Tras una agitada vida llena de excentricidades, el artista dejó una extensa lista de éxitos musicales y un cúmulo de escándalos, pero también una asombrosa colección de autos marcados con su sello personal.
Por Germán Hernández
La última vez que Michael Jackson montó en automóvil iba recostado sobre una mullida tapicería color fucsia. Rodaba a menos de 10 kilómetros por hora, con los ojos cerrados, como sin querer saber que abandonaba para siempre el reino del Nunca Jamás. El silencioso motor del Rolls Royce Phantom que lo arrullaba, parecía hacerle fácil viajar sumergido en el sueño dorado que debe producir un ataúd forrado en oro.
El vehículo fue alquilado a la compañía local Land Rover Encino, que suministró además otros cinco Bentley, ocho Land Rover Range Rover y dos limusinas Cadillac Escalade, los cuales fueron escoltados por los 12 autos y 19 motocicletas de la policía de carreteras de California que acompañaron lo que quedó del cuerpo del cantante antes de ser enterrado en el Staples Center de Los Ángeles.
Sin embargo, antes de salir del rancho Neverland, la caravana pasó frente al garaje del artista que al morir, el 25 de junio de 2009, dejó una extensa lista de éxitos musicales y de leyendas sobre sus muchas vidas pero también una colección de carros que parece importada de un concesionario de Macondo, o por lo menos concebida por el psiquiatra de Peter Pan.
En realidad, Michael Jackson era un aficionado a los autos, y en ellos se reflejaba la misma y curiosa transformación que se dio en su atribulada existencia. Cuando el divo aún parecía pertenecer a la raza negra, y sus facciones eran naturales y bellas, sus gustos automovilísticos eran también sobrios. Charlie Moore, dueño del Hollywood Star Cars Museum, le compró a la tía del artista el primer Mercedes Benz del cantante, un SEL modelo 1985, clase S, y el primero de esa gama en usar un motor de inyección de 5 litros, V-8, de 302 caballos de fuerza y caja automática de cuatro velocidades. Hoy, el auto reposa al lado del Lincoln Continental de Elvis Presley y el Jaguar de Frank Sinatra.
A medida de que el genio sufría su inverosímil metamorfosis, también cambiaban sus aficiones por las ruedas. Una de ellas eran las limusinas, todas ellas adaptadas a su excéntrico capricho, como el Toyota Prius adecuado como tal en el que solía desplazarse poco antes de su no menos extraña muerte.
Pero en el garaje había otras cuatro limusinas más, que quién sabe a qué hora y con qué turno –y con qué trajes– utilizaba: en Los Ángeles, que se sepa, aún no se ha establecido el pico y placa. De modo que igual podría salir de Neverland a bordo de su Lincoln Town Car, de 1988, un largo automóvil casi tan blanco como Jackson, fabricado por los especialistas en limusinas DaBryan Coach Builders. El modelo, hecho exclusivamente para Michael Jackson, estaba equipado por un motor V8 de cinco litros, transmisión automática, interior de cuero, sistema de sonido -que incluía dos televisiones Sony-, bar y cristal divisorio. Seis pasajeros cabían perfectamente en su interior.
El cantante también podía montarse en el Cadillac Fletwood Series 60, un carro de 1954 famoso no tanto por ser propiedad de Michael Jackson, sino por haber sido protagonista de la película Driving Miss Daisy, ganadora del Oscar al mejor filme en 1989. El rasgo destacado de esta limusina es su extraordinaria distancia entre ejes: 133 pulgadas, aunque para el artista debía ser un muy extraño vehículo carente de ridiculeces.
Tal vez por eso Jackson usaba poco aquel clásico, y prefería un Rolls Royce Spur II, que significa un antes y un después en la fabricación de limusinas. Con el lanzamiento de este modelo en 1989, Rolls propuso, por primera vez en su línea de producción, frenos ABS de serie, inyección directa de gasolina y rines de aleación.
Pero si hay una limusina que refleja el espíritu exuberante y la imaginación desbordada de Michael Jackson, ésa es la Silver Seraph. Se trata de otro modelo de Rolls Royce del año 1999, cuyo interior es un verdadero monumento al estilo rococó. Fue construido también de forma exclusiva para el cantante, pero él mismo diseñó el habitáculo después de exigir la incrustación de piezas de oro de 24 quilates en el ya de por sí lujoso cuero de la limusina. Allí, en medio de floreros y relojes, no sólo hubiera sido feliz Luis XIV sino que hasta habrían cabido todos sus amantes. Todos ellos disfrutarían de ese motor V12 de 5.4 litros y 322 CV, el primer V12 en 60 años hecho en la Rolls Royce. El último había sido el Phantom III de 1939.
Sin embargo, Jackson no siempre estaba de humor para tanta majadería. Entonces se transportaba en carritos de golf o camionetas que, no obstante, se distinguían por algún tinte de extravagancia. Una de ellas es una GMC High Sierra de 1986 que el artista, al borde de un ataque de nervios, mandó transformar en un carro de bomberos. En el podio de los vehículos que harían palidecer de envidia a Pedro Almodóvar figura también un Golf Cart W en cuyo capó Jackson se pintó a sí mismo vestido de Peter Pan.
No se queda atrás una motocicleta Harley Davidson Touring 2001 con luces y sirenas de la Policía y una réplica del modelo Viper, de Dodge, adornado con imágenes de Homero y Bart Simpson. Ni tampoco un carrito de helados estilo años 50 llamado Neverland Valley, un Jaguar verde, una réplica retro de un triciclo Sky King, un carro de caballos de principios del siglo XX con propulsión eléctrica o la réplica de un Detamble Model B. Roadster, de 1909. Ni mucho menos otros vehículos más modernos, como el Ford Econoline de 1993, con asientos individuales forrados en cuero, y habilitado con consolas de video-juegos clásicas. O un SUV marca GMC, modelo Jimmy, de fines de los años 80.
La colección, que serviría como para acomodarla dentro de un cuadro de Salvador Dalí, se completa con un autobús Neoplan de 1997, dotado de un motor de 500 CV, asientos y cabinas individuales y una corona de rey bordada en la alfombra. Incluye un cuarto de baño pañetado en porcelana, oro y granito, y posiblemente fue utilizado por cantante en la gira History World Tour de comienzos del siglo XXI.
Ninguno de estos vehículos se los pudo llevar el artista en su travesía del Nunca Jamás al Más Allá.
Y ahora que lleva exactamente un año tratando de decidir si quedarse en el cielo de los negros o en el infierno de los blancos –o en el purgatorio de ambos–, su alma debe de estarse haciendo la pregunta que todos, irremediablemente, nos haremos algún día:
–¿Cómo es el auto en el que viaja Dios?–
Los autos de Michael Jackson
Esta es la lista de vehículos que dejó Michael Jackson.
- Limousine Lincoln Town Car de 1988 blanca
- Rolls Royce Silver Seraph de 1990 (con incrustaciones de oro)
- Rolls Royce Spur II de 1990
- Cadillac Fleetwood Series 60 Special 4 Door Sedan de 1956
- Neoplan Tour Bus de 1997
- Harley Davidson de policía
- Un carro de bomberos
- Ford Econoline 1993
- GMC Jimmy de los 80
- Carrito de golf Peter Pan
- Dodge Viper miniatura
- Carruaje del siglo XX eléctrico
- Detamble Model B Roadster réplica, de 1909.