Por:Manuel Tiberio Bermúdez – New York
En una picante entrevista concedida al comunicador Manuel Tiberio Bermúdez deja notar, además, su orgullo por haber ganado el premio Richard T. Baker Award como la mejor reportera del año. Al verla uno no cree que pueda ser tan apasionada en su oficio. Habla rápido, como si a todo momento estuviera de afán. Conceptúa sobre lo que la rodea: sobre las acciones de los poderosos, sobre los colombianos en New York, sobre el gobierno colombiano y sus actuaciones, sobre la guerra que padece Colombia, sobre las Asociaciones de connacionales en la Gran Manzana, en fin, habla interminablemente como si se le hubiera disparado un botón y no pudiera pararlo.
Elizabet Mora Mass, es una colombiana que se ha ganado un espacio y respeto entre la comunidad latina y en especial la colectividad de colombianos residenciada en New York que reconocen su trabajo periodístico como uno de los más controversiales, comprometidos y atrevidos en la ciudad de los rascacielos.
Critica con razones pero sin piedad a quienes merecen una crítica. Elogia sin llegar a la melosidad a quienes por sus actuaciones se lo ganan. Argumenta, lucha y pelea desde los distintos periódicos en los que su pluma, calificada como rebelde, irreverente y “pelionera”, tiene una tribuna de expresión. Se fue de Colombia, según ella, porque a Pablo Escobar no le gustó un artículo que escribió y que llamó “De Medallo a Metrallo” y que fue como si le hubieran ordenado comprar su pasaje hacia el exilio.
Sus guías para la vida fueron nadie menos que, como ella nos lo cuenta: “El editor que me enseñó a cubrir a Nueva York se llamaba Enrique Santos Castillo. El señor del que aprendí a escribir sobre política se llama Jorge Valencia Jaramillo y el hombre que me mostró cómo no dejarse hacer pilatunas se llama Bernardo Guerra Serna”.
Elizabeth Mora Mass, vive tranquila en New York hace ya varios años. Aquí en esta entrevista recogemos su historia y testimonio de su vida.
¿Quiénes integran su grupo familiar?
En mi casa éramos un montón de familiares. Mi familia venía huyendo de la violencia, así que varios tíos, tías, primos, sobrinos, etc., vivíamos en las casas de mis abuelos y mis tías solteronas, unidas entre sí por un solar, donde había hasta palo de aguacate.
¿Cuál es el recuerdo más antiguo que tiene de su niñez?
Cuando mis primas me decían que no dijera que era pariente de ellas porque yo era negra y ellas eran rubias. Ahí aprendí a apretar en el nervio a mis contendores.
¿Qué estudios realizó en Colombia y que títulos obtuvo?
Comunicación Social en la Universidad de Antioquia. Una época maravillosa a finales de los 70s y principios de los 80s. La universidad era un microcosmos de la realidad colombiana: varios profesores eran dirigentes del entonces proscrito M-19; Martha Nieves Ochoa cursaba economía; una hermana de los Galeano –asesinados luego por Pablo Escobar- también estudiaba allá; Eduardo Gallo era el presidente del Consejo Estudiantil; Álvaro Uribe era el representante del grupo que se le oponía; el MOIR controlaba gran parte de los dos movimientos y muchos compañeros eran milicianos urbanos. No había que salir de la U para saber lo que pasaba en la ciudad. Y, como siempre he sido tan de buenas, muchos de estos protagonistas discutían los acontecimientos cotidianos conmigo.
¿Cómo nace en usted la inclinación por el periodismo?
Trabajaba en el Concejo de Medellín y me tocaba hacer relaciones públicas. Me metí a estudiar por las críticas de los periodistas porque yo carecía de un título. Fueron doña Eugenia Vélez –ya fallecida- Juan José Hoyos y Arturo Giraldo –mis profesores de periodismo- quienes me metieron en este rollo, cuando comencé a escribir para Periodismo I, II y III, las crónicas sobre la formación de lo que después fue el cartel de Medellín –en ese momento unido al de Cali-. El Concejo era un desfile de gente de toda clase preguntando como llegar al grupo de Jairo Ortega, donde militaba Pablo Escobar.
¿En que medios trabaja en Colombia y en que áreas realiza cubrimientos? Trabajé para El Tiempo y El Colombiano como corresponsal y cubrí de todo, desde las relaciones internacionales –especialmente con Estados Unidos- hasta los Juegos Olímpicos y la Copa Mundo.
A usted le toca una época de narcotráfico y paramilitarismo. ¿Qué posiciones asume como periodista frente a estos hechos?. El narcotráfico surge en Medellín frente a los ojos de todos nosotros. Allí no había escondidijos, ni nada por el estilo.
