Para que los padres sepan cómo reaccionar, en forma serena, consecuente y eficaz, sin ni pegarles a sus hijos, Editorial Norma ha editado el libro ‘Cómo disciplinar a su hijo, en el que expone pautas útiles y concretas.
Por María Mercedes de Beltrán
Todos los niños, y especialmente los preescolares, crean problemas de disciplina, no importa cuán perfectos sean ellos o sus padres. Estos problemas de educación pueden volverse cada vez menores si los padres aprenden a hacer que sus habilidades para la crianza coincidan con las necesidades de los niños.
Para ayudar a los padres a encontrar esas habilidades, los sicólogos Jerry Wyckoffy Barbara ünell, profesores de Desarrollo Humano y de Vida Familiar en la universidad de Kansas, han escrito un manual de primeros auxilios, con el que los padres pueden aprender cómo tratar las conductas negativas de los niños, inclusive algunas tan difíciles como las pataletas, los lloriqueos, la inso¬lencia o las rivalidades entre hermanos.
Puntos que pueden ayudar
Los años preescolares son el tiempo de aprendizaje más importante de la vida, en cuanto al desarrollo físico, emocional e intelectual. En esta etapa, los niños son personitas variables que a veces se desbordan en entusiasmo e independencia, y otras, se muestran cohibidos y demasiado apegados a los adultos. Esto hace que los padres se desconcierten al momento de aplicar las normas.
Los.autores del libro han hecho una especie de resumen (como ellos mismos lo denominan) basados en 20 años que llevan de investigación en el campo de la conducta humana, y los puntos más importantes que señalan son:
SEA ESPECIFICO. Determine muy claramente cuál es el comportamiento que quiere cambiar. No se limite a decirle al niño que quiere que sea ordenado, explíquele que usted quiere que recoja sus juguetes cuando termine de usarlos.
MUÉSTRELE COMO HACERLO. No sólo decirle las cosas es lo importante. Si usted desea que le pida algo sin lloriquear, dígale cómo quieres que se lo pida para que me entienda lo que usted desea.
CÉNTRESE EN LA CONDUCTA. No elogie o desapruebe al niño, sino su conducta, es la que a usted le interesa cambiar. Dígale «qué bueno que es tranquilamente» y no «eres i bueno por estar calmadito».
ELOGIE LAS CONDUCTAS CORRECTAS. Cuando haga lo usted espera de él, alabe esa conducta. El elogio continúa reafirmado la conducta que él aprendió.
NO LUCHE POR EL PODER. Hay formas de no enfrascarse en ese forcejo (más adelante le enseñaremos una muy eficaz).
NO LE RECUERDES SU ERRORES. Deje la mala conducta del pasado y no la traiga a cuento constantemente, esto es poner una indeseable como ejemplo i no se debe hacer, pero i de lo que sí se debe hacer.
USE EL CASTIGO MENOS SEVERO. Cuando usted quiera cambiar una conducta en el niño, ensaye primero la estrategia menos severa. Esto por lo general implica mostrarle lo que debe hacer y animarlo a que lo haga. Si esto no surte efecto ensaye la estrategia menos severa que le siga a ésta hasta que encuentres algo que sí produzca resultados. Pero trate siempre de persuadirlo con amabilidad y respeto para que cumpla reglas.
Qué hacer ante ciertos problemas
Hay algunas conductas repiten en casi todos los res, como la de no querer i cuando se le manda; contestar con insolencia; lloriquear para cosas; rebelarse contra la de aseo personal y otras que son analizadas en el 11 ejemplos prácticos y claves para obtener buenos resultados:
RESISTENCIA AL ACOSTARSE. Muchos preescolares convierten la hora de acostarse en una Hay que tener en cuenta todos los niños tienen la necesidad de sueño, pero es bueno mantener una disciplina para dormirse, que usted debe fijar y exigir; claramente. Para hacerlo, cuántas horas de sueño necesita su hijo, teniendo en cuenta cómo actúa cuando ha dormido una siesta y cuando no, o cuando se ha acostado a las nueve o a las siete. Según estas observaciones, establezca el horario de sueño, recordando que a medida que va creciendo, sus necesidades van cambiando.
