Panamá capital de Colombia

Columnista invitado Aristides Royo, Ex Presidente de Panamá

Aristides Royo, Ex Presidente de Panamá.

El pasado lunes dos de mayo, participé en la presentación de un libro titulado ‘Panamá capital de Colombia, Historias de una propuesta’, cuyo autor es el conocido escritor colombiano Oscar Alarcón, quien en el año 2003, con motivo del centenario de la separación de Colombia, escribió su primer libro sobre nuestro país con el título ‘Panamá siempre fue de Panamá’. El acto fue organizado por la Fundación Politécnico Gran Colombiano que patrocinó la obra y presidido por el rector Pablo Michelsen Niño, descendiente de Daniel Florencio O’Leary, edecán de Simón Bolívar y autor de unas famosas memorias de su vida junto al Libertador.

Además de contener muchos trozos de historia colombiana, gran parte de ellos no muy conocidos, pues como buen investigador descubrió documentos que por primera vez se publican, la obra hace un recuento de las tres ocasiones en que Panamá pudo haber sido capital de Colombia.

La primera propuesta ocurrió con motivo de la convocatoria del Congreso de 1826, en la cual Bolívar auspiciaba que Panamá se convirtiese en el istmo de Corinto, incluso en la capital del mundo. Si bien es cierto que no se trataba de un vaticinio relacionado con la sede administrativa y política de un país, sino de un conjunto de países unidos por intereses comunes de carácter defensivo frente a la Santa Alianza formada luego de la caída del imperio napoleónico, el visionario venezolano, el soñador de Pativilca, veía con claridad la futura importancia de Panamá dada su posición geográfica y su localización entre dos océanos muy cercanos.

La segunda propuesta fue formulada por varios constituyentes colombianos en el Congreso de 1863, celebrado en la población de Ríonegro, muy cercana a Medellín. El líder de los seis senadores y autor de la ponencia respectiva fue Tomás Cipriano de Mosquera, una de las personalidades más controvertidas y más famosas de Colombia durante buena parte del siglo XIX. Cuando era muy joven, fue ayudante de campo del Libertador Bolívar y muchos años más tarde, en 1870, escribió una biografía de aquel. En la presentación de la propuesta, expuso múltiples razones para que en lugar del altiplano andino, alejado del resto de la América y del mundo, se buscase un sitio más apto para las comunicaciones internacionales. Cada vez que Mosquera deseaba viajar desde Cartagena o Barranquilla hacia Popayán, su villa natal que ha producido varios mandatarios, cruzaba el istmo, embarcaba hacia Buenaventura y de allí se remontaba a la región andina del Cauca donde residía cuando no ocupaba altos cargos en Bogotá. Puede que haya influido en esa propuesta la pasión, confesada por escrito nada menos que a su yerno Pedro Alcántara Herrán, que llegó a sentir por una mulata antioqueña de ojos verdes, Susana Llamas, quien pasaba largas temporadas en Panamá. Mosquera mencionaba el ferrocarril de 1855, los puertos en ambos mares, las inmensas posibilidades de comunicarse con otros continentes, todo ello mientras un viaje de Bogotá a Panamá duraba casi un mes. En dicha propuesta Mosquera vaticinaba que si no se colocaba a Panamá como capital, algún día ese Estado Federal, soberano, pero parte integrante de Colombia, tomaría la decisión de separarse.

La tercera propuesta se produjo unas semanas después del tres de noviembre de 1903. Una comisión integrada por varios generales colombianos y presidida por Rafael Reyes, quien sería presidente y luego dictador de Colombia de 1904 a 1909, trató de convencer a varios panameños, entre los cuales se encontraban Carlos Constantino Arosemena y Nicanor Obarrio, quienes dejaron testimonios escritos de las conversaciones, de que revirtiesen los hechos, retornasen al seno de Colombia y en compensación ellos aprobarían el Tratado Herrán—Hay que había sido rechazado y además colocarían la capital del país en Panamá. De más está decir que los panameños optaron sabiamente por ser cabeza de ratón antes que cola de león y respondieron a los militares colombianos que se trataba de un hecho cumplido, para lo cual utilizaron la conocida y colombianísima frase de ‘nos causa honda pena’, cuando en realidad les causaba honda alegría el hecho de ser ciudadanos panameños.

La última parte del libro nos brinda pinceladas de los protagonistas de la historia y se refiere a Marroquín, Hay, Roosevelt, Herrán y otros. Cuando trata del general Esteban Huertas, inserta una fotografía con anotación marginal al lado de la partida de nacimiento del boyacense natural de Úmbita, en la cual tal vez un cura o bien un parroquiano, recordó la traición del militar de carrera e hizo mención de que le pagaron por ella. Alarcón escribe con gran soltura y recoge anécdotas e historias íntimas de los acontecimientos, lo que los franceses denominan ‘la petite histoire’. Es, pues, un libro instructivo, ameno y divertido sin dejar por ello de ser fiel a los hechos históricos.

En el conversatorio de casi una hora que siguió al acto, intervino muy acertadamente nuestro embajador de Panamá en Colombia, Ingeniero Ricardo Anguizola, representante diplomático que sí conoce la historia patria, así como el autor del libro, a quien podemos considerar como un experto panameñólogo y gran amigo de Panamá.

*EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.

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