Finalmente al alcalde Gustavo Petro no se le debe exigir tanto. No resulta fácil que construya los mil jardines infantiles que prometió durante su campaña porque casi que tendría que hacer uno por día y eso es imposible; tampoco que en ese tiempo saque a Bogotá, de manera total, del hueco y del atraso en que la dejaron sus dos antecesores, porque eso también es imposible. Lo que si se le debe pedir es que siga la línea que siempre ha mantenido, la de denunciar la corrupción y a partir de esa política, desate una guerra total contra los contratistas corruptos que se devoran sin contemplación las finanzas de la ciudad. Ese sería un gran punto para el alcalde, sin dejar de lado el sentar las bases para una adecuada política de contratación. Lo segundo que hay que pedirle, es que sin desfallecer, siga adelante con la política de prohibición del uso de armas. Es este un buen punto de partida para darles seguridad a los bogotanos. Que reegule los espectáculos sanguinarios como la corrida de toros, a donde muchas señoras van orondas y encopetadas, únicamente para lucir sus pintas de tarde sol y arena, porque ni siquiera saben que es un tercio o una suerte de varas. De ahí para allá, más que exigirle soluciones milagrosas hay que pedirle que tome las cosas con calma y tenga puntería con sus decisiones, pues cualquiera de ellas, tomada a la ligera, puede resultar fatal para una ciudad que está a punto de sufrir un colapso total.
¡Ah!, y que no se olvide de algunos huequitos de la calle que ya se volvieron cráteres.