Esos íconos no van más allá de Simón Bolívar, a quien dicho sea de paso debemos desmitificar y poner en sus dimensiones reales. Otro ícono sería la India Catalina, la del renombrado monumento de Cartagena, a quien le erigimos una estatua sin saber por qué razón, y la verdad es que no hay ninguna para merecerlo, por el contrario, esta mujer tan reputada traicionó, a su raza.
Fue ella la verdadera conquistadora del sitio de Cartagena donde se afincaban los más fieros guerreros que en territorio colombiano se hayan conocido, quienes antes de ser doblegados habían vencido en franca lid a conquistadores bravos y valientes como Juan de la cosa y Alonso de Ojeda, lo dice Gilberto Castillo en su libro, Balboa y el mar del sur. Gracias a ella, pudo Pedro de Heredia apoderarse del sitio de Calamari, pues Catalina -con sus costumbres y encanto europeo, aprendidos en la isla de La Española-, era la encargada de seducir a las mujeres indias para pedirles que exigieran a sus hombres no pelear contra los invasores porque entonces nunca serían sofisticadas ni elegantes como ella. No en vano murió en el seno de sus protectores. De no ser por Catalina seguramente otro rumbo hubiera tomado la conquista de esa zona del territorio colombiano. La India Catalina un ícono que debemos estudiar, para aclarar de una vez por todas nuestras creencias y nuestra historia.