Por: Juan Restrepo
El golpe de Estado perpetrado por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela es de manual y se veía venir desde que la oposición ganara la mayoría en la Asamblea Nacional en 2015. Desde ese momento miles de venezolanos han sido detenidos por ser contrarios al régimen, más de un centenar de personas —entre ellas el líder opositor Leopoldo López— están encarceladas en condiciones degradantes, y las fuerzas de seguridad del Estado se reservan el derecho de detener arbitrariamente y torturar a quien les da la gana.
El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), controlado por el poder ejecutivo, como primer paso para lo que ahora ha ocurrido, despojó al parlamento de sus poderes, y justo en una semana en que se ha hablado de la posibilidad de que Venezuela sea expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA), ocurre este mazazo a la legalidad.
Nada sorprendente, por otra parte. El secretario del organismo interamericano, Luis Almagro, hizo el 14 de marzo una llamada al régimen de Maduro a realizar elecciones justas y libres como manera de evitar la salida de Venezuela de la OEA, de acuerdo con la Carta Interamericana mediante la cual se garantiza la democracia como un derecho de los ciudadanos de los países miembros.
La respuesta de Maduro no se hizo esperar e invitó a Almagro a hacer con la Carta Democrática una difícil contorsión de índole exploratoria por los bajos de su anatomía. Y acto seguido el mandatario llamó “a una rebelión nacional”. La gente, demasiado ocupada en hacer colas para procurarse algunos productos de primera necesidad, que escasean cada vez más, no ha tenido tiempo o ánimos para seguir el dictado del mandatario, y Nicolás Maduro, por su cuenta y riesgo, ha hecho la rebelión.
Para ello ha contado con un alfil de lujo: Maikel José Moreno Pérez, presidente del Tribunal Supremo, un jurista con un pasado digno de una novela de gangsters en la que, como en toda amena trama de suspense, el bueno resulta malísimo. El juez Moreno, está acusado de haber asesinado a una mujer cuando se desempeñaba como oficial de la policía política a finales de la década de los años 80. Por este crimen estuvo dos años en prisión
Como seguramente no contaba entonces con llegar a la alta magistratura que hoy ocupa, descuidó su curriculum y fue relacionado con otro homicidio, dos años después de conseguir un beneficio procesal y reincorporase al cuerpo policial. Tras participar en un confuso tiroteo en el que murió un ciudadano, el agente Moreno fue expulsado de ese cuerpo armado.
En el gobierno de Hugo Chávez, Moreno Pérez apareció graduado en Derecho ejerciendo como tal en el Ministerio Público. Su meteórica carrera lo ha llevado a la más alta dignidad de la justicia venezolana en el gobierno de Nicolás Maduro; y al jurar su cargo a finales del pasado mes de febrero, prometió trabajar “24 horas al día para acabar con la impunidad y la corrupción en este país.”
Producto de su celo profesional y del de los colegas que preside, pues, es la sentencia que otorga al Tribunal Supremo las funciones de la Asamblea Nacional, el Parlamento, que representa a todos los venezolanos. Una maniobra política con la que Nicolás Maduro ha alcanzado un punto de no retorno en su aventura de poder. Maduro se ha quitado la máscara definitivamente y, aunque hasta ahora existía la ficción de una Asamblea opositora, la realidad es que desde hace tiempo dejó de existir en Venezuela la clásica división de poderes de la democracia.
Una destacada figura del régimen, ex canciller y ex embajador en la OEA, Roy Chaderton, ha dicho que Venezuela “puede vivir sin la OEA”, lo que parece indicar que Maduro tomó la decisión de impulsar la sentencia del TSJ, previendo incluso una suspensión de su país de la Organización. A nada de toda esta movida, por otra parte, debe ser ajeno el gobierno cubano. Es bueno no perder de vista este punto.
Sorprende, por último, la reacción de la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, al afirmar que la sentencia del Supremo significa “una ruptura del orden constitucional”. Luisa Ortega no es ninguna opositora, todo lo contrario, es de estricta disciplina chavista y su declaración en un momento tan delicado es algo que no se veía desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999. Habrá que esperar la reacción de Maduro, pero esta inédita manifestación de independencia podría suponer una ruptura y una lucha por el poder entre dos facciones del chavismo.