¡Muchos nominados, pocos elegibles!

Por: Antonio Andraus Burgos

En la medida en que avanzan los días, el número de peloteros nominados para ingresar al Salón de la Fama es considerable, pero pocos, muy pocos por cierto, son elegibles.-

Que se vayan olvidando muchos de los que aparecen en la nómina de peloteros para ingresar al Salón de la Fama, porque no alcanzarán los boletos necesarios para ser ciudadanos de Cooperstown.

En cambio, en esa ya larga lista de candidatos, hay algunos que brillan por sí sólo y por lo tanto, desde ahora, tienen el aura para esperar que las votaciones de la Asociación de Cronistas del Béisbol de los Estados Unidos, se acuerden de ellos y el número de papeletas sean lo suficiente para que sus nombres encuentren un nicho en el Salón de la Fama, casi que a paso del uno, dos, tres.

Y para no dar muchas vueltas, digamos que nombres tan sonoros en cuanto a numeritos y actuaciones sobre el terreno de juego, están cada año en la boca de muchos aficionados, pero varios de ellos no sumarán las papeletas necesarias para acumular el 75 por ciento mínima de la votación, para ser seleccionados al Salón de la Fama, como consecuencia de haber borrado con el codo todo lo que hacían con las manos.

En esa lista encontramos a peloteros de la talla de Barry Bonds, el ganador de siete coronas como Jugador Más Valioso de la Liga Nacional, y, adicionalmente, el máximo jonronero de todos los tiempos, con 762 tablazos de vuelta completa; Roger Clemens, el lanzador ganador de siete Cy Young en reconocimiento a sus tareas efectuadas en igual número de temporadas desde la loma de los sustos; el dominicano Sammy Sosa, con sus 609 cuadrangulares despachados durante su trayectoria en la Gran Carpa; Mark McGwire, cuya semblanza quedó estampada en aquella inolvidable campaña con sus 70 indiscutibles de cuatro esquinas frente a los 66 de Sosa, en 1998, rompiendo la de 61 ‘’bambinazos’’ de Roger Maris, de los Yanquis de Nueva York, establecida en 1961, marca que posteriormente pulverizó Bonds con sus 73 estacazos de circuito completo en el 2001; Gary Sheffield, Jeff Bagwell, entre otros, para no citarlos a todos, no tienen, a nuestro leal saber y entender, el camino despejado para encontrar el apoyo de los periodistas, por sus andanzas con los esteroides y las hormonas de crecimiento.

De tal manera que podemos olvidarnos de ellos, porque cuesta arriba les va a quedar obtener el respaldo necesario e indispensable para llegar a Cooperstown.

Con caminos despejados

Los colegas especialmente colombianos, nos indagan a menudo sobre nuestros peloteros favoritos para llegar en cada votación al Salón de la Fama. Siempre les hemos respondido que es muy difícil acertar en esta clase de elecciones, porque son más de 600 las papeletas que se depositan, todas ellas tan disímiles y diversas en opiniones y tendencias.

En muy pocas ocasiones se acierta, y por lo regular, como ocurre con lo que hemos denominado los pronósticos de la temporada, casi nunca se llega a dar en el blanco, cuando se trata de figuras extraordinarias que, sin embargo, en algunas ocasiones no reúnen la totalidad de los requisitos para alcanzar los sufragios necesarios.

Mike Piazza, por ejemplo, un gran receptor de las mayores, con los Dodgers de Los Ángeles y los Mets de Nueva York, todavía no ha podido llegar al nicho de los inmortales. Y que decir de Don Mattingly, gigante figura de los Yanquis de Nueva York, bueno por donde se le quiera mirar, tampoco ha alcanzado los votos para obtener un nicho en Cooperstown, siendo este año su última oportunidad para ocupar un puesto entre los inmortales, a menos que el Comité de Veteranos, un poco más adelante, lo exalte a la posición.

Con Piazza y Mattingly hay otros nombres de relieve como Craig Biggio o Édgar Martínez, por ejemplo, que están nominados pero que hasta ahora no han compilado las papeletas para irse a vivir Cooperstown.

Los más valiosos

Sin embargo, hoy nos atrevemos a decir que hay tres nombres que saltan a la vista en esta lista de 34 aspirantes, 17 de los cuales, aparecen este año por primera vez para que sean considerados por los colegas de la prensa especializada en el béisbol de los Estados Unidos.

Nos estamos refiriendo a los lanzadores, el zurdo Randy Johnson, y los derechos John Smoltz y el dominicano Pedro Martínez, cuyos registros los elevan a la categoría de grandes entre los grandes, y sin temor a equivocarnos, muy próximos a estar en la galería de los inmortales del béisbol de las Grandes Ligas.

Todos, por diferentes caminos, labraron de manera indiscutible, hazañas, proezas, marcas y actuaciones que los mantienen dentro de la jerarquía de lanzadores con la calidad y el talento necesarios para esperar que los periodistas puedan esculpir sus nombres, para la fama y la gloria, por todo lo que hicieron y por el legado que dejan.

El zurdo Randy

Randy Johnson no fue un pelotero carismático ni mucho menos, pero fue respetuoso con sus compañeros y un profesional a carta cabal, dentro y fuera de los diamantes.

