Por la muerte de Colombianos en altamar
Por: Gustavo Castro Caycedo.
La decisión del gobierno colombiano de declararle la guerra -Estado de Beligerancia- al gobierno Nazi de Adolfo Hitler, causó sensación internacional. Esto se produjo 10 días después de que en plena Segunda Guerra Mundial, marinos de un submarino alemán le quitaran la vida a unos colombianos indefensos, al atacar y hundir la goleta sanandresana «Rubby», cerca de Panamá , cuando navegaba entre San Andrés y Cartagena.Algunos titulares de prensa del 28 de Noviembre de 1943, fueron: “Las Naciones que están en Guerra con Alemania, dan la bienvenida a Colombia”; “La viril actitud adoptada por el gobierno colombiano, corresponde a la noble tradición de esa democracia, dice el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Cordell Hull”; “Los principales periódicos de América, exaltan y aplauden la actitud asumida por Colombia”; “Las Naciones Unidas cuentan con un nuevo aliado en la lucha contra la barbarie alemana”…
El mortal episodio que dejó luto a San Andrés y a Colombia como fruto de un acto violento en una guerra que no era nuestra, sucedió la noche del 15 de noviembre, cuando la goleta «Rubby» fue atacada cobardemente por un submarino alemán. Los muertos fueron: “el capitán Archibold, el contramaestre García, el marinero Bound y otro no especificado”, tripulantes de la embarcación mercante indefensa que transportaba un cargamento de cocos, y correo.
En la goleta viajaban tres pasajeros: dos mujeres y el niño isleño Dalton May, de 6 años, quien sufrió heridas de bala en el cuello y en la espina dorsal. Su madre, quien también fue herida por una esquirla de bomba, y la también sanandresana Evangelina Archibold, una mujer muy querida por todos en el Archipiélago. Los tres se salvaron milagrosamente del ataque luego de la terrorífica odisea de 36 horas que vivieron en el mar, en compañía de los miembros sobrevivientes de la tripulación.
Todos ellos aliviaron las terribles horas que vivieron como náufragos -muchas bajo un sol candente- con el agua de unos cocos que lograron rescatar luego del hundimiento de la goleta Ruby. Y se salvaron definitivamente, ya que por fortuna fueron recogidos por un buque estadounidense que los llevó a un hospital gringo en Colón, Panamá.
La declaratoria de Beligerancia de Colombia al gobierno de Adolfo Hitler, el viernes 26 de Noviembre de 1.943, once días después del ataque del Submarino a la goleta, generó el apoyo del Congreso de Colombia, por 33 votos contra 13, y también el respaldo internacional. Este insuceso tuvo un significado muy especial para los pobladores de las islas que solo se enteraron de lo ocurrido muchos días después. El hecho hace parte de esas historias insólitas que algunas generaciones del Archipiélago desconocen.Un documento histórico resume lo ocurrido el 15 de Noviembre de 1.943, hace ya casi 64 años. La embajada de los Estados Unidos en Bogotá dio a conocer el siguiente comunicado: “El Cuartel General del 15º Distrito Naval, confirma oficialmente hoy el hundimiento causado a la goleta colombiana «Rubby» por el cañoneo de un submarino enemigo en el mar Caribe, durante un viaje que hacía de San Andrés a Cartagena, Colombia, con la pérdida de cuatro miembros de la tripulación y heridas de los cuatro tripulantes restantes, y de tres pasajeros, dos de los cuales son una madre y su hijo de seis años”.
Informe de la Armada estadounidense
“Hasta donde puede asegurarse, todos los muertos y heridos fueron bajas debidas al cañoneo. Los sobrevivientes expresan que el barco fue sometido a fuego de ametralladora en adición al fuego de cañón. Subsiguientemente, en la misma zona un barco americano fue torpedeado y hundido con la pérdida de doce vidas. La Marina de los Estados Unidos, desembarcó a todos los sobrevivientes y se les ha prestado la ayuda médica necesaria”.
El 29 de Noviembre de ese mismo año, cuando Berlín ardía en llamas como consecuencia de un terrible bombardeo aéreo aliado, y millones de personas la abandonaban, la embajada de los Estados Unidos informaba que, recibió noticias de Washington, enviadas por la Secretaría de Estado avisando que se sabe que un submarino alemán opera actualmente en la zona del Mar Caribe, precisamente cerca del lugar donde fue hundida la goleta colombiana «Rubby».
Es de anotar que poco tiempo después de los luctuosos hechos fue instalado en Fusagasugá un Campo de concentración para japoneses y alemanes, ordenado por el Presidente, Alfonso López Pumarejo, “para evitar cualquier represión o rebelión de los ciudadanos alemanes residentes en Colombia”. López ordenó su reclusión forzosa en dicho campo que, curiosamente era el Hotel Sabaneta, de Fusagasugá, donde fueron retenidos 151 alemanes y un japonés, hasta cuando terminó la guerra.En Diciembre de 1.943, para defender su integridad territorial de posibles ataques alemanes, fueron establecidos nuevos cuerpos de tropas en las costas colombianas En Septiembre de 1.944, el destructor ARC Caldas de la Armada Nacional, bombardeó a un submarino Nazi, cerca de Cartagena.
