habitual cacería de la noticia económica, de la que fue precursor  con el sello del estilo preciso, claro y didáctico. Para la época, por allá por los 70s, ya no estaba en el trajín reporteril, porque ejercía como subdirector, aunque tenía la última palabra a la hora de opinar sobre el suceso financiero del día, sin olvidar el apunte humorístico que pocas veces se guardaba.

Si viviera hoy, el agudo e ilustre periodista huilense hubiera vuelto al ataque para el sondeo burlesco en la antesala del encuentro entre Colombia y Brasil,  que  el domingo pasado comenzó a encender las pasiones, y puso en marcha el difícil andar haciaSudáfrica 2010.

¿Para qué molestarse contra Brasil? ¿No es acaso el pentacampeón mundial? ¿Cómo se les ocurre desafiar a los magos del balón, encabezados por RonaldinhoKaká yRobinho? ¿Por qué no jalarle más bien al tejo? ¿No sería más sabio arreglarse por la vía diplomática? Algo por el mismo corte estaría en boca del maestro. Sin embargo, donDarío, hoy como ayer, se tenía que hacer la lucha, poner el pecho, y olvidarse de los complejos o del miedo ante la pisada del gigante. Se evaporaba el escondedero.

Pelea de tigre con

Tocaba llenarse de valor para confesar que se esperaba algo bueno de Colombia. Lo fácil, sin duda, era aceptar que poco o nada podía hacerse frente a la enorme capacidad del apergaminado rival. Un respetado sector de la crítica, que incluye voceros de los medios escritos, radiales y televisivos, hacía esguinces de diversa clase para medio dara entender que, por lo menos, albergaba alguna esperanza, por aquello de ser lo único que nunca se pierde.

En el fondo, empero, el ambiente dejaba escapar una estela de malos presagios, con una fuerte y poderosa carga de pesimismo. Se venía lo peor. La tragedia parecía inevitable, como decía don Guillermo Cano Isaza (2) cuando Millonarios escalaba posiciones y  estaba a punto de obtener un nuevo título. Era la rebeldía de su espíritu santafereño, desde luego.

¿Estábamos frente a  un golpe irremediable? Bueno, contra el aire enrarecido, optamos por alejarnos del sendero fatalista, de esa ola de terror que  habían pretendido montar sobre la base de que Colombia se apartaba de sus raíces, quería jugar a lo que no sabía, y menospreciaba la experiencia para darle paso a la juventud incontrolada.

Creímos que el técnico Jorge Luís Pinto, a pesar de algunos signos de intolerancia que a veces lo abruman (de hecho, fue expulsado), como profesional inteligente y capaz, se la iba a jugar con un grupo renovado que tiene ambición, ganas de dar la batalla y amor por la camiseta tricolor. Que no quería entrar a la ampliada cancha de El Campín como si fuera al físico matadero.

¿Cómo hacer para ganar?

Se formularon numerosas consultas con periodistas, técnicos, dirigentes y jugadores, en general expertos, sobre la forma de encarar a Brasil y no morir en el esfuerzo. Las respuestas, desde luego, fueron desde salir con cautela, hasta meterse en la cueva del lobo y tratar de hacerle daño. Un teórico de los mejores (el técnico antioqueño Hugo Gallego) llegó a la conclusión de que lo más práctico y saludable sería no dejar jugar a Brasil, lo cual en modo alguno significaba que se acudiera al extremo de amarrarlo a un poste.

La traducción tendría que ser la de cerrarle las vías de acceso (quitarle el balón, como dicen) y hacerle sentir el efecto de los 2.640 metros sobre el nivel del mar, bajo el amparo de la presión implacable. Bien se sabe que los canarios le tienen pavor a la altura y sus efectos. Algo de eso ocurrió. De ahí lo pálido que se vio Brasil y el esplendor deColombia. 

Radamel Falcao García, una de las revelaciones del fútbol colombiano del momento y cuyo segundo nombre no es apodo como algunos piensan, anticipó, con cierta dosis de toque enigmático, que Brasil tiene sus debilidades, y Colombia deberá explotarlas. Debe recordarse que el ariete con nombre de brasileño, le acababa de  meter tres goles a Botafogo de Río de Janeiro, uno de los equipos emblemáticos de “o país mais grande do mundo”. Algo parecido ya había expresado el técnico Pinto, cuyo propósito de apretary exigir precisión a la hora de entregar el balón se cumplió sin dilaciones. Casi siempre.

Puntos claves.

