Por: Antonio Andraus Burgos
Su primera manilla de béisbol la compró por menos de tres dólares y se encumbró entre los grandes de todos los tiempos, gracias a su clase, a su talento y a sus envidiables condiciones físicas.-
Era uno de doce hermanos. La pobreza lo acosen la niñez. Su capacidad de juego lo acreditó para ganarse el respeto y la admiración de todos. Su férrea disciplina y su cordialidad fueron grandes puntos de apoyo en todo momento, durante su brillante carrera, otrora cuando dejó los diamantes de béisbol y se convirtió en una persona común y corriente, otrora cuando saltó a la fama y la gloria, entre los sempiternos peloteros de todos los tiempos. Jamás habló mal de nadie. Nunca tuvo una salida en falso. Fue un caballero a carta cabal dentro y fuera de los parques de pelota.
Ernie Banks, ’’El Señor Cachorro’’, falleció hace pocos días en Chicago, como consecuencia de un infarto cardíaco, a los 83 años de edad. Y su estatua que estaba colocada en las afueras del estadio del Wrigley Field, fue trasladada al centro de la ‘’Ciudad de los Vientos’’, para que los cientos de miles de aficionados que lo admiran, le tributen el merecido homenaje a una figura que lo dio todo por los Cachorros, en sus 19 años en el béisbol de las Grandes Ligas.
Banks llegó a la Gran Carpa cuando Jackie Robinson había superado la barrera del color en la pelota organizada con el uniforme de los Dodgers de Brooklyn, en 1947, luego de jugar en las ligas profesionales negras de los Estados Unidos, en donde dejó una huella de grandeza indiscutible. Empero, Ernie, como muchos otros peloteros de los años 50 y 60, se vieron despreciados por quienes ignorantemente consideraban que la raza de color no podía tener cabida en el béisbol de las mayores.
Indiscutible carisma
Cuando firmó para los Cachorros, un contrato de apenas 10 mil dólares, a comienzos de 1953, Ernie venía de ser un jugador titular con los Monarcas de Kansas City, en la Liga Profesional de Negros, y el 17 de septiembre de ese año, dio el salto a la Gran Carpa, para despachar su primer cuadrangular de los 512 que conectó en su brillante carrera, tres días después.
De excelente estatura, medía 1.85 metros, y en promedio 180 libras de peso, Banks engrandeció el juego del béisbol por su indiscutible carisma, con una sonrisa contagiosa, y por sus descomunales inatrapables que, a simple vista, por sus condiciones físicas no lo señalaban como un pelotero de poder. Pero sus fuertes muñecas y su mecánica de bateo, le permitieron romper los hilos de las costuras de las pelotas, con una facilidad que asombraba.
Ernie tuvo tres metas inalcanzables en su vida. La primera, no jugar una Serie Mundial con su amado equipo de los Cachorros, novena que en muy pocas ocasiones alcanzó a superar la cifra promedio de 500 en juegos ganados y perdidos, mientras fue jugador titular. La segunda, obviamente, no haber podido conquistar una anillo de Serie Mundial. Y la tercera, no haber obtenido el Nobel de Paz, ‘’premio por el que nunca luché’’, pero por el cual trabajó con los más necesitados, desde cuando pudo superar la pobreza franciscana que lo rodeo a él y toda su familia.
Nacido en Texas, para ganarse la vida cuando era un niño, recolectaba algodón en las haciendas cercanas a su humilde vivienda, y el trabajo social que posteriormente adelantó y su enorme don de gentes, con una decencia como muy pocos seres humanos lo han tenido en la vida, no hay lugar a dudas que traspasó las fronteras del propio béisbol y se incrustó en el alma y el tejido social de las barriadas pobres de Chicago.
Para él, los dos más grandes homenajes recibido en vida, fue el haber ingresado al Salón de la Fama, en la elección de 1977, precisamente cuando por primera vez apareció en la papeleta de los nominados, y la ‘’Medalla Presidencial de la Libertad’’, que le otorgó en el 2013, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ‘’porque me las entregaron unas manos como las mías, unas manos de color, y por la grandeza de este país tan demócrata y hermoso como Estados Unidos, al haberlo elegido y reelegido como mandatario de todos los norteamericanos’’.
Dos anécdotas
Al rededor del ‘’Señor Cachorro’’ o Míster Cub, hay cientos de anécdotas, muchas de ellas, de sus momentos más difíciles cuando soportó con estoicismo amargos pasajes de la segregación racial en su tierra natal, que por esos años se vivía de manera intensa en los Estados Unidos, que se hacía más evidente cuando llegaba el equipo a los hoteles en donde no le daban alojamiento o en los restaurantes en donde podían cenar sus compañeros blancos de equipo, pero no él.
En alguna ocasión contó que desde niño ‘’siempre pensé en que ser pelotero podría cambiarle la cara de la pobreza a mi y a toda mi familia’’, porque veía a través de ese deporte, ‘’una forma limpia y trasparente en poder ganar algunos dólares’’, lo que se convirtió en realidad, cuando le entregaron 10 mil dólares por su firma con los Cachorros, en aquella Primavera de 1953.
