Al cumplirse un año del fallecimiento del columnista D’Artagnan, este 24 de febrero, y del Día del Periodista, este 9 del mismo mes, reproducimos un texto en el que el conocido espadachín cuenta cómo nació el periodismo político en Colombia.
Por : Roberto Posada García-Peña
Contra lo que puede pensarse, no fue el Papel Periódico de la ciudad de Santa Fe —primer medio de comunicación escrito, aparecido el 9 de febrero de 1791— un modelo de buen periodismo. Entre otras razones porque su director, Manuel del Socorro Rodríguez, era un humanista y por tanto no tenía más afán que el de hacer literatura con obras que él creía ‘amenas e instructivas’, pero que a la postre resultaban pesadísimas. Tan cierto es esto que los personajes que colaboraban frecuentemente en el Papel Periódico eran los mismos que conformaban la ‘Tertulia Eutropélica’, que se reunía todos los martes y a la que asistían, además de don Manuel del Socorro, ‘Hebephilo’ (seudónimo de Francisco Antonio Zea), Luis de Astigarra, José Celestino Mutis, Francisco Javier Matiz y otros sabios, y versificadores que obviamente produjeron y dejaron ensayos tan valiosos como impotables.
El sencillo hebdomadario que se formaba en pequeños cuadernos de ocho páginas y cumplía más bien una función intermedia entre lo que hoy es el diario y la revista, llegó sin embargo a tener 400 suscriptores, a más de que contaba con corresponsales oficiosos en los pueblos y aún con colaboraciones que enviaban de la Costa y de Panamá. Era naturalmente una hoja que se publicaba bajo el visto bueno de las autoridades del Virreinato y que por lo mismo carecía de una posición que se pudiera interpretar como nacionalista.
Mas, a pesar del buen espíritu que animó a sus inspiradores, nuestro primer periódico no alcanzó a completar seis años de vida, y fue así como el 6 de enero de 1797 se clausuró la pequeña empresa, que para entonces registraba a su favor 265 ejemplares. Pero ello debió ocurrir por otras causas, ajenas a los simples tropiezos económicos: el virrey José de Ezpeleta regresaba de nuevo a la Península y había sido él quien había traído de Cuba —antes de venir al Nuevo Reino de Granada– al entonces carpintero Manuel del Socorro Rodríguez cuando Ezpeleta ocupaba en la Isla el puesto de Gobernador y Capitan General. Además –según narra un acucioso historiador–, la publicación murió malquistada con una parte del ‘vecindario’, según se deduce de un soneto del mismo Rodríguez que termina con este lánguido remate:
Mas ¿qué has logrado al fin?
¡Triste experiencia!
Mil ataques sangrientos que a porfía
te han hecho con nefanda tiranía
los hijos de la cruel malevolencia.
El correo curioso
Vino luego, cuatro años después, el ‘Correo curioso, erudito, económico y mercantil de la ciudad de Santafé de Bogotá’, bajo la dirección de dos criollos muy respetables y cuerdos como eran don Jorge Tadeo Lozano y el presbítero José Luis de Azuola y Lozano, con el mismo plan que la gaceta antecesora pero menos inclinados a los versos –a las malos versos– que por entonces abundaban. Quizás para eludir este tipo de colaboración los Lozano prefirieron la prosa, y el mismo don Jorge Tadeo escribía siempre sobre cuestiones económicas. Por eso dice Gustavo Otero Muñoz que “fue (Tadeo Lozano) el primer economista que haya habido en Colombia”, imbuido como estaba de las nuevas ideas de la cultura borbónica y tocado de republicanismo por la Revolución Francesa.
El Correo curioso solo alcanzó a completar 46 números. Cinco años más tarde y otra vez baja la batuta de don Manuel del Socorro, se fundó El Redactor Americano, periódico semioficial y “al servicio de ambas majestades”, naturalmente con los auspicios del virrey Amar y Borbón. Apareció el 6 de diciembre de 1806 –cuatro años antes de la Revolución– junto con el Alternativo del Redactor Americano, suplemento este último consagrado a artículos instructivos y elucubraciones filosóficas que se publicaba cada mes y se repartía con El Redactor.