En síntesis, los expertos se explayaron en el análisis. Algunos pedían que, por lo menos,Colombia no saliera a pedir autógrafos ni se dejara encandilar por las ráfagas de las estrellas brasileñas. No faltaban quienes comparaban línea por línea, y llegaban al inevitable apaga y vámonos. ¿Para qué se pierde el tiempo?

Casi todos, por decir todos, le pegaron al aire. A estas alturas procuran capear el temporal con excusas tibias o inculpaciones veladas. Olafo, el amargado, apenas admite que no puede tirar la primera piedra. El genio de las tácticas afirma que Brasil, a media máquina consiguió lo que quería, y Colombia, con su mejor desempeño, apenas pudo llegar al empate, en un monumental esfuerzo por torcerle el cuello a la realidad. Pinto, entre tanto, parece tranquilo, a pesar de la expulsión por la que dio excusas, lejos del ánimo pendenciero y revanchista. Como debe ser.

La era Pinto.

La era de Jorge Luís Pinto al frente de la selección de Colombia comenzó en febrero del presente año. Fue nombrado en lugar del vallecaucano Reinaldo Rueda, a quien le hicieron la vida imposible después de la eliminación para el Mundial de Alemania 2006.

En un período de  ocho meses,  el combinado tricolor realizó trece encuentros, de ellos tres por la Copa América, en la que fue rápidamente eliminado tras perder  por goleada ante Paraguay y Argentina. Apenas se apuntó un pálido triunfo sobre Estados Unidos.

Al evento continental llegó Colombia con aires de optimismo. Prometía lo mejor y resultó un fiasco. El papelón fue consecuencia de una suma de errores que comenzaron con la convocatoria y se agudizaron a la hora de la refriega por el pobre rendimiento de la mayoría de los jugadores. Pinto también tuvo su cuota por el temperamental manejo del grupo, y algunas decisiones equivocadas. Se hizo notorio su desacuerdo con los llamados históricos, el portero Miguel Calero y los defensas Iván Ramiro Córdoba yMario Alberto Yepes.

Una secuela de aquellos enfrentamientos fue la renuncia de Córdoba a seguir en las convocatorias mientras Pinto sea el conductor. Lamentable y abrupta decisión que priva a Colombia de un valor indiscutido. Iván Ramiro deja una profunda huella en el trajinar de la escuadra tricolor, pero le faltó tino y sentido de la oportunidad para el retiro. Su decisión, sin duda, causó malestar en el seno del plantel, casi en la víspera de un juego de tanta trascendencia. Por lo demás, jugar en la selección es un honor, y “los honores se aceptan o se rechazan, no se reclaman”, como sostiene el colega Juan Gossaín  (3).  

No le fue mal…

A pesar de la hecatombe copera, dentro del contexto y aunque parezca contradictorio, aColombia le fue bien durante la secuencia general de la etapa que se inició el 7 de febrero. De los trece partidos, ganó 8, tuvo 2 empates y apenas tres derrotas, con 21 goles a favor y 16 en contra. El acumulado llegó a 26 de 39 puntos posibles, equivalente al 66.66 por ciento de la campaña.

Durante el período señalado, desfilaron 52 jugadores. Entre los de más actuaciones estuvieron Hugo Rodallega, delantero, y Javier Arizala, marcador izquierdo, once cada uno; Jaime Castrillón, centrocampista (10); David Ferreira, centrocampista (9); Gerardo Vallejo, marcador derecho (8); Jorge Banguero, centrocampista (7); y Aquivaldo Mosquera, zaguero central (6) .

Al final, Pinto optó por la nueva ola. Tuvo el  valor de apuntarle al cambio generacional. Claro que en ni ese paso le quieren dar crédito. Escuchamos al doctor Gabriel Ochoahablar bondades de “la camada de Eduardo Lara”, sin el agregado de que el técnico sangileño le abre las puertas. Tal vez fue un olvido involuntario, porque Ochoa no oculta su admiración por Pinto. 

La era Dunga.

Brasil tampoco se quedó con el mismo entrenador. Después de ser eliminado en los cuartos de final de la Copa del Mundo, al caer 1-0 ante Francia, se produjo la salida deCarlos Alberto Parreira, quien le dio el cupo a Carlos Caetano Bledorn Verri, más conocido como Dunga,  gratamente recordado de su época como aguerrido centrocampista en la selección canarinha.