Organícele una rutina de acostada, De seguir con el mismo orden las noches. Podría ser, por Ejemplo, que se prepare un rato antes de la hora que usted a fijado acostarse (ponerse la pijama, buscar algo de tomar, lavarse los dientes); cuando esté listo, permítale jugar o ver televisión por un tiempo corto, con la condición explícita de que cuando se cumpla el tiempo acordado, se irá a dormir sin oponer resistencia. Puede acudir a un reloj con alarma para que suene a la hora establecida. Si a usted un día se le pasa la hora por cualquier circunstancia (no lo puede acostar a las 7 sino a las 8), no se lo haga saber a él, simplemente siga la misma rutina sin saltarse ningún paso y comience antes o recorte el tiempo de juego a la mitad, pero no lo suprima, pues ya es parte de su rutina.
LLORIQUEAR. Lo primero que debe hacer es asegurarse de expli¬carle claramente lo que es lloriquear, luego muéstrele cómo pedir las co¬sas de otra manera. Dígale, por ejem¬plo: «no te daré el jugo hasta que me lo pidas amablemente» y enséñele cómo decirlo: «Mamá (o papá), ¿puedes darme un poco de jugo?» Si el lloriqueo continúa aun después de haberle enseñado la forma amable de pedirlo, dígale que puede llorar y lloriquear todo lo que quiera, pero en un sitio que usted determinará y que lo llamará «el lugar para llorar». No pretenda detener el lloriqueo castigándolo, sólo pídale que llore en el lugar señalado.
Tampoco caiga en la tentación de ceder cuando sigue con el llanto porque con esto le está enseñando que lloriquear es la forma de conseguir lo que quiere. Tenga en cuenta, también, que si usted es de las perso¬nas que se queja o pide las cosas lamentándose, a su hijo le puede parecer que ésta es la forma de «lloriquear» de los adultos y él simplemente sentirá que lo que está haciendo es imitándola a usted.
PELEAR CON EL ASEO PERSONAL. A los pequeñitos, por lo general, les incomodan las rutinas de aseo y los adultos se molestan cuando ellos no colaboran en este punto. Para lograr su apoyo hay que utilizar tácticas que los involucren; por ejemplo, usted puede pedirle al niño que le traiga la toalla o que le tenga los pañales un momento, según la edad, para que él sienta que le colabora en el aseo. Inclusive, puede permitirle que elija un juguete con el que va a bañarse ese día, así tendrá la sensación de que ejerce algún control en sus rutinas de limpieza y que no todo es impuesto.
Si nota que al niño le desagrada especialmente alguna rutina de aseo, prepárelo para ese momento diciéndole, por ejemplo, «cuando acabemos de leer este cuento, es hora de tu baño»; con eso el niño se prepara con anterioridad y no le es tan duro el cambio de la diversión al aseo. Y haga que él note entusiasmo en su voz, pues si usted lo anuncia como una catástrofe, el niño lo tomará como tal.
Si el niño patalea y grita durante el proceso en que está aseándolo, hágase la desentendida. Cuanto él más vea que con gritos y resistencia puede suspender o acortar el baño, más lo hará, usted tiene que tener ánimos para terminar la labor que se ha propuesto; eso sí, procure que el procedimiento no sea doloroso, porque se convertirá en un forcejeo terrible, idéese juegos para que sea lo más placentero posible.
Mientras usted utilice tácticas como estas para tener éxito en la aplicación de la disciplina, le estará demostrando a sus hijos que los trata con respeto, y ellos a la vez aprenderán a cumplir las órdenes con el mismo respeto, no sólo hacia usted sino hacia los demás.