Ahora que llueven las críticas, conviene recordar que la talla del presidente Barack Obama se mide por el salto inteligente desde la ética de las convicciones propia de un candidato brillante a la ética de la responsabilidad que corresponde a un liderazgo realista. El Nobel de la «guerra justa» maneja mejor que nadie la retórica política.
Por Rodolfo Rodríguez / Corresponsal en Estados Unidos
Al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no lo van a dejar concretar la legalización del estatus de millones de inmigrantes, sin antes llevar a cabo una reforma armónica para evitar los errores del ex presidente Ronald Regan, cuando en su gobierno dio una amnistía para millones de hispanos que ya trabajaban en los Estados Unidos.
Con los problemas vividos durante el ataque terrorista a Nueva York en Septiembre 11 de 2001, todos los congresistas y asesores del gobierno están de acuerdo con trabajar en una ley que evite que las personas que entran ilegalmente trabajen fuera de control sin que las instituciones policivas no tengan conocimientos de sus actividades. El jefe de la mayoría del Senado dijo que el país clama a gritos por una reforma de inmigración. Mientras esto no suceda los congresistas ni los asesores van a dejar a Obama regularizar los millones de indocumentados.
Decía el líder de la mayoría del Senado, que después de que Reagan regularizó con una amnistía a millones de indocumentados, lo que se ha tenido como resultado es una nueva cifra de ilegales, para que otro presidente los regularice. “Hay que defender las fronteras y los puertos, darle más seguridad al país y darle residencia a los inmigrantes que quieran y trabajen por el progreso de los Estados Unidos”, afirma el mandatario.
A pesar de que la crisis económica mundial es la batalla política más destacada que está librando en estos momentos, Obama considera esta cuestión de vital importancia, por lo que hablará sobre la materia en un discurso que ofrecerá en mayo, cuando proponga la creación de grupos de trabajo formados por congresistas demócratas y republicanos que discutirán cambios en la legislación para después del verano.
Algunas fuentes de la Casa Blanca afirman que la cuestión de la inmigración no será preferente frente al tema del sistema sanitario o la cuestión energética, que Obama calificó de ‘prioritarios’, aunque es cierto que durante la campaña presidencial él se comprometió con la comunidad hispana.
El presidente de Estados Unidos tiene una deuda con los hispanos, que le apoyaron de forma mayoritaria en las pasadas elecciones: impulsar una reforma migratoria que busque soluciones a la situación de los 12 millones de inmigrantes ilegales que viven en el país. Esta reforma debe plantearse como parte de una reforma global de la política económica de Estados Unidos.
Washington destina cada vez más recursos al refuerzo de las fronteras en un intento de reducir la entrada de inmigrantes y persigue cada vez más a los indocumentados.
Sin embargo, el número de inmigrantes no ha cesado de crecer. Los inmigrantes entran por una zona más amplia de frontera, que incluye el desierto, lo que ha triplicado la tasa de mortalidad y el precio que deben pagar a los coyotes (traficantes). Según los expertos, cada 35 minutos entra un inmigrante ilegalmente a los Estados Unidos, sin que se sepa qué tipo de persona es o con que intenciones llega a Estados Unidos.
Obama acaba de cumplir un año de gobierno. Desde un punto de vista estrictamente ideológico, el mandatario se encuentra en mitad de un difícil bocadillo, cuyo relleno lo hace perder decisivos votantes independientes. A estas alturas la izquierda de Estados Unidos se declara tan insatisfecha con el gobierno de Obama como los conservadores. El gran reproche de la derecha es que el presidente se encuentra fuera del consenso político básico de los americanos, que utilizando como arma arrojadiza la etiqueta de ‘socialismo’ cuestionan todo ese intervencionismo forzado que ha traído la era de Obama. Mientras que la izquierda no entiende el que el mismo político de la esperanza y el cambio esté demostrando tanto pragmatismo y disposición a una escalada militar en Afganistán, por ejemplo.
La derecha ha recuperado la iniciativa política, los conservadores vuelven a ser el grupo ideológico mayoritario del país y el Partido Republicano es el favorito para obtener la mayoría parlamentaria en las próximas elecciones. El intento de bipartidismo naufragó ante la primera ola, el clima político sigue siendo dolorosamente áspero y los ciudadanos otra vez reflejan mayoritariamente en las encuestas su pesimismo sobre el rumbo en que camina el país.
Ese panorama no es, sin embargo, el resultado necesario de la mala gestión de Barack Obama. El saldo de su primer año es, paradójicamente, bastante favorable. Estados Unidos está hoy mejor que en enero de 2009 y, aunque algunas de las causas de tensión mundial subsisten, el nuevo Gobierno ha recuperado prestigio y autoridad para desarrollar su política exterior con el respaldo internacional conveniente.
Pero, finalmente, nos toca decir que como los innumerables problemas que tiene Obama con la reforma sanitaria y los seguros de salud, la crisis económica, el terrorismo y los problemas en Afganistán, Pakistán, Israel e Irak, la reforma de inmigración y la regularización de los hispanos indocumentados será una lucha titánica que llevará muchos meses. Todas las organizaciones hispanas están haciendo presencia en el Congreso para evitar que se olviden de los millones de hispanos que trabajan en condiciones desiguales con los norteamericanos; porque este es un país de igualdad y de libertades.