El trabajo de Dunga se inició en julio del año pasado. Al mes siguiente se puso en marcha la maquinaria. En total, hasta septiembre de 2007, alcanzó a jugar veinte partidos, con saldo de 14 victorias, 4 empates, 2 derrotas, 44 goles a favor, 14 en contra y 46 de 60 puntos factibles, para 76.66 en promedio de efectividad.

De los protagonistas en Bogotá, el más experimentado era Ronaldinho, con 100 convocatorias, 83 encuentros internacionales y 33 anotaciones. Después estaban el zaguero central Lucio (86 y 65), el mediocampista Gilberto Silva (77 y 61), el defensa central Juan (90 y 60), el centrocampista Kaká (68 y 53) y el delantero Robinho (49 y 43).

El arte de ganar.

Se dice que Dunga no quiere saber nada del jogo bonito que hizo famoso a Brasil, y pretende instaurar el lema de la eficacia por encima de la belleza. “El fútbol arte no existe, sólo existen los resultados”, es una de las tantas frases que le atribuyen en los medios. En el fondo, una falacia, porque se pueda ganar y al mismo tiempo agradar a la tribuna.

Pensar en la exclusiva vía de lo pragmático, quizás a cualquier precio, sería negar la esencia del fútbol, cuyo objetivo esencial es deleitar el espíritu y enaltecer el talento. En últimas, nada sería más triste y decepcionante que una derrota del equipo práctico. A latorcida (afición) brasileña, por supuesto, le gusta ganar, pero con juego alegre.

De hecho, por encima de los rigurosos preceptos de Dunga,  Brasil tuvo que aguantar el chaparrón de dos reveses bajo su mando, lo cual ratifica que siempre queda un resquicio para romper el blindaje por duro que parezca. El lujo vencedor se lo dieron Portugal, 2-0, el 6 de febrero del 2007 en el estadio Emirates de Londres, y  México, por el mismo marcador, el 27 de junio pasado en Maturín, Venezuela, durante la Copa América. Lusitanos y aztecas parecen tener la medida para golpear de vez en cuando a los reyes del balón.

En El Campín estuvo al borde del precipicio. No quiso o no pudo ir más allá de la raya, y sufrió para mantener el cero. Ni juego bonito ni cosa parecida. Colombia lo hizo ver feo. “Jugamos contra hombres, no contra nombres”, sentenció el sorprendente Carlos Alberto Sánchez (4). “¿Dónde estuvo la clave?”, le preguntaron. “Aquí, en la mente; jugamos con decisión e inteligencia”, fue la respuesta. No sólo es buen jugador. Tampoco se deja enredar en el vulgarismo que les copian a los argentinos de poner huevo, como si fueran gallinas. (Aquí no cabe el verbo colocar, otra pesadilla del momento)      

¿Qué viene? No hay bola mágica para vislumbrarlo. Se puede hablar sobre  la expectativa de un futuro mejor, tras lo que se vio ante BrasilColombia puso un punto alto, aunque, obvio, todavía le falta. En esencia, agrada su juventud, su desparpajo, el estilo alegre que le gusta a la adolescencia. Poco a poco se abrirá camino hacia la madurez plena. Por ahora, don Darío, sabe para qué juega. Bolivia lo espera en los 3.600 metros de La Paz.

Coletilla: algo va de un club como Sao Paulo a la selección de Brasil; de todas maneras, tiene amplio prestigio internacional, y Millonarios le dañó la fiesta en Morumbí. Fue, sin duda, un buen augurio.

(1) Darío Bautista, periodista huilense (1908-1998), fue redactor, editor económico, subdirector y miembro del consejo editorial de El Espectador, entre 1933 y 1978.

(2) Guillermo Cano Isaza, director de El Espectador, inmolado por  la insania criminal en 1986.

(3) Juan Gossaín, director de noticias de la cadena radial RCN, compañero de varios años en la redacción de El Espectador.

(4) Carlos Alberto Sánchez, centrocampista de Colombia, nunca jugó en el profesionalismo criollo. Apareció en River Plate de Uruguay, y de ahí dio el salto alValenciennes de Francia.

Sobre Rufino Acosta

Periodista y abogado. Se inició en el programa Deporte al Día, de La Voz de Santa Marta, en 1960. Trabajó con El Informador de la capital del Magdalena entre 1961 y 1964. Fue corresponsal de El Espectador en 1964 y desde 1965 hizo parte de la redacción deportiva en Bogotá, hasta su retiro en 1998. Estudió Derecho en el Externado de Colombia (1965-1969). Afiliado al CPB y Acord Bogotá.

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