Graciela Torres, la popular Negra Candela es una de las periodistas de farándula más escuchadas y polémicas en Colombia. Así lo demuestran sus programas de radio y televisión. Durante 25 años su estilo ha dado para lidiar y torear. Mientras unos la admiran, otros la atacan, a pesar de que este periodismo es un género universal. En este artículo, escrito para Ver bien magazín, expone sus principios y sus criterios, defiende su estilo y su forma de ser. Como quien dice, habla para dar y convidar.
¡Soy La Negra Candela ¿y qué?
“No tengo precisamente un aspecto demoníaco, pero si soy dueña de un estilo periodístico que aún después de veinticinco años de estarlo practicando
continúa causando asombro y suscitando toda suerte de comentarios favorables unos, contrarios otros, benévolos algunos, llenos de conmiseración los demás, pero jamás inadvertido. “Suertuda” que es una, siempre ando en boca de los demás para bien o para mal.
Lo curioso de toda ésta historia es que quienes se quedaron congelados en el tiempo y en el espacio, aún dejan sonar sus estridentes voces para acusarme de «mentirosa, amarillista, calumniadora, injuriosa» y demás epítetos, esos si injuriosos. No se han dado cuenta todavía que la realidad de nuestro país supera con creces el escándalo o impacto de cualquier noticia amarillista o sensacionalista publicada en cualquier medio de comunicación nacional e internacional.
Adoran la frasecita «tapen, tapen» como los gatos, para no encontrarse de frente con lo descarnado y bajo de sus acciones. Están convencidos que la suciedad presentada en cajita de regalo, bien adornada con floresitas y moñitos no es igual. Ingenuos o hipócritas que son, o mejor, cómodos para no ver más allá de sus narices. Los intereses creados son demasiado poderosos y no quieren ni siquiera tocarlos con el pétalo de una rosa. De pronto se pueden perder y a eso no se quieren arriesgar.
Por eso no entienden, mucho menos aceptan el periodismo de la Negra Candela,tan válido como cualquier otra especialización del mismo. Porque no nos engañemos, el periodismo es sólo uno. Para cubrir la información de cualquiera de ellas se requiere de conocimiento, investigación, criterio, profundidad, imparcialidad, independencia y por estos días en nuestro país: osadía y verraquera. Porque el riesgo es grande y la protección poca.
De frente y las cosas por su nombre
Eso es precisamente lo que los papistas de la comunicación en Colombia no me perdonan: el ir de frente y llamar a las cosas por su nombre. Sin ambages, sin adornos, sin censura de ninguna índole, sin miedos. Detestan mi atrevimiento de hallar noticias donde otros son ciegos.
De ver y no mirar, de escuchar donde ellos tan sólo oyen, de tener un criterio claro y preciso, la mayoría de las veces en contravía de la opinión general. Detesto los estereotipos. Me niego a ser parte del rebaño que sigue los boletines oficiales o la información acomodada a los intereses propios y ajenos.
¿Desde cuándo el periodismo está estratificado? ¿A qué hora unos colegas se sienten de mejor familia que los demás y los apuntan con un dedo señalándoles qué deben hacer o qué no? He sido señalada todo el tiempo por pensar de una manera distinta al resto de los mortales. Lo peor: he sido presentada ante el público como «la sicaria de la información». Más estigmatizada no podría estar. Si aún existiera la inquisición, no me habría salvado de la hoguera por atreverme a pensar y a disentir del resto.
Sin embargo, todo esto me hace feliz. Ando en el camino correcto desde cuando inicie el recorrido con el objetivo de aportar un grano de arena en el desarrollo del país. Cada escándalo suscitado me llena de satisfacción. Toqué una fibra sensible, metí el dedo en la llaga o sino ¿por qué la información salida de la boca o de la pluma de la Negra Candela, causa tanta sensación? ¿Por qué la reproducen los medios más serios y encopetados de Colombia y otras naciones de América Latina? Tan importante es que dura debatiéndose a veces hasta una semana.
Me siento orgullosa de mi estilo periodístico audaz y cierto, debatido en los foros universitarios incapaces de comprender la naturaleza de mi comunicación. Casi que me califican de extra-terrestre porque no entienden mi idioma. ¿Tan difícil acaso es ir al meollo de la idea, de la fuente y del objetivo?. Hoy aún después de veinticinco años no lo logran y dudo que lo alcancen algún día sino cambian su manera de pensar y de actuar frente a la vida. Directa, asumiendo responsabilidades por mis acciones y no tratando de traspasarlas a quién informó. Esto seria lo más sano para cada uno de ellos, para su entorno, para su trabajo y especialmente para el país.
A estas alturas de mi vida y mi carrera profesional estoy clara que muchos de los protagonistas de nuestra «farsándula» criolla, le deben parte de su protagonismo a los medios de comunicación que cubren esa área de la información, y uno que otro a los enfrentamientos con la detestada por unos y admirada por otros Negra Candela.
Esa periodista que llegó a la radio colombiana a construir un espacio únicamente dedicado a la reivindicación de los «cómicos» de la televisión y el teatro, utilizados por nuestros » distinguidos» politiqueros en épocas de campaña y luego olvidados como los más miserables, olvidando la parte humana de los mismos. Un espacio dónde ellos son los reyes y tienen la palabra para debatir. Nada que les dé más vitrina a ellos que un enfrentamiento con La Negra Candela.
Odiada, detestada, admirada, demandada pero siempre escuchada, leída y vista. Chismosa si, pero no mentirosa. ¿Comunicativa? claro, pero jamás calumniadora ni injuriosa. Siempre combativa, eternamente curiosa y con la lengua presta a llamar a las cosas por su nombre, gústele al que le gúste y cuéstele al que le cúeste.
¡Soy la Negra Candela!….¿y qué?