Por: Juan Restrepo
No se entiende muy bien para qué se esforzó la Cancillería colombiana en postular a Ernesto Samper, en agosto del año pasado, como secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur. Aunque a decir verdad, a la vista de lo que está ocurriendo en Venezuela, lo que no se entiende es la existencia de esa organización regional ni de otras como la OEA.
Dirá la cancillería colombiana que era conveniente en ese cargo un connacional por el papel de Venezuela en conseguir que la guerrilla de las FARC se sentara a hablar con los enviados de Bogotá en las conversaciones de La Habana. Pero dicho argumento, si es que tuvo alguna validez, fue con Hugo Chávez en vida. Nicolás Maduro hoy no pinta nada en ese asunto.
Samper se presentó en Venezuela, junto a los cancilleres de Brasil, Colombia y Ecuador para reunirse con Maduro y algunos actores sociales y políticos de la situación que atraviesa el país y cerró su gestión con unas declaraciones que ofenden a la inteligencia. Según el expresidente colombiano “hemos manifestado nuestra preocupación sobre los hechos judiciales que han ocurrido, sabemos que en Venezuela hay separación de poderes”.
Si los colombianos no conocieran bien a Ernesto Samper se habrían sorprendido, pero su cinismo y caradura son tan proverbiales que aquí pareció la cosa más normal de mundo. Los venezolanos deben saber que sus vecinos del otro lado de la frontera, no piensan como su expresidente y que éste solo representa a la clase de burócratas de la diplomacia internacional a quienes lo único que les interesa es recibir a fin de mes un jugoso estipendio.
Samper fue puesto en el cargo con la anuencia del presidente venezolano y está representando a las mil maravillas el papel que quería de él Nicolás Maduro, el de mamporrero de su régimen. (Para quienes acudan al diccionario a buscar esta palabra no muy usada en América, aclaro que es también el que elige bando para alabar, por tanto se necesitan dos: uno abre la boca y el otro inserta las palabras). Un lamentable papel que sería hasta cómico si no estuviera de por medio la tragedia que vive el pueblo venezolano.
Y es que Samper habla, a diferencia de otro inútil de la diplomacia internacional como José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos, OEA, que por lo menos está callado. Samper habla y cuando lo hace parece que hablara Maduro.
En Venezuela el régimen autorizó a la guardia a usar armas de fuego contra los manifestantes, armó grupos de civiles para que lo defiendan, tiene encarcelados en condiciones infames a un buen número de opositores, y tiene sometidos a acoso judicial a los que están en libertad. Está acabando con la poca prensa libre que queda y Maduro ha endurecido su gobierno con teorías conspirativas que son avaladas inmediatamente por el flamante secretario general de Unasur.
Con su estrategia de denunciar supuestos golpes de Estado Maduro trata de desviar la atención del deterioro social que vive Venezuela. Tiene al Fiscal general y a los jueces a su disposición y si hay algo que falte en el país, además de racionalidad y papel higiénico, es independencia de poderes. Por más que Samper se empeñe en acariciar al régimen.