Por : Gustavo Castro Caycedo
¿Qué sería de Soacha, (donde asesinaron a Luis Carlos Galán y donde desaparecen los muchachos y luego aparecen muertos), sin las ejecutorias sociales de Doña Leonor Puyana de Bermúdez?
Lo primero que invita a la reflexión es el valor que representa que una mujer, desde cuando apenas era niña, ininterrumpidamente hasta sus 81 años, luego de entregar su vida entera a la comunidad, haya liderado a un valioso grupo de servidoras a la humanidad, en un terreno de alto riesgo, tan difícil y delicado como Soacha. Ella murió en vísperas de la Navidad, en la misma época en la que hace unos 70 años se la celebraba a los gamines de Bogotá.
Aunque hay infinidad de obras sociales loables, el medio ambiente y circundante, la gran dimensión de ésta, la dramática urgencia de ayuda de los habitantes de la zona, así como los riesgos propios del municipio, valoriza esta excepcional acción humanitaria.
Era muy niña cuando decidió incursionar en el campo social, guiada por su inmensa humanidad. Iba a cumplir 15 años y sus padres le anunciaron que el regalo sería un viaje a Europa, pero ella, con sólidos argumentos fruto de su convicción de servicio social, logró que ellos le cambiaran el “tour” por un “pedacito de terreno” en la finca, en el cual montó una especie de consultorio social para atender a los trabajadores de la hacienda, a sus esposas e hijos para servirles y ayudarles a suplir algunas de sus necesidades.
Esa menor, criada sólidamente con y en valores, quien desde cuando tuvo uso de razón sintió un gran amor por su prójimo, que jugaba a ser una profesora; hacía entrar a su casa (ubicada en elegante centro de Bogotá) a los gamines y los inducía a que se bañaran y arreglaran: los alimentaba y les conseguía ropa. Desde 1948 los medios de comunicación exaltaron su obra.
En 1947, con apenas 19 años, Doña Leonor Puyana fundó el Secretariado Social de Soacha, su gran proyecto de vida que cumplió tiene hoy 61 años y que ha beneficiado directamente a 115.000 miembros de familias, una cifra igual a la cuarta parte de la población de esa ciudad hoy, o tantas personas como la población de otras como Zipaquirá, Tunja, Sogamoso, Buga, Magangué, Duitama, Pitalito, Pamplona, Ciénaga, Duitama, o Facatativá, cambiándoles su vida salpicada de carencias y problemas de toda índole.
Pero su acción y la de su Secretariado ha influido indirectamente en muchos miles de personas más, si se tiene en cuenta la acción social realizada como agentes multiplicadores sociales por sus alumnas y sus familias, quienes han irradiado sus experiencias en materia de acción social y comunal aprendidas, al trabajar en los barrios de Soacha, contribuyendo significativamente con sus obras y acciones a sembrar la paz allí.
Una inmensa obra en tres etapas
Empezó a hacer realidad su sueño; apoyada por Don David Puyana y por su abuelo materno, desarrolló su trabajo de servicio a las familias. Su tesis de Grado como Trabajadora Social, fue la base creativa del Secretariado Social de Soacha,que en su primera etapa benefició a 52.800 personas con más de 1´685.763 servicios relacionados con la atención de consulta médica y odontológica, primeros auxilios, programa de “Escuela hogar”, atención de casos de grupos y de comunidad; bolsa de trabajo, servicio jurídico, alfabetización, mejoramiento del hogar y gota de leche.
En la segunda etapa, (de acción comunal), brindó asesoría a 69 barrios y veredas para la construcción de acueductos, alcantarillados, escuelas, redes eléctricas, remodelación de la plaza principal, adaptación locativa de escuelas y matadero. Y en la tercera etapa, de acción educativa, ha formado tres generaciones, con los programas de educación formal y en educación no formal, con múltiples modalidades formativas como cursos de capacitación, programas de aprovechamiento del tiempo libre, talleres, retiros espirituales, jornadas pedagógicas, congresos, foros, aulas permanentes y otras modalidades. Por ahora, digamos que para Doña Leonor Puyana de Bermúdez su máxima convicción era: “Si queremos mejorar la sociedad, tenemos que hacerlo a través de la familia, partiendo de que es vital educar integralmente a la mujer y que son la familia, la mujer y la comunidad, los núcleos fundamentales para lograr las transformaciones sociales”.
El Secretariado multiplicó su acción por las necesidades del entorno; ha sido una entidad prestadora de servicios sociales con una valiosa trayectoria de acción comunal y desarrollo comunitario, y también un maravilloso centro educativo que ha desarrollado un currículo social verdaderamente innovador y digno de emular. Así Colombia sería distinta.
Doña Leonor formó un equipo directivo y docente del Secretariado, muy profesional y especializado; montó instalaciones amplias y completas en un ambiente campestre, que cuentan con talleres de nutrición, técnicas culinarias y confecciones. Allí se desarrolla el espíritu microempresarial y se fomenta la productividad a través de pequeños negocios.