El periodismo revolucionario
Ya por entonces comienza a palparse la sensación de un ideal y a forjarse el movimiento inicial de la independencia. Como fruto de dicha gestación, el 3 de enero de 1808 vio luz pública el Semanario del Nuevo Reino de Granada, dirigido por Francisco José de Caldas y que a la postre habría de convertirse en el órgano precursor de la Revolución de Independencia. En efecto, fue el primer periódico que exhibía con continua asiduidad muestras de un beligerante independentismo, que Caldas matizaba sutilmente con ensayos literarios y científicos de no menos valor.
Meses después nace y empieza a establecerse lo que en la historia de Colombia se ha conocido como ‘periodismo de la época revolucionaria’. Es así como, al tiempo que el semanario de Caldas se imprime desde las mismas prensas donde anteriormente se habían editado los primeros periódicos —es decir, de la Imprenta Real manejada por don Antonio y don Bruno Espinosa de los Monteros–, el Diario Político de Santafé de Bogotá, fundado igualmente por Francisco José de Caldas y con la ayuda de Joaquín Camacho, “para divulgar las resoluciones de la Junta Suprema y propagar los ideales de la Emancipación”.
En un principio no fue fácil levantar los fondos para garantizar la estabilidad de este órgano, y fue así como la Junta Suprema ordenó un auxilio de dos mil pesos para la nueva publicación; deuda que el Diario Político jamás alcanzó a restituir en su totalidad porque, con el número 46, se despidieron sus redactores del público lector. De la deuda sólo pudieron pagar 300 pesos y lo demás –dicen las crónicas– fue condonado a las viudas de Caldas y Camacho por el Congreso de Cúcuta de 1821.
Se prolonga esta etapa de rebeldía contra la corona y de nacionalismo con la aparición casi simultánea de dos periódicos más: El Argos Americano, en Cartagena, de José Fernández Madrid, y el Aviso al Público, en Santa Fe, del padre Padilla.
Curiosamente, ambas publicaciones se trenzan en ardidas polémicas por diferencias que más que todo se referían al Centralismo propugnado por el diario del padre Padilla, o al Federalismo, que anhelaba ahincadamente El Argos. Este último tuvo dos épocas, y hasta tres: la primera, que fue cuando se fundó en Cartagena; la segunda etapa, que se editó en Tunja y en Bogotá (1815-1816), y una ultima, en 1821, época en que el periódico reapareció también bajo responsabilidad de Fernández Madrid y con la colaboración del célebre escritor argentino José Antonio.
El Periodismo de la Patria Boba
Y llegamos a lo que nuestros más conspicuos críticos han dado en nombrar como ‘la hoja inmortal de Nariño’, La Bagatela, que, bueno es decirlo, se convierte desde un comienzo en nuestro primer modelo de periodismo de oposición, pues la verdad es que Nariño se dedica a encender el vendaval revolucionario hasta tal punto que logra tumbar un gobierno y crear otro, encabezado por nuestro propio ‘Precursor’. Esto es recién pasada la Revolución de 1810, unos años después. De entonces para acá crece igualmente aquella hipótesis según la cual la influencia que ejerce un periódico resulta a todas luces más valiosa que la circulación que éste puede tener. Pero es Nariño, además, quien durante su mandato establece y garantiza la liberad de imprenta, que incluso era auspiciada económicamente por el mismo gobierno.
Es así como Tunja, Popayán y Medellín –y, claro está, Cartagena– adquieren prensa propia e iniciativa de los gobiernos seccionales revolucionarios, y en consecuencia empiezan a aparecer la Gazeta de Cartagena de Indias –que sustituye a El Argos– y elBoletín de Tunja, publicación oficial pero que sin embargo estaba dirigida a servir de catapulta contra el poder central que presidía Nariño en Santa Fé. Poco después se inicia una verdadera explosión periodística –El Observador Colombiano; El Mensajero;El Anteojo de Larga Vista; El Permanente; El Explorador, entre muchísimos otros– menos prestigiosos y que proliferan como reflejo de un período que mejor es no menearlo: la Patria Boba (1812 -816). Y esto a pesar de que –según señala el historiador Otero Muñoz– “en todos ellos alienta el generoso espíritu de los grandes días heroicos”.
