Por: Rufino Acosta Rodríguez
Digamos, en tono casi coloquial, como íntimo, que esta Colombia me encanta. Sabe pasar los momentos duros, se recompone y avanza. El primer tiempo contra Estados Unidos, contendor duro por un laborioso trabajo defensivo y la fortaleza de sus hombres, fue de desconcierto. El equipo tricolor parecía contagiarse de un estilo que puede ser bueno cuando se combina la profundidad con la precisión y al que son afectos los ingleses, y de esa manera facilitó la tarea de su opositor, férreo en la marca, veloz y punzante. Se vio en desventaja desde los 9 minutos por una mano que cometió Armero cuando un rival lo empujaba en el salto. Dudosa maniobra, pero al fin y al cabo validada por el árbitro polaco Szymon Marciniak. Jozy Altidore le pegó a un lado y faltó poco para que Vargas lo neutralizara.
Colombia comenzó a cambiar su tónica de juego sobre los últimos minutos de la etapa y entonces se tuvo la sensación de que las cosas serían distintas en el complemento. Dicho y hecho. Si bien el profesor José Pekerman no dispuso cambios, tuvo que haberles cantado la tabla, porque el equipo salió con otra imagen, dispuesto para volver al toque y a los desplazamientos ordenados. Poco a poco se fue construyendo una especie de catapulta para derribar el muro norteamericano. No ese que le levantaron en la frontera con México a los inmigrantes sino el de un agrupamiento sólido que a veces incluía hasta nueve jugadores. Estados Unidos se vio arrollado y apenas tenía alientos para escaramuzas. Para conseguir el objetivo de abrir una brecha era preciso regresar a las raíces y apelar al talento y a la habilidad técnica.
Toda una joya
El gol del empate, a los 60, fue una joya por su concepción de fina orfebrería. Carlos Bacca le pasó el balón a James Rodríguez y este se metió entre dos antes de filtrarlo en el área. Teófilo Gutiérrez dio muestras de conocer el reglamento y se quedó inmóvil, al saberse en posición adelantada, y desde atrás llegó Bacca, como un rayo, para descolocar a la defensa y al portero con movimiento hacia la derecha y cruzarlo rumbo al fondo de la red. Sorpresa y desaliento para los estadounidenses.
Lo que vino después fue un auténtico vendaval. Salvo por una amenaza de Altidore que Camilo Vargas supo salvar con oportuna intervención, Estados Unidos se vio arrollado. Aunque no hubo paliza en el marcador, el desarrollo del juego sí podría encajar en esa definición.
Cuando Estados Unidos parecía aliviado por la posibilidad de un empate que nada mal le caía, vino otra acción propia de los genios. Adrián Ramos le adelantó el balón a Edwin Cardona, quien había entrado por Abel Aguilar, y el centrocampista paisa, tras un rebote de su remate inicial, se inventó una especie de cuchareada para elevarlo preciso hacia donde estaba Teófilo Gutiérrez, quien le pegó con la cabeza y dejó al portero como en babia. Un golazo que ponía las cosas en su sitio. Iban 87 minutos.
El balance
Cosas para destacar, fuera del balance colectivo: la seguridad del portero Vargas, el empeño de Santiago Arias, el mayor aplomo de Franco y la seguridad de Murillo. Armero siente los efectos de su poca actividad con el Milán, aunque tampoco cabría tacharle mayor cosa. Carlos Sánchez y Abel Aguilar se mostraron implacables en el medio. Juan Guillermo Cuadrado mejoró en la etapa final, cuando se fue hacia el sector izquierdo, y James fue vital al recuperar la serenidad. Carlos Bacca y Teófilo formaron un tándem demoledor. Entre los relevos tampoco hubo quien desentonara y de hecho, Cardona hizo el pase del gol de la victoria con apoyo de Adrián Ramos. Me habría gustado que Juan Fernando Quintero y Jackson Martínez hubieran tenido más minutos. Apenas si pudieron tocar el balón.
Caben algunas observaciones adicionales. No obstante, por ahora creo que los planes del profesor Pekerman se cumplen a buen ritmo. Vamos a ver lo que nos depara ante Eslovenia.