La financiación de la inmensa obra del Secretariado Social de Soacha ha provenido fundamentalmente de ayudas de la familia de Doña Leonor, de empresas privadas y de personas naturales. Esas ayudas fueron gestionadas, tramitadas y conseguidas persistentemente durante 61 años, por ella; con la ayuda de las profesionales de la Sociedad y sobre todo, con la de sus hijos, nietos, yernos, nueras. Todos ellos trabajan por el Secretariado, del que un hijo suyo es representante legal.
Una de las prácticas de Doña Leonor era llevar ejecutivos y personas a Soacha, para que conocieran lo que hacía el Secretariado allí, quienes luego decidían ayudar, entre otras formas, adoptando el estudio de las menores.
Su humanismo (aún a pesar de sus dolencias de los últimos meses) fue una entrega en cuerpo y alma, ejercida en el barrio “Portalegre” de la Comuna Dos, (anexo a “Prado Vegas”, “Danubio”, “Tequendama” y otros barrios), ayudando a generar y fortalecer la esperanza de los habitantes de esa inmensa comunidad marginada, donde la violencia se campea debido a la confluencia de múltiples fenómenos sociopolíticos.
Otro gran mérito suyo fue haber sido una estudiosa permanente, para poder mejorar y consolidar su obra, la cual concibió y transmitió mediante su ejemplo de vida, sembrando persona a persona entre quienes recibieron su legado y comparten su sueño de incidir positiva y constructivamente en una comunidad tan necesitada, a través de la educación integral de la mujer y la familia, pues en el colegio del Secretariado se matriculan las niñas pero con sus respectivas familias, las cuales deben asistir a cursos de familia, seminarios, talleres y conferencias, los domingos, sobre temas como: formación de padres; relaciones padres e hijos, o entre hermanos y vecinos; higiene, convivencia pacífica y respeto por las ideas ajenas; cómo tratar a niños; cómo prevenir enfermedades; cómo trabajar en familia, etc.
Los objetivos generales de la formación que se imparte allí son, desarrollar y perfeccionar las facultades en todas sus dimensiones, inteligencia, corazón y voluntad, mediante un proceso educativo unitario; educar para la vida; educar para el trabajo; educar para continuar su formación; educar en el respeto a los derechos de la niñez y en el compromiso con los deberes.
Doña Leonor trabajó a profundidad para brindar una educación de calidad que responda a la misión de la mujer como transmisora de valores y de cultura como miembro activo en la familia y en la sociedad y dar respuesta a la crisis familiar y social mejorando la sociedad desde la familia como célula vital.
Soacha, “una peligrosa bomba de tiempo”
No es lo mismo ejercer una loable acción social en zonas que, aunque pobres, no son explosivas. Cosa distinta es en una zona como la de Soacha, donde delinquen bandas como las de “los Gatilleros”, “los Robles”, “Chuquines”, “Pankokis” y decenas de grupos más. Donde hay homicidas de la peor especie y bandas emergentes; donde el asesinato y la desaparición causan desplazamiento interurbano, pues se somete al terror a la población; donde hay extorsionistas que cobran vacunas de 5 o 10.000 pesos; donde la pobreza y la violencia, juntas, hacen la vida mucho más dramática.
Soacha tiene 450 mil habitantes y se estima que el 68 por ciento son jóvenes. El índice de desempleo supera el 20 por ciento. El 33% de la población es menor de 15 años, y sin duda “terreno fértil” para engrosar las filas de los grupos ilegales. Además, hay serias condiciones de pobreza. Allí llegan en promedio diario, 25 personas víctimas de desplazamiento, provenientes del Meta, Boyacá y Santanderla mayoría. Sin contar a los 15 mil desmovilizados de grupos al margen de la ley que viven allí donde la mayor preocupación es la inseguridad. Eso hace más importante la obra de Leonor Puyana.
Sobre Soacha, (que más que colindar con Bogotá por el sur oriente, está unido geográficamente a su realidad social), se ha dicho que es una “bomba de tiempo”. Y deben tener razón. Pero lo que hasta hoy no se ha expresado es que tal vez dicha bomba no ha estallado, gracias a la extraordinaria obra sembrada, cultivada, desarrollada y madurada ininterrumpidamente, (ni siquiera los domingos y días de fiesta) por una mujer, que a pesar de su edad y sus dolencias siguió al pié de su obra, infundiendo aliento y llevando esperanza a toda su comunidad, apoyada por su gran equipó profesional interdisciplinario.
Ante los graves problemas que viven los habitantes de Soacha, el revolucionario proyecto social de Doña Leonor Puyana, (que ha sido copiado internacionalmente) es de largo alcance, de educación para la vida, para el trabajo, para la familia, dentro de la formación de las mujeres que educa.
No olvidemos que Soacha ha sido fuente de muchas noticias trágicas que han conmovido a Colombia, por su dolorosa crisis social, y porque ha sido considerado como “el municipio de Colombia con más problemas humanitarios”, sufridos por habitantes marginados, desarraigados, perseguidos, que llegaron allí huyendo de su tragedia, a vivir otra realidad cruda y dramática, en la que se incuba la violencia.
