Por: Gabriel Ortiz
Nadie alcanzaba a imaginar toda la ruindad, descomposición y sordidez que se conjugaban en “el cartucho”, rimbombantemente denominado ahora, Bronx.
Se sabía que allí se agrupaban todos los vicios y la putrefacción a la que ha descendido el ser humano. Se consideraba que era la madre de las ollas en Colombia. A ese imperio de la droga llegaban los enfermos, casi terminales, de la drogadicción, que hemos heredado de esos carteles que nos proyectaron por el mundo entero, como ejemplo del más bajo grado de la descomposición en el orbe. La toxicomanía, la prostitución, el crimen y los instintos más sórdidos reinaban con la complacencia de las autoridades y la sociedad. Ni la mente más depravada esperaba encontrar allí tal hedor e inmundicia, cobijando al indefenso ser humano, que caía en la maldición del vicio y la depravación.
Escudados tras millares de enfermos y aprovechando la tolerancia, se han agazapado en ese turbio gueto los capos que manejan la droga, la trata de blancas, la prostitución, las más terribles enfermedades, el hacinamiento de criminales, el tráfico de sofisticadas armas y todo cuanto tenga que ver con la gangrena social y la inmundicia.
La toma de semejante lacra, deja al descubierto que desde allí salían enjambres de desalmados a corromper e inducir a la drogadicción a niños de los colegios de toda Bogotá. Son dementes que no perdonan edades. Inducen a niños menores de 7 años, a adolescentes, a jóvenes y adultos.
No existe crimen que no se haya cometido en el Bronx. Sus llamados habitantes de la calle se pasean por la ciudad delinquiendo, y llevando al interior del reducto, a secuestrados, a los que torturan y desaparecen.
Tienen escuelas de sicarios que extorsionan y vacunan a comercios e industrias.
El Bronx, el Cartucho, o como quiera que se bauticen estos reductos, continuarán ubicando y controlando territorios en Bogotá y demás sitios del país, porque los capos tienen verdaderas organizaciones criminales para ello. Estamos en una simple efervescencia, pero ella pasará, porque los “padrinos” están muy por lo alto en la política, las administraciones, los cuerpos armados, la justicia y la sociedad.
Hay que aprovechar la coyuntura para sepultar por siempre esta hediondez, o someternos, y dejarla que nos consuma.
BLANCO: El golpe a los enemigos de la paz. Ya hay Acto Legislativo que se requería.
NEGRO: La infiltración de los paros campesinos. Reclamar sin violencia.
gabrielortiz0@hotmail.com