Indiana James

Se acerca la temporada de vacaciones de fin de año y ya hay un dilema por resolver: ¿Indiana Jones o James Bond?

O mejor aún: ¿Pirry o Salvo Basile?

La disyuntiva no es producto de un nuevoreality que se le pudo ocurrir a alguno de nuestros ilustres creativos de la televisión, sino que se debe a una creciente tendencia del tercer milenio que ahora incide en el tranquilo veraneo de los colombianos: el turismo extremo. Pues aunque parezca difícil de creer, ya existen en el país quienes prefieren arrojarse de un puente con los pies amarrados a un caucho que, por ejemplo, tumbarse al lado de una piscina con un dry martini en la mano, también para analizar cómo se estiran otros cauchos: los de los diferentes polímeros utilizados en la confección de bikinis de dos piezas.

Esa debe ser la diferencia con la que toman su merecido descanso los dos mencionados y conocidos periodistas –lo mismo que los dos cinematográficos personajes–, y que puede servir para dilucidar el aprieto vacacional a los que nos veremos abocados los paseantes en las próximas semanas: ¿qué tipo de turismo será más conveniente: el de Pirry o el de Salvo Basile? Una decisión difícil de tomar, porque a la misma hora en que el primero se embute en un chaleco para revolotear en el aire colgado de una cometa de parapente sobre el cañón del Chicamocha, el segundo tiene la dura misión de escoger la guayabera del desenguayabe que usará para fumarse un tabaco en la terraza del hotel Caribe. Y mientras el primero trata de resbalarse de un peñasco atrapado en un arnés de rappel, el segundo también quedará aprisionado –con una morena entre los brazos– entre los pliegues de una hamaca de rayas. Eso sí: lo más probable es que, al final, los dos avezados aventureros terminen con las rodillas raspadas. Y la morena también.

Pero el turismo extremo tiene sus seguidores fieles. Hay quienes optan por hacerrafting en San Gil o torrentismo en Tobia antes que tomar una hora de masajes en los termales de Paipa. Y aunque en ambos casos el grado de magulladura con que se termina es más o menos similar, la diferencia radica en que mientras en el primer deporte se ingieren litros de agua de río mezclada con tallos y algas, en el segundo hay que beber no uno, sino varios vasos de refrescante Coca-Cola con hielo.

En realidad son muy divertidos y variados todos esos nuevos pasatiempos intensos de moda. Y para sus seguidores, parece ser muy sabroso estar como Pirry, armado de un traje de neopreno, chaleco, cinturón de lastre, regulador, tanque de aire, careta, snorquel y aletas en una playa de Taganga, a la misma hora en que el arriesgado del Basile se apresta al duro oficio de echarle mano a una mojarra frita con tajadas de plátano maduro.

La espeleología, más conocida como exploración de cavernas, es por ejemplo una de las aventuras más osadas e interesantes en todo el mundo del deporte extremo. Y seguramente Pirry elegiría incrustarse varios metros bajo tierra en alguna cueva de Villa de Leyva en lugar de practicar la espeleología al mejor estilo Salvo Basile, quien prefiere internarse en las oscuras bocas de algún casino de San Andrés, para salir con los bolsillos llenos de fichas de ruleta y tres Tom Collins en la cabeza, y dispuesto además a explorar los más diversos tipos de cavernas que se le puedan presentar camino a la habitación del hotel.

También está la opción de ensayar eltreeking, una curiosa afición a caminar durante más de un día una zona de montaña sin estar en contacto directo con la civilización, y que en Colombia suele hacerse en la Sierra Nevada de Santa Marta. El incansable Pirry debe de haberse gastado más de media docena de botas Brahma –sobre todo si el que lo persigue es un ‘paraco’ aburrido de Ciudad Perdida–, en tanto que Basile todavía tiene lastrespuntá que le regalaron en la filmación de Quemada. Él prefiere caminar descalzo sobre la arena, y en el peor de los casos atosigado por algún testarudo vendedor de gafas.

Pero a quienes consideren que estas actividades son todavía demasiado pasivas, se les puede aconsejar la práctica del bungee jumping o la del puenting. El primer deporte, además de estropearse las vértebras de la espalda y quedar en la lista de espera para una operación de columna –molestias menores en todo caso–, tiene como finalidad quedar colgando de un elástico a doscientos metros de altura. Algo que a Pirry le tiene que fascinar, casi tanto como a Basile debe encantarle jugar gallito con alguna turista alemana en las arenas de Bocagrande.

El puenting, cuyo nombre parece sacado del diccionario de inglés personal del presidente Uribe, consiste en saltar desde un viaducto situado a unos 20 ó 25 metros de altura, sujeto por unas cuerdas especiales. Pirry debe de haber brincado hasta de los puentes de la 26, mientras que los únicos puentes que le interesan a Basile seguramente son los ya establecidos en la ley Emiliani.

El dilema es, pues, duro de resolver. Pues se trata de elegir entre sentirse Indiana Jones, con su chaqueta llena de barro y su sombrero sudado, o de pretender ser James Bond, con trajes de lino y su dry martíni mezclado, pero no revuelto. O de ser Pirry, con sus camisetas de intrépido protagonista de la isla de los famosos, o más bien parecerse a Salvo Basile y sus guayaberas de seda impecable. Porque a pesar de que el italiano prefiere pasar sus vacaciones acomodado en una mecedora con el único cuidado de no derramar la piña colada, al otro parece que le gusta más flotar en un paradero de bus… para espantar la gripa. Es que el turismo extremo es muy contagioso.

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