‘’Ese día me sentí millonario’’, explicó, pero evocó con nostalgia que ‘’en ese instante, también recordé que mi primera manilla que compré, que me costó apenas dos dólares con noventa y ocho centavos, había sido el gran paso de mi vida hacia lo que sería más tarde, toda mi satisfacción como persona, como deportista y como un hombre que había surgido de la nada para llegar a ser la figura que soy’’.
Pero la otra anécdota va más allá del béisbol.
Siempre era invitado a torneos deportivos que recaudaban fondos para obras de caridad o servicios sociales en favor de los pobres o de la salud. Ernie nunca se negó a concurrir. Siempre dijo presente.
Hace muy pocos años, quizás en el año 2009, en un torneo de golf a beneficio de una entidad caritativa, en ronda de apenas 9 hoyos, tuvo que compartir en la caminata propia del juego, con Bill Gates, el millonario de los millonarios del mundo, y con Warren Buffett, el acaudalado hombre de negocios norteamericano, en el torneo nacional de Augusta, Georgia, y Ernie soltó esta frase:
‘’Hoy jugué golf con la mitad de la economía norteamericana’’.
Gran trayectoria
Ernie Banks apareció en el escenario de las Grandes Ligas emulando a otras dos inolvidables figuras de ébano, que hacían de las suyas en las Grandes Ligas por esos años: Willie Mays, de los Gigantes de Nueva York, primero, y luego de San Francisco; y Hank Aaron, de los Bravos de Milwaukee, y después, de Atlanta.
Con Mays y Aaron, Banks ligó una perenne amistad, no solo por las cosas que los unían dentro del béisbol, pues los tres jugaban con equipos de la Liga Nacional, sino porque, adicionalmente, en sus comienzos dentro de la organización del propio deporte, tenían que sufrir por las reiteradas acciones de desplante dentro de esa discriminación racial que padecía la nación norteamericana.
Pero con ellos ya estaban afianzados otros peloteros de color en la Gran Carpa, como Willie McCovey, Frank Robinson, Elston Howard, el boricua Orlando ‘’Peruchín’’ Cepeda, los dominicanos Felipe Alou y Juan Marichal, entre otros, para apenas citar a unos pocos que brillaron con luz propia.
Fue convocado en 14 oportunidades al Juego de Estrellas por la Liga Nacional, y en dos ocasiones capturó de manera consecutiva el título de Jugador Más Valioso del Viejo Circuito.
Estampó su firma con los Cachorros para jugar en el campo corto, en 1.125 encuentros en dicha posición, pero en su trayectoria jugó más partidos como defensor de la primera base, al compilar 1.259 encuentros custodiando la almohadilla; además de haber defendido la tercera base y en varias ocasiones, los jardines.
El vetusto parque de pelota Wrigley Field, siempre lo acogió como uno de sus inolvidables ídolos, y no alcanzó a conocer las refacciones que en sus instalaciones actualmente se le están haciendo al más viejo de los estadios del béisbol de las mayores, en cuyo diamante hizo maravillas con su bate y defendió con ahínco sus posiciones defensivas.
Sus numeritos
En su primera aparición en las Grandes Ligas, Banks apenas pudo participar en 10 partidos de los Cachorros, en ese año de 1953, con 35 turnos consumidos al bate, conectando 11 indiscutibles, incluyendo par de cuadrangulares y 6 carreras impulsadas, para un promedio ofensivo de 314.
Sus dos mejores temporadas fueron las de 1958 y 1959, en las cuales le fue acreditado el titulo de Jugador Más Valioso del circuito. En 1958, Banks conectó 193 imparables en 617 turnos al bate, para ofensiva de 313; con 47 tablazos de cuatro esquinas, 129 carreras fletadas y 119 rayitas anotadas.
En el 59, acumuló 179 inatrapables, en 589 turnos, para promedio ofensivo de 304; con 45 ‘’bambinazos’’, 143 carreras impulsadas y 97 anotadas.
Compiló 512 cuadrangulares en los 19 años en la Gran Carpa, entre los 2.583 indiscutibles que despachó, incluyendo 407 dobletes, en 9.421 veces al bate, para promedio de 274 de por vida al bate; con 1.636 carreras impulsadas y 1.305 anotadas.
‘’El Señor Cachorro’’ como popularmente se le conocía, fue exactamente un señor en toda la extensión de la palabra, con una grandeza de alma más grande que su propio cuerpo físico, y con inmensos deseos de hacer del béisbol su pasión favorita, cuyo número en el uniforme, el 14, que ahora aparece en las banderas que adornan los verticales que dividen el terreno válido de juego con las zonas de foul del Wrigley Field, fue retirado de la nómina de los Cachorros en honor del inolvidable Ernie Banks.
Ese gigante del béisbol siempre tuvo una sonrisa a flor de labios y lejos de las pompas y el boato, nadie se sorprendió cuando en una ocasión expresó, en una de esas tardes bellas de Chicago, un frase que convirtió estribillo que lo hizo más famoso:
‘’Es un día fabuloso para jugar pelota. ¡Juguemos dos!’’