Por: Antonio Andraus Burgos
Ken Griffey Jr. y Mike Piazza, los dos nuevos ciudadanos del Salón de la Fama, soportaron sus carreras con significativas e inolvidables jornadas en las Grandes Ligas.
Despedazando lentamente las pieles de las pelotas de béisbol, jugando con lo mejor de su talento y su sapiencia, y entregándose de lleno al juego, Ken Griffey Jr. y Mike Piazza, se acaban de convertir en los dos nuevos ciudadanos del Salón de la Fama, al conquistar los nichos de manera indiscutible, gracias a todo lo que hicieron dentro y fuera de los diamantes en sus brillantes carreras como peloteros.
Desde el mismo momento en que Griffey apareció en la nómina de los aspirantes, se le dio por seguro ganador del boleto para ir a Cooperstown. Y de Piazza, quien ya había estado en la lista, se sabía que sus actuaciones lo llevarían indiscutiblemente a la inmortalidad.
Ken hizo todo lo que un jugador debe hacer por el béisbol. Que no le quea duda a nadie. Desde el mismo momento en que por primera vez pisó la Gran Carpa, se veía en él la estampa clásica del jugador lleno de entereza, de carácter, de saber disfrutar el béisbol como muy pocos, y de contar con esa aura de grandeza que solo los iluminados exhiben sin temor a nada.
Mike hizo del juego la manera más clásica de ofrecer sobre los diamantes una clase que no se da todos los días, engrandeciendo el espectáculo y ofreciendo una enorme capacidad en la difícil posición de receptor, como muy pocos lo han logrado, hasta el último día en que vistió el uniforme de uno cualquiera de los cinco equipos en donde militó.
La grandeza de Griffey Jr.
Capturar 437 de los 440 votos posibles, no es cosa del azar. Es nada más y nada menos que verse reflejadas en esas tarjetas de votación, la grandeza de Griffey Jr., un pelotero que supo conquistar con méritos propios, todos lo honores a los cuales puede aspirar un jugador de las Grandes Ligas, en todos los estadios en donde jugó.
Con talento de sobra, su modelo de juego impresionó, porque su ágil forma de desempeñarse en los bosques de los tres equipos de los cuales hizo parte, lo catapultó como uno de los mejores guardabosques de todos los tiempos, especialmente en el jardín central, una posición que defendió con la agilidad de una gacela.
La fortaleza de sus piernas, la certeza al salir a perseguir la esférica con el sonido de cada batazo, la habilidad que imprimía en sus desplazamientos y la intrínseca calidad de ser un jugador de talla inmortal, lo llevaron al sitio de honor que le corresponde.
El 99.3 por ciento de la votación le favoreció en su exaltación al Salón de la Fama, para convertirse Ken en el pelotero con mayor acogida en la votación para Cooperstown de todos los tiempos, superando a todos los grandes inmortales que ya tienen asiento en ese inmueble de la inmortalidad, tales como Babe Ruth, Lou Gehrig, Hank Aaron, Willie Mays, Thurman Munson, Roberto Clemente, y tantos otros más.
Debutó el 3 de abril de 1989 con un tablazo de dos bases en su primer turno al bate, luciendo el uniforme de los Marineros de Seattle, frente a una oferta del lanzador Dave Stewart, de los Atléticos de Oakland. Y una semana más tarde, despachó el primero de los 630 batazos de circuito completo que compiló durante su prolongada carrera en las Grandes Ligas, ante una oferta de Eric King, de los Medias Blancas de Chicago
Envidiable compilación
Ken muestra una tarjeta con envidiables numeritos en su exitosa y prolongada permanencia en la Gran Carpa, jugando desde 1989 hasta 2010, con los uniformes de los Marineros de Seattle, los Rojos de Cincinnati y los Medias Blancas de Chicago.
En los años 97 y 98, desapareció la esférica a las gradas de los jardines en 56 ocasiones, y en el 99, señaló 48 vuelacercas, ungiéndose en esas tres campañas, como el jonronero del año, para ir acumulando los 630 ‘’bambinazos’’, que lo colocan por el momento, entre los 10 mejores bateadores de largometraje de todos los tiempos, sumando también 524 dobletes, además de haber conquistado el trofeo del Festival de Jonrones del Clásico de Mitad de Temporada en tres oportunidades, 1994, 1998 y 1999, todos con el uniforme de la Liga Americana, luego de 10 participaciones en ese certamen.
2.781 indiscutibles en 9.801 turnos al bate, le permitió un promedio ofensivo de por vida de 284, incluyendo ocho temporadas con 300 o más puntos acumulados a la ofensiva; con 1.836 carreras fletadas hasta el plato y 1.662 rayitas anotadas, para rubricar con esa impresionante compilación, todo lo que hizo este poderoso bateador zurdo de las Grandes Ligas.
Participó en 12 Juegos de Estrellas, en 10 oportunidades con la Liga Americana, y en 2 ocasiones, con la Liga Nacional; ganó 10 Guantes de Oro y 7 Bates de Plata, con un merecido Jugador Más Valioso de la Liga Americana, en 1997; y Jugador Más Valioso del Juego de Estrellas, en 1992.
