Carta a ex Timochenko

Por: Pedro Medellin Torres

Timochenko

Señor Rodrigo Londoño,

A estas horas ya conoce y habrá analizado con sus compañeros los resultados de las votaciones de ayer. Seis millones y medio de colombianos han dicho que NO apoyan el Acuerdo Final suscrito por ustedes y el gobierno en La Habana.

Y votaron por esa opción, pese a la aplastante campaña por el SÍ, que no sólo movilizó los recursos y el peso político de un régimen presidencial y centralista como pocos, sino también a los medios de comunicación y a la comunidad internacional que no dudaron en ejercer presión por el SÍ. Y con su voto les están diciendo, claramente, que no es suficiente con lo acordado.

Por si no les ha quedado claro, les están diciendo que su oferta de perdón y su tardía oferta de reparación monetaria, no es suficiente si no es sincera y concreta el propósito de asumir la responsabilidad por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos por algunos de sus comandantes.

La legislación internacional no sólo está inspirada en el propósito de combatir la impunidad de aquellos delitos que superan los límites de lo permitido. También se estableció para honrar a los combatientes que, aún en las condiciones más duras de la guerra, supieron mantenerse dentro de los límites que honran a un guerrero: combatir y vencer solo a aquel que está en igualdad de condiciones de guerra.

Por eso aquellos combatientes que durante el combate acabaron con la vida de otro (o otros más) que estaba(n) en condiciones de igualdad, pueden y deben ser amnistiados o indultados por los delitos que cometieron.

Pero ese mismo perdón no cabe para aquellos que estando en condiciones de superioridad, no dudaron en atacar a otras personas indefensas, que no eran combatientes sino campesinos o simples habitantes de veredas; o que reclutaron niños para la guerra; o que atacaron acueductos, o escuelas; o utilizaron símbolos de la Cruz Roja para atacar a su oponente. Para ellos, los que no hicieron valer los códigos del honor de la guerra, no hay perdón. No merecen ser amnistiados o indultados.

Y en sus filas hay combatientes que no merecen ser tratados como aquellos que respetaron los códigos de guerra. Ustedes no pueden encubrir a los responsables de esas conductas despreciables con el mismo manto del honor de los no pudieron ser vencidos.

Honrar a las víctimas y repararlas, no sólo exige que reconozcan su responsabilidad en los hechos viles que todos condenamos. También (y sobre todo) obligan un castigo ejemplarizante para que no se repitan. Y no estoy hablando de la cárcel (que debía ser una de las alternativas). Le estoy hablando de otra que para ustedes los combatientes, tiene mayor valor: la degradación militar.

Los invito a que en honor de las víctimas, en memoria de los caídos en franca lid, reconozcan ustedes el haber cometido esos crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, y en consecuencia procedan a degradar militarmente a aquellos que violaron esos códigos. Que los separen de su organización y hagan público que no hacen más parte de su proyecto político. No les pido que lo hagan para todos los casos. Escojan ustedes los cinco o diez casos más emblemáticos, los más representativos de su nueva disposición a salir de la guerra (el ataque a Bojayá, el asesinato de los diputados del Valle, la bomba del Club el Nogal, o el reclutamiento de menores).

Solo a partir de entonces podrán hablar de códigos de honor ya no en la guerra, sino en la política. Y aunque a muchos de los políticos que dirigen y han dirigido los destinos de esta nación, no les cabe el honor de haber hecho valer los códigos de la ética, comiencen ustedes asumiendo ese desafío. Seguros de que les allanará el camino para que en un futuro puedan ser una verdadera alternativa política para este país y no una vergonzosa copia de los que se hacen elegir para provecho propio.

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