El Padrino, los Pablos, los Ochoa y todos los demás “trabajaban” a la luz del día. En La Bastilla (el famoso café tertulia de Medellín) comentábamos sus andanzas todos los días. Como periodista me limité a escribir lo que pasaba. Pero los hechos eran tan aterradores y la corrupción general tan abrumadora que, más allá de las denuncias en“Por billete, mato al que sea”, o “De Medallo a Metrallo” o “Hasta los ancianos fuman bazuco”, generaron toda la controversia que, aún hoy día, sigue vigente. Por eso fueron mis enfrentamientos con Pablo Escobar y con Henry de Jesús Pérez. Nada personal. “Estrictamente negocios”, como dicen los gringos. Hubo periodistas mucho más valientes que yo como José Guillermo Palacios –corresponsal de El Espectador en Medellín y Fernando Álvarez, en Semana –quienes no sé por qué fueron olvidados en el gran aporte que hicieron con su trabajo periodístico para denunciar lo que fue la consolidación del narcotráfico y su estrecha vinculación con los grupos paramilitares.
¿Le generó a usted algún problema cualquier posición asumida como periodista?
Todos los problemas del mundo. Aún con mi propia familia, incluidos mi marido y mi madre.
¿Qué motiva su salida del país?
Aterrada y asombrada por el irrespeto a la vida -como un don irremplazable- y la indiferencia de la sociedad colombiana, en general, la paísa, en particular frente a la matazón, escribo el famoso “De Medallo a Metrallo”, el título no es mío sino de El Tiempo, pero de todas maneras, a mí me echaron toda la culpa, cosa que acepto. Pablo Escobar me telefonea y me llama “faltona” (su sentencia de muerte). Unos amigos comunes me ayudan a negociar y me regresé a Estados Unidos. Me vine a estudiar inglés y al regresar a Medellín, me encuentro con que la ciudad tenía una tasa de asesinatos que había pasado de 876 a más de tres mil por año.
¿Cuanto tiempo hace que vive en Estados Unidos?
Aquí vivo hace casi18 años.
¿Cuales son sus primeras experiencias laborales en los Estados Unidos?
Trabajaba como cajera en un restaurante. Luego, Lolita Fonnegra y Joe Toro me ayudaron a conseguir un puesto leyéndole en español a un conde ciego.
¿Que logros ha alcanzado en Estados Unidos como periodista?
Mi maestría en la Universidad de Columbia y el haberme ganado el Richard T. Baker Award, concedido cada año al Mejor Reportero de la Clase. Lo considero mi gran triunfo porque durante el cóctel de bienvenida, tres periodistas colombianos fueron a la escuela y me acusaron de inventarme los reportajes. Es un premio que les duele. Ser editora de Beverage World en Español; colaboradora de la BBC y de la France Presse y columnista de El Diario La Prensa, por encima de las intrigas de algunos de mis colegas colombianos.
¿Que logros ha alcanzado en Estados Unidos como periodista?
Mi maestría en la Universidad de Columbia y el haberme ganado el Richard T. Baker Award, concedido cada año al Mejor Reportero de la Clase. Lo considero mi gran triunfo porque durante el cóctel de bienvenida, tres periodistas colombianos fueron a la escuela y me acusaron de inventarme los reportajes. Es un premio que les duele. Ser editora de Beverage World en Español; colaboradora de la BBC y de la France Presse y columnista de El Diario La Prensa, por encima de las intrigas de algunos de mis colegas colombianos.
Usted es una mujer considerada como conflictiva y sin pelos en la lengua. ¿Es eso objetividad periodística o temperamento personal?
No creo ser conflictiva. Lo que pasa es no dejo meter gato por liebre. Aquí los dirigentes colombianos sólo quieren leer alabanzas y que nadie publique las carajadas que hacen. El editor que me enseñó a cubrir a Nueva York se llamaba Enrique Santos Castillo. El señor del que aprendí a escribir sobre política se llama Jorge Valencia Jaramillo, y el hombre que me mostró cómo no dejarse hacer pilatunas se llama Bernardo Guerra Serna. Sus enseñanzas me impiden aceptar las cosas que, para mí, no tienen presentación como que, el Centro Cívico Colombiano reciba más de medio millón de dólares al año sin que haga una labor realmente productiva por la comunidad, o que Martha Hauze –como secretaria política de NACAO, entregue firmas contra el presidente Uribe y el Plan Colombia –y por años he sido la peor crítica de Uribe y del PC a nombre de los colombianos y se enoje porque yo publico las críticas de los demás líderes, o que los colombianos de Queens no tengan una sola persona elegida para el Concejo de NY o la Asamblea, mientras que los colombianos de Nueva Jersey tienen seis concejales y un alcalde. También acepto que tener criterio es un problema para el ejercicio del periodismo que se impone en Nueva York, donde el periodismo y las relaciones públicas se confunden tanto que hay periodistas que tienen empresas que prestan los dos servicios y cobran por ellos.
¿Como ve el periodismo que se hace en Colombia. Son consecuentes los periodistas colombianos con la realidad nacional o cree que hay demasiado miedo haciendo de mordaza?
