En este país donde la vida no tiene ningún valor, porque las amenazas se cumplen casi al pié de la letra, nada resultó más conmovedor que la muerte de un pobre caballo en plena carrera 7 con calle 72. El animal no tuvo más fuerzas para soportar la crueldad de sus amos, que al parecer, resultaron más bestias que su pobre víctima.
Quizás, este hecho, para muchos despistados ciudadanos, no indique mucho, pero para el contexto de esta ciudad que se desborona, cada día más, por culpa de sus ineptos gobernantes, sí. No existe una lógica alguna, para que en pleno siglo XXI, en una metrópoli como la nuestra, estos pobres animales, a capricho de sus explotadores y para cumplir con su trabajo, deban meterse por entre un enjambre de carros arrastrando una pesada y vetusta “zorra”; y no hay derecho a que nadie le ponga coto a esta vergonzante situación.
Hace algunos meses se intentó por decreto sacar estas «zorras» de la calle y entregarles a sus propietarios un camión, pero ellos, mediante una manifestación en la Plaza Mayor, la de Bolívar, echaron abajo la decisión y pidieron un tiempo más, y las autoridades, en un acto democrático, aceptaron. Pero esto de democrático no tiene nada, porque la democracia incluye, evitar la crueldad en cualquiera de sus manifestaciones. Lo peor es que el llamado acto democrático entrará a dormir el sueño de los justos, y nadie intentará revivirlo.
Los zorreros no aceptaron la propuesta por razones obvias. El camión además de su costo, requiere una inversión para su mantenimiento y el caballo no. Si al camión no se le hace mantenimiento correspondiente no anda y el caballo con la mínima comida, como fue el caso de la 72, trabaja o se muere. El Camión no trabaja cuando se vara y echarlo a andar cuesta y el caballo no trabaja cuando se muere y remplazarlo es my barato El camión paga impuestos, gasolina y aceite, el caballo solo un kilo de pasto, si esta de buenas. El caballo produce tanto como el camión y traga menos y como estas hay muchas razones más.
Lo anterior fue lo que alcahueteo la Administración Distrital con haber reculado en su decisión. El sacar a los pobres caballos de las calles no tiene nada antidemocrático, simplemente una decisión para asear la casa, ponerla en orden y evitar a toda costa que la crueldad siga imperando en una sociedad tan injusta. Pero ¡claro!, una disputa con los zorreros, como en el caso de la suspensión de las corridas de toros, no le da ningún cartel favorable al alcalde Petro, quien ante su ineptitud como burgomaestre de la ciudad, “cartel bueno” es lo que necesita. Pero es hora de que los caballos esclavos salgan de las calles de la ciudad.