Los desaciertos en algunos actos de jurisprudencias de la Corte Suprema, que polarizan al país en lugar de unificarlo en torno a la justicia, nos demostraron que vivimos en La Patria Boba. La Corte es la máxima rectora de justicia en cualquier país que se precie de ser democrático. Su fallo en torno al ex congresista Wilson Borja fue demasiado amplio y no solo lo exoneró de toda culpa, como seguramente debía ser, sino que dejó sin piso los procesos de juzgamiento y extradición, que en diversos países del mundo, se siguen contra integrantes de las FARC, y que no decir de lo que pueda ocurrir en Colombia. Su concepto emitido, de manera amplia y sin condiciones, dejó en clara desventaja al Estado Colombiano con respecto a su lucha contra el terrorismo. Pero lo más curioso es que para la Corte, los computadores incautados a los paramilitares, mediante allanamientos del ejército, resultaron validos para juzgar la parapolítica pero los de Raúl Reyes, impedidos para la Farc política. No queremos pensar la imagen que de Colombia se hacen otros países que han demostrado disposición en aliarse en la lucha contra el terrorismo. Mientras el país duda la guerrilla ríe. No queremos pensar que la Corte insiste en pasarle cuentas de cobro al ex presidente Uribe, su “garrotera de comadres” es con él, no con el pueblo colombiano.