Por: Pedro Medellin
Qué paradoja. Va a ser la explosión de la coalición de Gobierno y la disolución del Partido de la U, los que vuelvan trizas los acuerdos. Están abiertas las apuestas.
Qué paradoja. Va a ser la explosión de la coalición de Gobierno y la disolución del Partido de la U, los que vuelvan trizas los acuerdos. Están abiertas las apuestas.
En este contexto, el periodo legislativo que se inicia el 20 de julio, tiene una importancia crucial. Allí se verá cuál es el piso real que tiene el gobierno para sacar adelante iniciativas tan claves como la Ley Estatutaria de la JEP, con la que va a poder poner en marcha la Jurisdicción Especial de Paz. Fuentes del gobierno afirman que “quedan por lo menos 20 proyectos de ley y algunos actos legislativos que deben ser considerados por el Congreso y que atañen a la última parte del desarrollo normativo del acuerdo de paz.”
El problema es que, hoy por hoy, el gobierno no parece contar con la bancada necesaria para asegurar la aprobación de los proyectos que necesita para cerrar la implementación de los acuerdos. Ya al cierre de la legislatura pasada, los congresistas habían enviado la señal de que no le aprobarían los proyectos que sometiera a su consideración. O que, por lo menos, les quedaría muy difícil asegurar la votación. Fue lo que ocurrió con el proyecto de Acto Legislativo que establecía 16 curules de carácter transitorio (por ocho años) para garantizar en la Cámara de Representantes la participación de regiones que han sido apartadas a razón del conflicto armado interno y que podrán tender nuevos espacios a raíz del acuerdo alcanzado con la guerrilla de las Farc. No tuvieron los votos para aprobar la totalidad del proyecto. Solo fue aprobado el título. Y eso como una demostración de benevolencia con el gobierno.
Lo más grave es que, para la legislatura que se inicia el próximo 20 de julio, el margen de maniobra del gobierno es mucho menor. Las tensiones y los enfrentamientos políticos e institucionales, que ha propiciado el propio gobierno con Cambio Radical e importantes sectores del Partido Conservador, parecieran estar alineando a estos grupos con el Centro Democrático.
Así mismo, las disputas y los enfrentamientos internos en el Partido de la U, lo tienen a punto de volar en mil pedazos. La molestia ha llegado a un punto tal, que el primer proyecto que anuncian los miembros del Partido de la U para la legislatura que comienza, es el de “habilitar la posibilidad de que los congresistas puedan cambiarse de partido para las próximas elecciones, sin que tengan un castigo por ello”. El propio presidente del Senado, Mauricio Lizcano, anticipó que “ La U se va a atomizar” y “la gente va a coger hacia diferentes” candidaturas presidenciales.
Y no se trata de un problema político. También se trata de un problema cuantitativo electoral. En el momento en que los grandes electores del Partido de la U, hicieron saber su intención de irse con el presidente Uribe, los 400 o 500.000 votos que representan, no solo le significan perder 5 o 6 credenciales a La U. Además modifica el umbral, la cifra repartidora y el residuo que se necesitan para ganar una curul en el Senado. Así los congresistas con menos de 60.000 votos comienzan a entrar en pánico. Prefieren salir en carrera a buscar cupo en otros partidos que les garanticen su permanencia en el Congreso.
Los que saben, dicen que la mitad de los 20 senadores se va al Centro Democrático; Y los 10 restantes se los reparten cinco para Cambio Radical y cinco entre conservadores y liberales.
Así las cosas, la cuerda se puede romper por el lado más grueso. Qué paradoja. Va a ser la explosión de la coalición de Gobierno y la disolución del Partido de la U, los que vuelvan trizas los acuerdos. Están abiertas las apuestas.