Con sus 303 triunfos y 166 reveses, Johnson espera con tranquilidad el escrutinio que de su nombre hagan de los periodistas, después de haber cosechado cinco trofeos Cy Young, y de estar ocupando la segunda casilla de todos los tiempos, entre los serpentineros con más ponches propinados, detrás del inmortal Nolan Ryan. El derecho Ryan tiene 5.714 contra 4.875 del zurdo Randy.

El formidable zurdo que mantenía una recta siempre tropezando las 100 millas por hora (160 kilómetros de velocidad en cada lanzamiento) y una curva hacia la esquina del plato con mucha fortaleza, por mucho tiempo tuvo que afrontar las calamidades del descontrol. Cuando encontró la ruta de las buenas ofertas, brilló con luz propia con los uniformes de los Expos de Montreal, los Marineros de Seattle, los Astros de Houston, los Cascabeles de Arizona, los Yanquis de Nueva York y los Gigantes de San Francisco

Randy fue uno de los héroes en aquella Serie Mundial del 2001, cuando al lado de Curt Schilling, guiaron a los Cascabeles de Arizona a conquistar la corona de ese Clásico de Otoño, nada menos y nada más que frente a los encopetados Yanquis de Nueva York, en una final de infarto, ganando los dos, además, el título de peloteros Más Valiosos de esa Cita de Octubre.

Abridor y relevista

Y que se puede decir de John Smoltz, el derecho de los Bravos de Atlanta, y transitoriamente de los Cardenales de San Luis y los Medias Rojas de Boston, quien se portó a la altura tanto en la rotación como abridor de la novena, como en plan de relevista, cuyas actuaciones dejaron boquiabiertos a más de uno, cuando los críticos consideraron que estaba en la hora de irse de la Gran Carpa, para cimentar su nombre como apagafuegos en las mayores.

Con 213 victorias y 155 derrotas, Smoltz dejó bien sembrada sus actuaciones como abridor, obteniendo el premio Cy Young en 1996, cuando tuvo marca de 24 ganados y 8 perdidos con los Bravos, pero no pudieron ganar la Serie Mundial de ese año, que disputaron frente a los siempre poderosos Yanquis de Nueva York.

Más adelante, en el 2002, Smoltz se ungió como taponero de primera línea, cuando implantó el registro de 55 juegos salvados con los Bravos para acumular, al final de su carrera, un gran total de 154 partidos salvados.

Smoltz, sin embargo, nunca pudo conseguir un anillo de Serie Mundial, algo que siempre anheló pero que jamas conquistó, porque los Bravos alcanzaron la corona de Otoño por última vez en 1995, cuando todavía él no había aparecido en la nómina de Atlanta. Y desde entonces, sus Bravos no han podido capturar nuevamente el título del Béisbol Organizado.

Don Pedro

Entre esos tres lanzadores, el dominicano Pedro Martínez es una figura indiscutible para esperar, más tarde que temprano, que su nombre, su trayectoria, sus numeritos y su talento, lo lleven a ocupar un puesto en el Salón de la Fama.

Don Pedro, con menos de 250 triunfos en las Grandes Ligas, tiene otros registros que le permiten catapultar su nombre a la fama y la gloria que le da llegar a Cooperstown. Su marca de 219 triunfos y apenas 100 derrotas, con sus 3.154 ponches propinados y su efectividad de por vida de 2.83, lo acreditan, indiscutiblemente, como un lanzador para llegar a Cooperstown.

Tiene además el historial de don Pedro, ser ganador de una anillo de Serie Mundial, la del 2004 con los Medias Rojas de Boston; tres premios Cy Young, uno en la Liga Nacional y dos en la Liga Americana; participante en 8 Juegos de Estrellas; cinco veces el mejor lanzador por efectividad y en tres ocasiones, con más ponches propinados a sus rivales.

Suma también el codiciado trofeo de la Triple Corona como lanzador, en la temporada de 1999, cuando fue el mejor por juegos ganados y perdidos, con 23 victorias y apenas 4 derrotas; por efectividad, con 2.07 carreras limpias por juego, y el máximo lanzador en ponches, con 313 bateadores liquidados por la vía de los buenos lanzamientos.

¿Quieren más? Si a todo eso le suman que fue un serpentinero con apenas 1.76 de estatura, bajito para el promedio de los lanzadores en las Grandes Ligas, don Pedro vistió los uniformes de los Dodgers de Los Ángeles, los Expos de Montreal, los Medias Rojas de Boston, los Mets de Nueva York y los Filis de Filadelfia en su prolongada carrera en las mayores, y se erigió en un portento de las serpentinas cada vez que subía a la loma de los sustos.

De los tres, el mejor rodeado por sus actuaciones y hazañas es Randy Johnson. Smoltz y don Pedro, tienen buenos handicaps pero hay que esperar la votación que se dará a conocer el próximo 6 de enero de 2015.

A los tres les apostamos para llegar al Salón de la Fama. Uno con el camino más expedito que los otros, pero todos deben ser ungidos, hoy, mañana o pasado mañana, como grandes entre los más grandes.

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