Por: Gilberto Castillo
Llegó la época de navidad, del arbolito, del pesebre de las lucecitas y los Reyes Magos. Una historia mágica de figuras que parecieran venir por el aire y que con villancicos, natilla, buñuelos y regalos sorpresa, nos invade de alegría.
Pero si retrocediéramos dos mil catorce años, y pusiéramos los pies en la tierra descubriríamos una época no tan dulce ni mágica y en cambio sí cargada de angustias por las situaciones políticas, económicas y sociales que se vivían y que en muy poco se diferencian de las que actualmente sufren los habitantes en un Estado pequeño y pobre, donde los desplazados están a la orden del día.
Para empezar digamos que Belén, la ciudad donde nació Jesús y toda la tierra de Judea y Palestina estaban bajo el dominio del imperio romano cuyos soldados no escatimaban en crueldad para castigar a los judíos por cualquier falta, más aún, si esta era por negarse, o no tener recursos para pagar los impuestos que engrosaban la bolsa del imperio, por sublevación contra la autoridad del Emperador Augusto, o Herodes, su representante en ese territorio.
La mala distribución de la riqueza era la misma que vemos hoy en día, la acaparaban unas pocas manos y los judíos preferidos eran aquellos que se acomodaban a las decisiones romanas, entre ellos el poderoso Sanedrín, el cual estaba prácticamente infiltrado por los romanos, pues Herodes había dado muerte a varios de ellos por ser radicales en su posición y en su lugar había puesto a judíos adeptos al régimen.
Los azotes con vergajos cuyas puntas terminaban en bolas de plomo y en otros elementos punzantes, al igual que la crucifixión del desollado, porque quedaba literalmente sin piel, era el castigo predilecto de los romanos. Ante estas condiciones la representación y defensa que podía hacer el Sanedrín de su pueblo era muy poco; sin embargo Herodes lo utilizaba hábilmente cuando era necesario, otorgándole la importancia política que a él le convenía. De esta manera, la mayoría de las determinaciones del Sanedrín estaban en consonancia con las políticas que aplicaban los romanos en la región.
Historia de amor de los abuelos y padres de Jesús
Los padres de Jesús, María y José, pertenecieron a este pueblo judío. José, el tercero de seis hermanos, era un hombre de origen humilde. Había nacido probablemente en Nazaret. Descendía deJacob, y para ganarse la vida se dedicaba a la carpintería, desarrollando gran parte de su oficio en Galilea, -una de las tres provincias en que se dividía Palestina, en tiempos de la ocupación romana-. Las otras eran Judea y Samaria.
María, por su parte, era hija de Joaquín y Ana. Joaquín había nacido en Séforis, ciudad de Galilea, y pertenecía a la tribu de Judá. Era un hombre temeroso de Dios y dueño de muchos rebaños y pastores. A la edad de veinte años desposo a Ana, y con ella se trasladó a Jerusalén donde sus bienes se multiplicaron convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de la ciudad, pero sufría una gran tristeza: después de muchos años de matrimonio no habían podido procrear, y para la época, esto era como un castigo divino, por lo que a veces, hasta sentían vergüenza a los ojos de los demás. Algo parecido había sucedido con Ana, que nació cuando sus padres: Estolona y Emarencia, ya cumplían veinte años de matrimonio.
La peor humillación para Joaquín por falta de herederos, llegó un día en el templo, cuando al cumplir con sus ofrendas, un judío de nombre Rubén le gritó que él no podía ir delante de todos cuando no tenía prole. Humillado, Joaquín tomó sus rebaños y pastores, y salió para el desierto a orar y clamarle a Dios para que lo librara de tal desgracia, mientras que Ana, queda angustiada por la desaparición de su marido.
Dios lo escuchó, y un ángel vino a anunciarle la buena nueva. Al regreso, Ana estaba en la puerta de la ciudad con la pequeña María en brazos, esperándolo. (Esto nos hace pensar que debió vagar en el desierto durante varios meses, sin saber que su mujer había quedado embarazada).
El hecho es que Joaquín celebró un banquete para presentar a su hija, e invitó a los principales de la ciudad. Allí mismo consagró a su heredera al servicio de Dios, y con tres años de edad, la pequeña María ingresó al templo para recibir una educación virtuosa.
No sobra decir, adelantándonos a los acontecimientos posteriores, que cuando María era apenas una niña, su padre murió, y Ana se volvió a casar con Cleofás. De esta unión nacería María de Cleofás y de ella sus hijos, Santiago el Menor, Simón y San Judas Tadeo, quienes luego serían apóstoles de Jesús.
María a punto de ser lapidada
Al cumplir María catorce años, sintieron los sacerdotes la necesidad de buscarle un marido, y como debía ser alguien virtuoso llamaron a los mejores hombres, viudos y solteros. La elección recayó en quien tenía noventa años, era viudo de Salomé, desde hacía uno, y padre de cuatro varones y dos mujeres, con varios nietos a bordo.
La responsabilidad le llegó cuando al cayado que sostenía le salieron flores en la parte superior. (Otros investigadores afirman que simplemente una paloma se posó en el palo), esto último es, quizá, más creíble. Como María tenía catorce años, después de la boda debió regresar a casa de su madre y su padrastro Cleofás para esperar a cumplir los quinces años, pues la ley judía impedía que las mujeres se unieran a sus maridos antes de esa edad.