Hace un tiempo, Javier Castaño, escribió en su columna del periódico Hoy que el periodismo colombiano está en crisis; que El Tiempo practica el periodismo light; que El Espectador no sirve; que Semana inventa noticias tomando comentarios de los cócteles para ponerlos como hechos ciertos y que Cambio sigue sus pasos. Eso me dejó muy confundida, dado que Castaño es o fue corresponsal de El Tiempo y es cuate de todos los directores. Así que que mejor opino sobre el periodismo hispano de Nueva York.
Este es un periodismo pobre el cual han desaparecido la mayoría de los géneros periodísticos. Con usted mismo y con otros colegas, hemos estado de acuerdo en que ni El Diario La Prensa, ni Hoy hacen un buen periodismo. Por ejemplo, en temas como la HR418 –Identificación Real-la cual afecta entre ocho a 14 millones de personas- se limitan a publicar “informes especiales” de 300 palabras. Hay por lo menos diez mil familias colombianas afectadas con la parte del asilo político –ya que van a quedar en el aire- si el proyecto de ley es aprobado por el Senado. Lo mismo pasa con otro buen número de familias venezolanas y ecuatorianas que no van a calificar para el asilo político. El único periódico hispano que ha tratado este tema con profundidad es La Opinión de Los Ángeles, para los demás medios, como que no tienen indocumentados, ni asilados viviendo en su territorio.
Por otro lado, ahora mismo hay un gran debate nacional sobre el “Social Security” (Seguro Social). El 80% de los ancianos hispanos de NY viven del dinero que reciben del Seguro Social y el 75% de todos los hispanos sólo tiene ese dinero para vivir en su vejez. Pero ese tema como que sólo afecta a los lectores del Miami Herald. Ni El Diario La Prensa, ni Hoy han hecho un reportaje especial sobre el particular. Sólo han publicado notas de 400 palabras sobre un tema que nos afecta a todos por igual.
¿Como ve desde aquí el conflicto colombiano y como cree que los medios puedan hacer un aporte para que el conflicto se atenúe o cese definitivamente?
El conflicto colombiano hace parte de la globalización del narcotráfico, del control y las sinergias creadas por los grupos ilegales para manejar el mercadeo de las drogas y de los $600.000 millones de dólares que generan las drogas. Hace varios años, un grupo de 75 magistrados de los Estados Unidos firmaron una carta en la cual informaban que no iban a juzgar más casos de narcóticos a pequeña escala por considerarlos “una pérdida de tiempo”. Milton Freedman lleva años pregonando que la única manera de vencer a las drogas es mediante la despenalización.
¿Qué es para Ud el periodismo y qué es ser periodista?
El periodismo es escribir la historia de los pueblos. El periodista es el espectador –ojalá imparcial- de esa historia.
¿Un periodista que admire y por qué?
Admiro a los periodistas de las provincias del Tercer Mundo que exponen su vida por escribir la historia de sus pueblos, enfrentando a políticos tan poderosos como corruptos, muchas veces aliados con las mafias locales. También a Los Evangelistas que escribieron la Biblia. Siguen vigentes a pesar de los años.
¿Un periodista que no le hubiese gustado ser y por qué?
Paso. Yo respeto a la gente así critique sus actuaciones.
¿A quién le gustaría entrevistar y cuál sería la pregunta que no dejaría de hacerle?
A Cristo y le preguntaría si valió la pena el sacrificio.
Quisiera regresar a vivir en Colombia. ¿Por qué si o por qué no?
No creo que pueda regresar a vivir a Colombia. Mi familia y mi casa están aquí y sería muy difícil mudarnos.
¿Qué la pone triste?
Cuando veo que la gente pasa por encima de sus principios y hace trampas para conseguir una victoria pírrica.
¿Qué la pone alegre?
Mi familia; mis amigos; los niños; el campo; la salida del sol; el mar; mis perros; mis caballos; mis flores, mis libros, una copa de vino con mi marido y mis amigos.
¿Cuál debe ser la cualidad mas cultivada por un periodista?
Decir la verdad, así ésta sea tan increíble como los hechos de la Avenida Roosevelt. Si se dice la verdad, ésta al final se impone por encima de todas las críticas, todos los ataques y todas las calumnias que digan sobre el periodista. Lo digo por experiencia. A mí me han acusado de inventarme reportajes como “El costo del Plan Colombia: Habrá base antinarcóticos”; “De Medallo a Metrallo”; “La centroamericanización de Colombia”; “Colombia no va a aprobar la 390” (certificación). Lo curioso del caso es que todo lo que he dicho ha pasado, mientras que a mis acusadores les han metido goles tan bonitos como trabajar para el periódico del cartel de Cali en Nueva York.
¿Una frase que sea guía en su quehacer cotidiano o en su vida?
Lo importante no es ganar, sino la lucha por lograrlo.
¿Cuál es su sueño como periodista?
A mi edad ya no tengo sueños. Sólo le pido a Dios que me dé fuerzas para aguantarme las bellacadas de algunos colegas y de ciertos dirigentes para no mandar la profesión al carajo.
¿Un mensaje para los periodistas colombianos?
Seguir en la lucha y no dejarse comprar. El miedo es entendible y no avergüenza, pero el venderse si avergüenza.