El presidente de los Estados Unidos da parte de victoria y prepara la segunda campaña para fortalecer la Reforma de Salud.
Por Rodolfo Rodríguez Calderón, corresponsal en los Estados Unidos.
Cuando el presidente Barack Obama se reunió por última vez con el senador Ted Kennedy, supo que la ‘batalla’ para lograr la aprobación de la reforma del sistema de salud no iba a ser fácil. Realmente fue desgastante el diálogo por muchos meses con los congresistas demócratas y republicanos y costó mucho trabajo ponerlos de acuerdo.
La histórica aprobación en la Cámara de Representantes de la reforma del sistema salud de los Estados Unidos, algo que no se había conseguido hasta ahora, representa un importante triunfo para el presidente Barack Obama.
El voto no ha sido fácil para muchos de los congresistas pero era el ‘voto correcto’. “Nos elevamos por encima de la política y demostramos que somos capaces de hacer grandes cosas”, dijo Obama después de que la Cámara aprobara la medida en dos votaciones por 219 contra 212 y por 220 contra 211.
“Así es como luce el cambio», dijo el ex presidente estadounidense en una alusión a su lema de campaña. Sin haber logrado más triunfos significativos en la segunda mitad del año pasado, Obama se había jugado el todo por el todo a la aprobación de la medida que parecía prácticamente muerta hace exactamente dos meses, cuando los demócratas perdieron su mayoría absoluta en el Senado.
Para entonces, el proceso de reforma llevaba nueve meses sobre la mesa y se encontraba a punto de aprobarse después de que ambas cámaras del Congreso hubieran aprobado sendos proyectos de ley. El presidente no había dejado de recibir críticas a lo largo de esos meses sobre su posición hacia la medida, su principal prioridad legislativa. Los republicanos le acusaban de querer nacionalizar el sistema de salud y los demócratas de inhibirse en el proceso.
El presidente aseguró además, que la aprobación “responde a los sueños de muchos” y reafirmó: “hemos respondido a la llamada de la Historia”.
Agregó además: “No rehuimos nuestras responsabilidades, las abrazamos. No nos acobardamos ante el futuro le hemos dado forma”. Y eso que antes de su breve declaración, tras la que no aceptó preguntas, había telefoneado a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para felicitarle.
Obama, que dedicó la mayor parte de su tiempo en el segundo semestre del año a la medida, volvió a escuchar las críticas de su partido tras la derrota en Massachusetts en enero cuando durante algunas semanas la legislación permaneció en suspenso. La Casa Blanca tardó en decidir su estrategia. Algunos asesores, como el jefe de Gabinete, Rahm Emanuel, recomendaban despedazar la medida y resignarse a aprobar los aspectos más populares de una reforma de salud que había perdido apoyo entre los votantes.
El propio presidente sufría un bajón en las encuestas. Si un año antes gozaba de una popularidad superior al 70 por ciento, ahora raspaba el 50 por ciento. Pero Nancy Pelosi y el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, le presentaron un plan alternativo. Y para Obama, que vio a su madre enferma de cáncer pelear con las aseguradoras, era algo casi personal.
En febrero anunció que seguiría adelante y convocó una cumbre con legisladores republicanos y demócratas para compilar ideas sobre la reforma. A partir de entonces, la medida no ha tenido un abogado más entusiasta que el presidente Obama.
Recientemente aplazó una gira por Indonesia y Australia para poder estar presente en los tramos finales de la negociación. Esa presencia fue imprescindible cuando las negociaciones entre la Casa Blanca y un grupo de congresistas demócratas antiaborto dieron como resultado un acuerdo de último minuto que garantizó el ‘sí’ de esos legisladores, que era importante para la aprobación. Mediante ese acuerdo, Obama emitirá, tras la aprobación de la reforma, una orden ejecutiva que reitere la prohibición de usar fondos federales para la práctica de abortos, salvo casos extremos.
Pase lo que pase a partir de ahora, el presidente puede vanagloriarse de haber conseguido lo que no logró ninguno de sus predecesores desde Theodore Roosevelt hasta ahora: la reforma del sistema de salud. Si hay algo que los estadounidenses aprecian es un ganador, por lo que es probable que su popularidad remonte en las próximas semanas.
Aún así, el presidente no respira aún tranquilo. Un segundo proyecto de ley con enmiendas a la reforma que aprobó la Cámara se trasladará al Senado. La Cámara Alta previsiblemente lo votará a lo largo de esta semana, mediante un procedimiento conocido como ‘reconciliación’, que requiere tan sólo una mayoría simple: 51 ‘síes’, en lugar de los 60 necesarios mediante el procedimiento ordinario.
En principio los demócratas que tienen 59 escaños cuentan con un amplio margen. Pero los republicanos han jurado bloquearla.