El dramático relato de los náufragos
Apartes de una crónica de la periodista Brodie Burhham, de la agencia United Press, fechada en Panamá el 29, y publicada en El periódico El Tiempo el 30 de Noviembre de 1.943, dicen:“Con el brazo derecho – cuyo codo quedó destrozado por un fragmento de granada en el feroz ataque del submarino alemán- y en suspenso sobre la parte alta del lecho, en el hospital del gobierno de los Estados Unidos en esta ciudad, la señora Estrada May, residente en la isla de San Andrés, con dificultad por el agudo dolor, manifestó cómo ella, con su pequeño hijo de seis años Dalton, gravemente herido, y otras cinco personas, sobrevivió al ataque de la «Rubby» y pasó treinta y seis horas en el mar tropical, en un pequeño bote, antes de ser recogida y traída a puerto para su hospitalización”.
Los demás sobrevivientes también están internados en el mismo hospital. Casi todos sufren de shock nervioso a causa de su odisea, o por pequeñas heridas o quemaduras, pero ninguno de ellos se halla en estado grave. Según las informaciones suministradas por cuatro de los tripulantes y pasajeros de la «Rubby», murieron en el momento de la explosión.
“Los tripulantes recuerdan las últimas escenas con angustia. Todos dicen que vieron al submarino como a “una cosa negra” cuando disparaba contra la frágil goleta, sin previo aviso. La nave, agregan, comenzó a sumergirse en tanto que los tripulantes se arrojaban a las aguas del Caribe y trataban de oponer, entre el fuego de metralla del sumergible y sus cuerpos, la defensa del casco de la embarcación”.Uno de ellos es el tripulante isleño Antonio Archibold, de 45 años”.
36 horas en el mar
“Cuando sonó la explosión –manifestó– todos los objetos cayeron en la embarcación; tropezando me dirigí rápidamente hacia el puente de la nave, y saltando sobre la borda me lancé de cabeza al mar. Vi a otros que me imitaban y también vi los cadáveres sangrantes de otros de mis compañeros pendientes de la borda”.
“Nos mantuvimos asidos a un costado del barco, y cuando el submarino se nos acercó por el lado de estribor, nos sumergimos bajo el agua y nadamos al lado de babor. Cuando cesó el fuego subimos de nuevo a la cubierta, viendo cómo «Rubby» se balanceaba y se hundía.”
“En la goleta llevábamos un “cayuco” -pequeña canoa-, y comenzamos rápidamente a retirar las lozas con las cuales la teníamos cubierta; cuando la goleta comenzó a rendirse definitivamente, con trabajo la arrojamos por la borda del mar. Las olas eran altas y nos retiraban del “cayuco”; finalmente todos los siete sobrevivientes logramos reunirnos en la canoa, sentándonos unos sobre otros por lo reducido del espacio”.
”La situación de todos era desesperada por la incomodidad en que se encontraban y por los gritos constantes de los heridos, sobre todo del pequeño niño de seis años que lanzaba lastimeros gemidos cada vez que la embarcación se movía a impulso de las olas o que alguno de los tripulantes cambiaba de posición. Los sufrimientos fueron desesperantes, sobre todo en el día, por el sol tropical”.
“Los cocos fueron nuestra salvación, agrega Archibald. Los hombres decidimos que las mujeres y el niño herido necesitaban más de agua que nosotros; por eso les dimos a beber el jugo de los cocos y nosotros mascábamos la pulpa, con labios resecos, encontrando alivio. Remamos con desesperación durante largas horas, tratando de que la canoa diera frente a las altas olas, y no fuera cogida por estas de lado. Durante toda nuestra permanencia en el mar, éste no se calmó y varias veces tuvimos amenaza de tempestades”.
El hundimiento de la «Rubby»
Cuarenta y cinco minutos después del disparado el cañón del submarino, la «Rubby» se hundió. “Vimos entonces por última vez al submarino, con toda claridad; dio una vuelta y despareció”.
“Así pasó todo un día de atroces sufrimientos. Vino la noche, y el amanecer del segundo día. En la mañana del segundo día vimos a distancia un barco, al que hicimos toda clase de señales. Pero no nos vio y continuo su marcha”.
“Alrededor del mediodía, una de las mujeres que iban con nosotros, vio otro barco. Agitamos nuestras ropas y gritamos por largo rato. Cuando parecía que tampoco nos había visto se detuvo y arrojó al mar una lancha que fue la que nos recogió. Era un barco estadounidense, su capitán y oficiales delicadas atendieron muy bien a los náufragos: los heridos recibieron sus primeras curaciones y a todos nos suministraron ropas”.