Y con el guante puesto, Ken Griffey Jr., fabricó 5.605 outs y 154 asistencias, en 5.848 lances efectuados, con apenas 89 pifias cometidas, para un promedio defensivo de por vida de 985.
La fortaleza de Piazza
Cuando Mike Piazza debutó en las Grandes Ligas, aquél lejano 1o. de septiembre de 1992 con los Dodgers de Los Ángeles, quienes lo conocían, sospechaban que gracias a su poder con el bate, bien pronto podría cambiarle el panorama de ser receptor a ocupar una posición menos exigente, como ser primera base, por ejemplo, para que ofensivamente ofreciera mejores resultados.
Pero se equivocaron de manera tajante. Piazza jugó apenas 70 partidos como defensor de la primera almohadilla — 69 con los Mets de Nueva York y 1 con los Dodgers —, mientras su fortaleza física le permitió permanecer detrás del pentágono, guiando a los lanzadores de sus novenas, en un gran total de 1.629 encuentros, gracias a sus excelsas condiciones atléticas, sencillamente impresionante.
En su estreno en la Gran Carpa, Piazza logró 3 imparables en 3 turnos al bate, en el partido frente a los Cachorros de Chicago, mientras que su primer cuadrangular quedó registrado el día 12 de ese mismo mes y año, en un juego frente a los Gigantes de San Francisco.
Consiguiendo 365 sufragios a su favor de los 440 posibles, Piazza obtuvo su ingreso al Salón de la Fama este año, con el 83 por ciento de la votación, para sellar de esa manera toda la inmensa y fructífera labor en las Grandes Ligas como receptor y extraordinario jugador de béisbol.
En una sana comparación, Mike fue estrella del béisbol de las Mayores desde cuando lució por primera vez el uniforme de los Dodgers, escoltando a jugadores de su posición que han enaltecido el juego del béisbol en más de un siglo.
Se alzó con el titulo de Novato del Año de la Liga Nacional en 1993, el mismo codiciado trofeo que conquistaron en su oportunidad, receptores de la dimensión de Johnny Bench, de los Rojos de Cincinnati, en 1968; Thurman Munson, de los Yanquis de Nueva York, en 1970; Earl Williams, de los Bravos de Atlanta, en 1971; Carlton Fisk, de los Medias Rojas de Boston, en 1972; y Sandy Alomar, de los Indios de Cleveland, en 1990.
Marcas y registro
Con sus 427 tablazos de circuito completo y sus 344 batazos de dos esquinas en sus 16 temporadas en las Grandes Ligas con los Dodgers, los Mets de Nueva York, los Marlins entonces de la Florida, los Padres de San Diego y los Atléticos de Oakland, Piazza dejó marcas simplemente para el recuerdo.
Piazza bateó 2.127 indiscutibles en 6.911 turnos oficiales al bate, para promedio ofensivo de por vida de 308; con 1.335 carreras remolcadas y otras 1.048 anotadas; consiguiendo en 9 ocasiones 300 o más puntos de promedio ofensivo; con 10 bates de plata conquistados de manera consecutiva, entre 1993 y 2002 — 5 con los Dodgers y 5 con los Mets —; participando en 12 Juegos de Estrellas, incluyendo el de 1996, cuando fue escogido como el Pelotero Más Valioso de la cita de verano, al conectar doble y cuadrangular, en tres turnos oficiales, e impulsar par de rayitas.
Deja para la historia la marca de 35 ‘’bambinazos’’ para un receptor novato en Grandes Ligas, al acumular dicha cifra en la temporada de 1993; igualmente para la historia los 362 de promedio ofensivo de 1997 para la Liga Nacional, empatando el registro del formidable Bill Dickey, de los Yanquis de Nueva York, para la Liga Americana, establecido en 1936, para un receptor en las Mayores.
Los 201 inatrapables que despachó en 1997 es otra marca establecida por Mike Piazza para un receptor en las Grandes Ligas, cifra conseguida en apenas 130 juegos en donde tuvo acción. Y en 1998, pegó cuatro estacazos de circuito completo con las bases llenas en la temporada regular, luego de firmar ese año un contrato de 91 millones de dólares para 7 campañas con los Mets.
Y saber también que Mike Piazza deja para los anales del béisbol de las Grandes Ligas, el registro de batear 300 o más puntos a la ofensiva y recibir menos de 100 ponches en una temporada regular, que comparte con otros nueve formidables e inolvidables peloteros, como lo son Ted Williams, Stan Musial, Lou Gehrig, Mel Ott, Hank Aaron, Babe Ruth, Vladimir Guerrero, Albert Pujols y Chipper Jones
Finalmente, a la defensiva, Mike participó en 1.629 juegos como receptor, con 10.848 outs fabricados, 731 asistencias y apenas 124 errores, para promedio de 989 con el guante de por vida.
Tanto Ken Griffey Jr. como Mike Piazza estaban ungidos, desde hacía muchos días, como inmortales para conquistar la fama y la gloria que les da hoy día pertenecer al Salón de la Fama de las Grandes Ligas, sobreviviendo de manera deportiva y ejemplar, con dignidad y con respeto hacia el béisbol, en una era en donde los esteroides y las hormonas de crecimiento, pululaban por todos los bancos de juego del béisbol.