¿Qué pasa cuando María se une a José? Eso es algo que no se sabe de manera específica, pero la Biblia dice que en ese tiempo se le apareció el arcángel San Gabriel para decirle, que sin pecado, concebirá en su vientre al hijo de Dios. Días después, María se entera que su prima Isabel, la futura madre de San Juan el Bautista, está embarazada de tres meses, y parte para la ciudad de Ai Karim en las montañas de Judea, a ciento veinte kilómetros de distancia, para ayudarla con sus oficios y el parto. Seis meses después, a punto de dar a luz, regresa a donde José, quien a estas alturas duda de su fidelidad puesto que tiene el vientre abultado y él no la ha tocado.
Aquí María, frente a la ley de la Tora, corre un riesgo enorme, pues José está a punto de rechazarla por infiel, y esto significaría su muerte por lapidación. El delito era demasiado grave, y es nuevamente el Arcángel mensajero quien la salva, al decirle a José que no puede rechazarla, porque el fruto que está en su vientre, es el hijo de Dios.
El niño Dios no nace el 24 de diciembre, pero viajan a Belén
Belén no era un pueblo tan pequeño como se podría pensar, estaba en un sitio estratégico y en una ruta muy importante. Allí, había nacido el rey David y resultaba extraño que nunca la hubiera escogido como su capital. Sin embargo, tiempo después, el rey Roboam, hijo deSalomón, la fortificó con murallas. Para la fecha del nacimiento de Jesús, la cual no se precisa aún, pero que debió ocurrir entre el año 1 y el 7 de nuestra era, se celebraban las bodas de plata de la proclamación de Augusto como emperador de Roma, y los setecientos cincuenta años de la fundación de la ciudad, por lo que todos sus súbditos, incluidos los de Judea debían ir a empadronarse, no para pagar impuestos como se ha hecho creer, sino para jurarle fidelidad eterna a quien sería nombrado como el Padre del Imperio.
Este pequeño detalle nos hace pensar que Jesús debió nacer en el año tres, hacia el mes de octubre y no el 24 de diciembre como no lo quiere hacer ver la Iglesia Católica. Lo que ocurre es que en esa fecha los romanos celebraban una fiesta al sol, muy arraigada en el pueblo, y como ni siquiera Constantino, el primer emperador Católico de Roma pudo erradicarla, a los jerarcas de la Iglesia se les ocurrió colocar el nacimiento del Niño Dios en ese día, para de esta manera erradicarla la fiesta del solsticio, totalmente.
El empadronamiento de José debía realizarse en Belén por una razón no muy clara, y hacia allí se encaminó con María montando el borrico. La distancia que debieron recorrer fue de ciento cincuenta kilómetros en carreteras de hoy. La ciudad estaba atestada de gente, y como no encontraron alberque en una casa, debieron dormir en una pesebrera donde nació el niño.
Esto seguramente no es del todo cierto, pues bien conocida es la buena hospitalidad que brindan los palestinos. Para ellos atender al peregrino es casi una religión, y alguno, debía estar dispuesto a impedir que una mujer a punto de dar a luz fuera a dormir en un pesebre. Sin embargo, así está la historia y mientras no se pruebe lo contrario, dejémosla tal cual.
Los Reyes Magos no llegaron a los seis días
Dentro de este proceso político de hace veinte siglos y siete años, hay hechos que aún se mueven entre la neblina y la duda, como muchos otros que tocan a nuestra religión. Para nuestro caso, el de los Reyes Magos, es el más importante. Entre otras cosas, porque no se sabe, con exactitud, cuántos eran. Algunos historiadores afirman que doce, otros que seis. Pero su número exacto no se ha definido, y tampoco el origen que tenían, y mucho menos el oficio exacto que desempeñaban.
Hay razones suficientes para creer que eran astrólogos profesionales, muy apetecidos en las grandes cortes; y que para entonces, perseguían la profecía, que sobre el nacimiento del Mesías, anunciara, muchos años antes, Daniel, un astrólogo muy querido por todos, que con gran acierto trabajó en la corte de Nabucodonosor.
Venían de Oriente dice la historia de estos hombres prodigiosos, que solamente cobran vida para historia seis siglos después de los hechos que narramos. Se dice que fueron invitados por Herodes para que le dijeran donde estaba el niño ya que el también quería ir a adorarle. Los Reyes no se podían negar a tal invitación, porque esto resultaba una ofrenda muy grande para un gobernante soberbio y sanguinario, que además estába celoso de los rumores sobre el nacimiento del que sería el Rey de los Judíos, y por lo tanto atentaba contra su autoridad, la del emperador, pero sobre todo, contra su hijo heredero.
Por eso, una vez parten los Reyes Magos en busca del Mesías y no regresan, Herodes, engañado y furioso, ordena dar muerte a todos los varones menores de dos años, lo que indica que el Niño Dios, para entonces, podía tener mucho más de seis días de nacido, y seguramente vivía con sus padres en un sitio distinto al establo. De lo contrario la orden se hubiera circunscrito a recién nacidos, y en Belén le hubieran hallado fácilmente.
Dice la Biblia, que ante la matanza de los inocentes, cuya fecha no está establecida,Dios, a través un sueño, le habló oportunamente a José indicándole que tomara el niño y huyera a Egipto. De esta manera, La Sagrada familia inicia un recorrido de más de quinientos kilómetros por el desierto en medio de innumerables peligros, ya que además de las arenas duras y el calor intenso, un sinnúmero de bandas de ladrones asechaban en la ruta.
Allí, desplazados por la violencia del gobernante, permanecen José, María y Jesús, hasta cuando Herodes muere y pueden regresar tranquilos a Nazaret para llevar una vida de familia normal, a pesar de la opresión que siguió ejerciendo sobre el pueblo judío el imperio Romano.