Por: Gilberto Castillo
Enviado especia
Los llaman el pueblo del agua, los hombres del agua, o los hijos del lago y por su forma de vida, que es una hazaña épica de muchos años, antiguamente les atribuían poderes mágicos. Sin embargo los cientos de turistas que los visitan cada mes, los llaman como a ellos mismos les gusta que los llamen, Los Uros, y poco les importa que, sobre la inmensa extensión del lago Titicaca, Perú y Bolivia, además de su línea limítrofe, tengan su propia marina de agua dulce. Ellos son los verdaderos amos y señores del lago más alto del mundo.
Para llegar a Los Uros y conocer su mágica vida, es necesario que usted, después de visitar Machu-Picchu, porque es imposible no ir antes a este paraíso inca, llegue al puerto de Puno y muy a las ocho de la mañana, tome un barco a motor o una lancha para llegar hasta sus islas flotantes donde viven desde épocas inmemoriales. Por el tiempo necesario para encontrarlos no pregunte, porque si en la noche hizo demasiado viento, no van a estar cerca de las orillas del lago sino muy adentro, quizá a una o dos horas en barco.
Sobre lo que no se han puesto de acuerdo los historiadores es sobre su origen. Ellos mismos, en sus leyendas orales, que van de generación en generación recorriendo los caminos del tiempo, afirman que son un tronco y que pertenecieron a la primera humanidad hecha por los dioses en esa zona de la tierra.
El centro del lago fue su escudo
Dentro de algunas de las informaciones que dan los cronistas se lee que para sobrevivir frente a los ataques de tribus más fuertes, encontraron el centro del lago como escudo, que se volvieron pescadores por naturaleza y que en tierra, fueron gentes de poca reputación, y como no eran útiles ni para el trabajo ni para la siembra, no tuvieron cacique que los mandara. Básicamente vivían de la caza y de la pesca, y se alimentaban de Totora una planta que se da en el mismo lago y que para ellos, a lo largo de los siglos, ha sido su fuente de vida y de subsistencia. Si no existiera la Totora Los Uros no vivirían.
“El lago nos da todo pero también nos lo quita incluida la salud, y una expectativa larga de vida”, dice Manuel Guinde un Uro balsero encargado de llevar a los turistas de una isla a otra mientras el barco que nos acerco hasta ellos espera anclado en el desembarcadero también fabricado en totora.
“Nos da y nos quita, porque si bien es cierto que produce laTotora que utilizamos para construir las islas sobre las cuales vivimos todo el tiempo porque tenemos nuestras viviendas y nuestras familias, así como la pesca y las aves que cazamos; el frío es cruel, sobre todo en la noche cuando salimos a pescar, y la mayoría sufrimos de artritis. Si a esto le sumamos los problemas pulmonares, entenderá que la expectativa de vida de nuestro pueblo no sobre pasa los cincuenta años”. Nos sorprende la forma como habla, pero adivinando nuestra pregunta, nos aclara que estudió hasta primer año de universidad y que por falta de recursos no pudo seguir por lo que se volvió balsero desde hace varios años para alimentar a su familia.
La Totora es su pan y su oxigeno, con ella construyen balsas de diferente tamaño, algunas tan grandes como una cuadra en la que viven varias familias, con su propio gobernador que depende de un gobernador general. Al poner los pies sobre ellas se siente algo de miedo porque se bambolea como una hoja gruesa sobre el agua, y se adquiere la sensación de que se va a hundir pero no; si es capaz de soportar el peso de tantas viviendas también hechas enTotora, igualmente es capaz de soportar al grupo de turistas que bajan del barco y llegan a curiosear esta forma de vida y a comprar artesanías de toda índole producidas por ellos, así como aves disecadas de infinitos colores.
Han aprendido que el turismo es su presente y su futuro
Los hombres son morenos, mas bien bajitos, enjutos y fuertes. Las mujeres como ellos de ojos negros, cabello oscuro y trenzas largas. Visten ropas gruesas para soportar el frío que persiste a toda hora a pesar del sol. Los niños de ojos vivaces y mejillas sonrosadas corren por entre los turistas y a la menor disculpa tienden la mano para pedir un dólar, y no posan para una foto mientras no les paguen. Como sus padres han aprendido que el turismo es su mejor fuente económica ahora y en el futuro.
Las islas, también llamadas Kilis, con infinita paciencia son tejidas y construidas por ellos mismos con Totoraseca, y el que sean flotantes o rosen el fondo depende de las temporadas de lluvia. Si el nivel de las aguas sube, flotan, si baja, quedan a nivel del piso. La diferencia está en que si flotan, quedan a la deriva del agua y a merced de los vientos que las arrastran caprichosamente.
De tanto renovar la Totora para que estén en buen estado, adquieren grosores hasta de tres metros y en las más viejas, aunque parezca increíble, se escaba y se encuentra tierra que sirve para realizar algún cultivo en pequeña escala. Algunas de estas islas sostienen, la escuela para los niños y el salón comunal. Otras la sede administrativa y la iglesia que a diferencia de las viviendas comunes están construidas en teja de zinc y madera.
El día para Los Uros es bendito por los turistas y los dólares que pueden ganar a costa de ellos. Lo difícil son las noches oscuras cuando todo queda en silencio y salen a pescar para que, como dicen ellos, los peces no vean la red y huyan. Es allí cuando la temperatura baja empieza a atacarlos en las coyunturas que son su talón deAquiles, “por ahí se nos desarma el cuerpo” diceManuel Guinde mientras nos lleva de un sitio a otro remando con calma sobre unas aguas mansas.
“Muchas veces nos va mal y no pescamos nada y para rematar, a la mañana siguiente, si hizo demasiado viendo las balsas con nuestras familias están muy esparcidas y nos toca organizar jornadas en lanchas a motor para ir a traerlas de donde las dejo el viento, por eso, lo mejor, -agrega en broma-, es que si la noche es clara y de luna hermosa, nos quedamos en casa para procrear hijos».