Todo lo anterior hace más valiosa la acción social del Secretariado allí, donde confluyen problemas como la violencia urbana e intrafamiliar, la pobreza, la marginalidad, el desplazamiento interurbano por acción de pandillas, grupos armados y bandas emergentes, alta inseguridad, barrios subnormales, y hasta corrupción política. La acción de Doña Leonor fue extremadamente valiente, y una obra vital, urgente, y de incalculables resultados sociales.
La monografía de Doña Leonor, sobre Educación Familiar, para obtener el título de Tecnóloga en Administración de Instituciones de Servicio, contiene el programa de Educación Familiar orientado a capacitar profesionalmente a la mujer en las labores del hogar y como asistentes en administración de servicios, que ha sido base y fundamento del programa piloto que entre 1981 y 2008 se imparte en el Secretariado.
Querer servir mejor a su prójimo la llevó a la Universidad de Navarra, donde obtuvo el Título de Orientadora Familiar, con Tesis laureada. También se especializó en Administración de Instituciones de Servicio; en Asistencia Social, en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario; y en “Principios metodológicos y técnicos de desarrollo a la comunidad”, en la Universidad de Columbia. Estudió en la Universidad de La Sabana y realizó cursos de Actualización en Teológica, Bioética, Escuela Siglo XXI, Régimen Jurídico y Tributario para Instituciones de Bienestar Social, Recursos para proyectos de interés social, Dirección Eficaz de Centros Educativos, Valor para Defender los Valores y Actualización Filosófica. Participó en Coloquios internacionales de Filosofía, Antropología y Espiritualidad; Orientación en sistemas de educación personalizada, Abuelos Jóvenes, y Gerencia Educativa, en la O.E.A. Asistió a congresos Internacionales de “Educación y Familia”, en México, Zurich y Madrid, y a la VI Convención Internacional de Actividades Educativas.
Excelente modelo humano
María Isabel Mateus Vargas, Directora del Secretariado, dice que Doña Leonor Puyana de Bermúdez: “Era una mujer tierna y acogedora, inspiraba confianza, respetaba la condición humana, se daba a todo el mundo, era desprendida y generosa. Se preocupaba por ayudar a cada quien según sus circunstancias personales, era transparente, con capacidad para ilusionar a otros en el trabajo por los menos favorecidos, vivía la rectitud de intención y de acción”
Doña Leonor dejó en su institución de Educación Básica a Media, 400 estudiantes desde Transición hasta el Grado 11°. Su acción educativa se centró en la persona “como ser corpóreo y espiritual”. Se trata un Bachillerato de Promoción de la comunidad, con énfasis en educación familiar que da prioridad a la Participación, Interacción y Desarrollo Comunitario. Tiene su propio Manual de Convivencia (reglamento escolar) y enfatiza en el ambiente de convivencia, basado en principios, actitudes y conductas positivas orientadas hacia la búsqueda de la excelencia personal, el proceso de evaluación de las estudiantes; el desarrollo del estudiante y su familia. La educación dada allí a la mujer, considera su condición y dignidad de criatura humana; el reconocimiento a su trascendencia y dependencia; del valor de su misión de responsabilidad con la familia y su capacidad para participar en la vida y en la libertad que le da derechos y deberes.
Con la educación continuada, el Secretariado pretende estimular a la mujer para que con su bachillerato logre ingresar a la educación superior; especializarse en un arte u oficio en microempresas, en áreas de alimentos y bebidas, decoración, aseo y mantenimiento, lavandería, recreación, artesanía y administración, aprovechando cursos de entidades de educación no formal para lograr calidad y competitividad; o ingresar al SENA y otras entidades que certifiquen su aptitud en un arte, oficio o técnica.
Así mismo, formarla como empresaria, como líder y como persona y educarla a ella y a sus familias en el respeto a los derechos de la niñez, a la vida, la supervivencia, y la participación. A desarrollar programas para el diagnóstico, prevención y atención en salud y nutrición; a preparar al niño en lo trascendente; desarrollar en ella conocimientos y habilidades para prevenir y afrontar situaciones de riesgo, como maltrato físico y psicológico, abuso y explotación sexual y económica, drogadicción, indigencia, discriminación o cualquier práctica que atente contra su integridad. Garantizar el conocimiento y ejercicio de los derechos de la niñez, propiciar la reflexión sobre la libertad responsable, la autonomía y el bien personal y el común como fundamento ético para la participación, el ejercicio de la democracia. Y enseñar a la comunidad educativa que el respeto a la opinión implica escuchar y defender las ideas serenamente y sin obligar a estar de acuerdo.
Doña Leonor murió habiendo logrado que el perfil de sus estudiantes sea el de mujeres íntegras, capaces de asumir con profesionalidad los roles de esposas, madres, trabajadoras y ciudadanas ejemplares, en su función materna, familiar y social; líderes éticas y eficaces en su familia y en la comunidad; auxiliares en instituciones de servicio en alimentos y bebidas, decoración, mantenimiento, lavandería, administración de servicios y recreación; microempresarias autosuficientes; educadoras y estudiantes comprometidas con su formación permanente. Su vacío en Soacha, resultará imposible de llena