Por: Rolando Andrés López
Sesenta y tres años se cumplen por estos días desde que el mundo entró el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica. Ese día, a las 5:29 de la mañana, cerca a la población deAlamogordo (Nuevo México), Estados Unidos hacía estallar la primera bomba atómica. Era la fórmula que buscaban norteamericanos e ingleses para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo la rendición alemana no permitió que fuera utilizada enEuropa, como se hizo más tarde contra Japón.
Los físicos de comienzos de siglo habían realizado investigaciones que revelaban la formidable energía que se podía conseguir a través de la fisión de átomos. Rutherford, Thompson y Planck advirtieron el potencial que tenían entre manos, pero no sabían cómo dominarlo, pues las cantidades de energía que podían obtenerse eran exorbitantes. Cuando Adolf Hitler subió al poder, una de sus más trascendentales decisiones fue la de conseguir nuevamente una posición hegemónica para el pueblo germano en el concierto mundial, lo cual sólo se podría obtener a través del poderío militar.
Hitler conocía las teorías atómicas por lo que junto con su camarilla de físicos nazis, decidió afrontar la carrera por la bomba atómica. Los arios tendrían que adelantarse a los anglosajones, quienes ya conocían las ventajas derivadas de tener primero el artefacto.
El aviso de Einstein
Albert Einstein, el físico más famoso de este siglo, sabía que el Fuhrer estaba detrás de la bomba, y conocía así el peligro que corría el mundo si Alemania la construía primero. Por eso escribió una carta al presidente de los Estados Unidos, Franklyn D. Roosevelt, conminándolo a entrar en la carrera nuclear, ganarla, y salvar a la humanidad de que el arma estuviera en manos de un loco.
Roosevelt comentó la carta con su Estado Mayor y con el primer ministro inglés, Winston Churchill. El consenso fue que los aliados debían desarrollar el arma antes que nadie. Inmediatamente se organizó un equipo con los mejores físicos del mundo bajo el mando del norteamericano Robert Jules Oppenheimer. En él participaron Enrico Fermi, Ernest Lawrence, Niels Bohr, James Chadwick, Hans Bethe, John von Neumann y Edward Teller entre otros.
Comenzaba el Proyecto Manhattan. Varios billones de dólares se invirtieron, hasta que finalmente el 2 de diciembre de 1942, bajo las tribunas del estadio de la Universidad de Chicago se logró una reacción nuclear controlada. Se había liberado al gigante. Era la primera vez que se producía en forma sostenida y bajo control energía atómica. No obstante los informes provenientes de Alemania indicaban que los nazis también estaban muy cerca de hacer lo mismo.
El servicio de inteligencia británico detectó que los alemanes estaban produciendo agua pesada (deuterio) en Narvik (Noruega), un elemento necesario para conseguir la fisión controlada de átomos. Comandos ingleses con la colaboración de la resistencia noruega destruyeron la fábrica de deuterio, retrasando considerablemente el programa atómico de Hitler. Cuando el Fuhrer supo del atento a la planta tuvo uno de sus frenéticos accesos de ira y dejó a un lado su proyecto de construir la bomba atómica. Lo importante ahora era mejorar las bombas V-2 para poder bombardear a Nueva York.
“Tan brillante como diez soles”
En la madrugada del 16 de julio de 1945 los norteamericanos hicieron la prueba del artefacto. Quienes asistieron a la explosión afirman que el “espectáculo” fue sobrecogedor. Uno de los habitantes de Nuevo México que se percató de la explosión dijo que “parecía como un amanecer, pero tan brillante como si fueran diez soles saliendo al tiempo”. El rendimiento conseguido por la bomba fue superior al esperado. Con 50 kilos de uranio se logró una explosión similar a la de 20.000 libras de TNT, lo que equivale a la energía liberada por 400 billones de libras de carbón en unos cuantos segundos.
La bomba se colocó en una torre de 35 metros de altura, la cual se vaporizó como consecuencia de los cinco millones de grados centígrados que se alcanzaron en ese sitio. La arena del desierto
se fundió convirtiéndose en vidrio en un radio de 800 metros. Fue tal la impresión de algunos científicos que participaron en el experimento, que Oppenheimer y Einsteincambiaron su idea respecto al terrible invento, volviéndose en su contra. Sin embargo, esto no importaba mayormente a Truman, quien estaba interesado en terminar la guerra a cualquier precio.
Primero, quería evitar más muertes de soldados norteamericanos en el frente del Pacífico. Segundo, parar los gastos derivados de la invasión a Japón, programada para el 1° de noviembre, y que hubiera significado un año más de duras batallas. En último lugar, el objetivo era enviar un claro mensaje a la Unión Soviética sobre la hegemonía norteamericana en el ámbito mundial. El triunfo del Ejército Rojo en Europa representaba para Stalin el derecho a decidir un nuevo orden no sólo en Europa, sino en el Lejano Oriente, por lo que era necesario disuadirlo de esta suposición.
Tres horas después de haber probado la bomba, el buque “Indianápolis” salía hacia las islas Marianas con “Little Boy”, como se le llamaba en clave a la bomba que sería lanzada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima, dejando más de 70.000 personas muertas y cerca de 80.000 heridas. Tres días después otra bomba fue lanzada sobreNagasaki, provocando la muerte de 40.000 personas y cerca de 35.000 heridas. Las consecuencias fueron devastadoras. El 70 por ciento de las ciudades estaba por el suelo. La radiación produjo enfermedades y mutaciones que aún no se han podido cuantificar. Finalmente, el lugar de la explosión quedó inutilizado por cerca de 100 años ya que la radiación no lo hace de ninguna forma habitable. El terror derivado del arma nuclear apenas comenzaba a ser conocido por la humanidad.