Por: Juan Restrepo
A raíz del triunfo de partidos de izquierda radical en la últimas elecciones locales realizadas en España, este país vive un furor de retirada —por parte de los nuevos alcaldes— de estatuas, retratos y bustos de Juan Carlos o de su hijo el actual rey Felipe VI; y cambios de nombres de calles ligados a la monarquía. Este arrebato iconoclasta que tiene como principales destinatarios a los miembros presentes y pasados de la familia Borbón, me trae a la mente un episodio lejano pero aleccionador.
Al poco de independizarse Singapur de Malasia, el padre de la que es hoy una de las naciones más adelantadas del mundo, Lee Kwan Yew, conoció a Albert Winsemius, un holandés que dirigió a comienzos de la década de 1960 una misión del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas que asesoró a Lee en política de industrialización de Singapur.
Poca gente conoce el papel tan importante que jugó Winsemius en el nacimiento de la isla como estado independiente, el holandés dio a Lee dos consejos que según él eran las premisas fundamentales para el éxito de Singapur: en primer lugar, neutralizar a los comunistas promaoistas, pues imposibilitaban cualquier progreso económico. Y, en segundo lugar, mantener la ubicación de la estatua de Stamford Raffles. La sencillez de la receta dejó a Lee Kwan Yew sin palabras primero y luego se echó a reír por lo que a la estatua de Raffles se refería.
Mantener a raya a los comunistas que atacaban constantemente al Partido de Acción Popular del primer ministro parecía difícil; mantener la estatua del inglés que a comienzos del siglo XIX había escogido aquel emplazamiento para la Compañía de la Indias Orientales no parecía costar mucho. Hace unos años, leyendo sus memorias, me admiró el sentido común de este chino eminentemente pragmático.
«Mis colegas y yo —dice en ellas Kwan Yew— no teníamos ninguna intención de reescribir el pasado ni de pasar a la posteridad poniendo nuevos nombres a las calles y a los edificios ni colocando nuestras caras en los sellos de correo o en los billetes. Winsemius afirmó que necesitábamos los amplios conocimientos técnicos empresariales, de gestión y de marketing de América y Europa. A los inversores les gustaría ver que el nuevo gobierno socialista de Singapur mantenía la estatua de Raffles. Mantenerla sería un símbolo público de aceptación de la herencia británica y podía tener un efecto positivo».
«Yo no lo había visto de esta forma —continúa Lee—, pero me gustaba la idea de respetar el monumento, ya que se trataba del fundador de Singapur. Si Raffles no hubiera llegado aquí en 1819 para establecer un emplazamiento comercial, mi abuelo no habría emigrado a Singapur desde el condado de Dapu, en la provincia de Guangdong, en el Sudeste de China. Los británicos habían creado un imperio que le había ofrecido, al igual que a otros muchos, la oportunidad de tener una vida mejor que en su tierra natal, donde se atravesaba por una situación de confusión y caos mientras la dinastía Qing entraba en decadencia y se desintegraba poco a poco».
El abuelo de Lee Kwan Yew, como el de tantos singapurenses de origen chino, había sido un culí, un trabajador a destajo explotado por los ingleses, como explotados fueron en el Caribe, en California, en Perú, todos los culís que salieron huyendo de lo que él llama la desintegración de la última dinastía. De modo que la estatua de Raffles en el distrito financiero de la ciudad, para quien conociera la historia, era un motivo de reflexión sobre la sensatez y el sentido común de quien es capaz de poner por encima de sentimientos de revancha y deseos de reescribir la historia objetivos más altos en bienestar de su gente.
De igual manera podría decirse hoy en España que si Juan Carlos no hubiese conducido el tránsito de esa nación de la dictadura de Franco a la democracia, quienes hoy se refocilan en ese festín bastante carroñero y paleto de trasiego de bustos del viejo monarca en cajas de cartón y reemplazo de cuadros del rey por imágenes anarquistas anacrónicas, están negando la historia que les trajo la libertad de hacer estas astracanadas.