¿Qué viene luego? La República de Colombia y, con ella, muchas sueltas y nuevas gacetas que nacen y mueren con la misma rapidez y facilidad. Mas, para hacer honor a la época, ante todo hay que mencionar el Correo del Orinoco, de Francisco Antonio Zea, publicado por orden de Bolívar y en el que se registraba el triunfo definitivo de la Revolución. Paralelo con El Correo surge La Gaceta (ya sin ‘zeta’ sino con ‘ce’) de Caracas, redactada por el doctor José Domingo Díaz, que era enemigo irreconciliable de Bolívar y de todos cuantos seguían y siguieron a éste en la batalla por la Emancipación. Lo anterior, sin embargo, no resultó obstáculo para que el Libertador continuara su marcha disponiendo de otras publicaciones solidarias con su causa como la Gazeta de Santa Fé de Bogotá (cuyo primer número apareció el 15 de agosto de 1819) y el Correo de la Ciudad de Bogotá, que ayudaban a escribir el general Santander y los doctores Vicente Azuero y Francisco Soto.
El periodismo político
A partir de este momento (1822) en adelante surge una ola de periodismo político que se traduce en panfletos que sus impresores bautizan con títulos generalmente pintorescos: El Verdadero Defensor de Colombia; El Verdadero Asesor de Colombia;El Verdadero Preservador de Colombia; El Verdadero Censor de Colombia, escritos en lenguaje chabacano pero que llegaban más directamente al lector. Seguramente por esa misma razón Nariño y el propio Santander decidieron emplear tácticas semejantes, el uno –el llamado ‘Hombre de las Leyes’- con El Patriota y Nariño conLos Toros de Fucha, para contestarse y recriminarse con ataques virulentos que iban de un lado a otro.
Obviamente, la gresca entre federalistas y centralistas se libró desde las prensas con ardor y –según Otero Muñoz– con ‘ruidosa algazara’. Santander, en asocio de Vicente Azuero y otros, atacaba a los federalistas desde las columnas de la ‘Gaceta de Colombia’. Y Antonio Nariño luchaba -en El Insurgente– por una reforma constitucional cuya actitud ambigua le valió que se le tomara por jefe de los federalistas.
Tanto el estilo como los enfrentamientos continuaron por boca y pluma de otros criollos a través de apuntes mordaces, que no pocas veces resultaban insultantes. El Preguntón; El Aficionado, El Volante, fueron muestras de beligerancia sin contemplaciones y, más tarde, al aproximarse los días de la disgregación de la Gran Colombia, se cultivó una escuela odiosa y plebeya, cuyas hojas –El Buscaniguas, El Fuete, El Nazareno Negociante, El Bobo Entrometido– reflejan la calidad de un oficio que todavía no ejercían en propiedad los periodistas, sino los políticos.
Quién fue Manuel del Socorro Rodríguez
Don Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del periodismo colombiano, envuelve en su personalidad muy significativos valores. Habia nacido en Bayamo, Cuba, en 1756. En sus primeros años estuvo completamente dedicado al oficio de carpintero, como un medio para socorrer sus necesidades y las de su familia. Sin embargo, sus entusiastas inclinaciones intelectuales lo llevaron a estudiar, como autodidacta, todas las ramas de las humanidades. Esa circunstancia determinó la forma puramente casual como hubo de vincularse posteriormente a la historia cultural de nuestro país.
En efecto, en 1787 don Manuel resolvió presentarse ante el Real Colegio de San Carlos, de La Habana, para ser examinado en Humanidades; y fue tan afortunada su presentación, que uno de los testigos –que lo era el entonces Gobernador de Cuba, don José de Ezpeleta– hubo de impresionarse tan favorablemente por sus condiciones que, cuando Ezpeleta fue designado por la Corona para ejercer el Virreinato de Santa Fe, dispuso traer consigo, bajo contrato especial, a don Manuel del Socorro Rodríguez, para que fuese el director sus campañas culturales en la Nueva Granada como bibliotecario y carpintero. El humanista quedó desde entonces estrechamente vinculado a la Nueva Granada.
Fundó don Manuel el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá (cuya historia reseñamos en otro lugar) y luego de clausurarse en enero de 1797, reapareció Rodríguez nueve años después –diciembre de 1806– dirigiendo El Redactor Americano, en el continuaba la antigua inspiración realista del Papel Periódico, bajo la tutela del virrey Amar y Borbón, y que fue publicado durante tres años junto con una especie de suplemento literario –el Alternativo–, donde patriotas como García Tejada y Fernández Madrid hicieron sus primeros fuegos.