Brasil le demuestra al mundo la necesidad de los biocombustibles
Por: Paul Constance
“Si Brasil es capaz de hacerlo, también podemos hacerlo en Estados unidos”. Estas palabras –sobre el uso de etanol por parte de Brasil para lograr independencia energética- fueron pronunciadas porMaría Cantwell, senadora de Estados Unidos por el estado de Washington, que aparecieron en las portadas de varios periódicos.
Con su declaración, Cantwell se hacía eco de un sin número de políticos, empresarios y analistas en todo el mundo que promueven el uso de biocombustibles como parte de la solución de los problemas originados por el alza de los precios del petróleo.
En efecto, la declaración de Cantwell fue muestra de que las expectativas en torno a los biocombustibles han crecido tanto que ya no están conectadas con la realidad. El consumo de gasolina de Estados Unidos es aproximadamente 25 veces el de Brasil, según el American Petroleum Institute. Sustituirun 40 por ciento de este consumo con etanol –como hizo Brasil– será físicamente imposible en el futuro cercano.
Sin embargo, Cantwell no es la única figura política que en Estados Unidos ha señalado a Brasil – y a América Latina en general- como líder potencial en la carrera por desarrollar más y mejores alternativas al petróleo. Durante una conversación con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, en una conferencia celebrada en la sede del banco, el ex presidente Bill Clinton argumentó queAmérica Latina tiene las condiciones para ser el modelo mundial en la explotación de biocombustibles. Clinton también insistió que el desarrollar esta industria tendría la virtud de generar empleo agrario, mejorar las condiciones ambientales y darle una ventaja competitiva en la región.
¿Comparten los políticos latinoamericanos la visión de Clinton? ¿Estarán dispuestas las diversas industrias de producción y distribución de combustibles de América Latina a aprovechar la oportunidad de los biocombustibles?
Claras Ventajas
El argumento optimista es ampliamente conocido. Aunque muchos posibles biocombustibles aún no han sido comprobados, el etanol (derivado de caña de azúcar, maíz u otros cultivos) tiene un largo historial como suplemento o sustituto de biocombustibles. El etanol derivado de la caña tiene la mejor relación de costo-eficacia (mucho mejor que el del maíz), y pocos lugares del mundo gozan de una combinación de suelo, clima, tierra disponible y bajos costos laborales para el cultivo de la caña comparable a la deAmérica Latina y el Caribe.
La tecnología para destilar el etanol de caña y mezclarlo con gasolina es comparativamente barata y de fácil obtención. Prácticamente todos los automóviles nuevos y la mayor parte de los viejos pueden funcionar con gasolina que contenga hasta un 10 por ciento de etanol, y millones de vehículos “flex-fuel” (propulsado por cualquiera de estos combustibles o su combinación) están ya en circulación. China, India y la mayoría de los países industrializados han adoptado o contemplan adoptar metas para agregar etanol a la gasolina, lo cual podría generar un mercado futuro de enormes proporciones para el etanol. La creación de industrias domésticas de etanol generaría también empleo en las zonas rurales, disminuiría la dependencia de combustibles importados y reduciría las emisiones de carbono. Finalmente, el iniciar programas de etanol a partir de cero, los países podrían adquirir las últimas tecnologías para destilar y refinar el jugo de caña, las cuales son capaces de generar electricidad con la quema de bagazo (el material seco y fibroso que queda una vez se ha extraído el jugo).
A pesar de estas ventajas, América Latina, a excepción de Brasil, ha hecho poco para explotar su potencial en etanol. Esto es cierto incluso en países que gastan grandes cantidades de dinero en la importación de combustible, una clasificación que incluye a toda Centroamérica y el Caribe a excepción de Trinidad y Tobago. En México, gran exportador de petróleo, existen estudios que han demostrado que adoptar una mezcla de un 10 por ciento de etanol para la gasolina de consumo doméstico ahorraría cerca de 2.000 millones de dólares al año, cantidad que hoy se gasta para importar gasolina y aditivos. A pesar de ello, la producción de etanol en México es todavía insignificante.
¿Por qué otros países de América Latina no han seguido el ejemplo de Brasil? Hasta hace poco, la razón inmediata era el bajo precio del petróleo. Con el barril por debajo de 30 dólares, los cultivadores de caña de la mayoría de los países podrían obtener mayores beneficios del azúcar de caña que del etanol. Incluso en Brasil, los agricultores han alternado la producción de etanol y azúcar según las fluctuaciones en el precio de ambas. Pero la razón fundamental es que un programa de etanol como el de Brasil requiere un compromiso oficial durante varios gobiernos sucesivos acompañado de un sistema integral de obligaciones , subsidios e incentivos , y grandes inversiones en investigación e infraestructura.
El Reto
Si intentaran lanzar un programa similar hoy, otros países de América Latinaenfrentarían varios obstáculos. En países con industrias de extracción de petróleo, los productores de combustible más importantes tienden a considerar el etanol como un competidor que afectaría su porcentaje de participación en el mercado. Esta resistencia es especialmente relevante cuando las compañías petroleras controlan también las redes de gasoductos y estaciones de servicio cuyos tanques de almacenamiento deben ser limpiados e impermeabilizados antes de recibir gasolina mezclada con etanol.
La industria automovilística puede también resistirse a la introducción del etanol. A pesar de que fabricantes de automóviles multinacionales como Volkswagen, General Motors y Ford apoyan abiertamente la gasolina con etanol, sus concesionarios en países latinoamericanos se enfrentan a los prejuicios que la gente tiene sobre ese combustible. Muchos creen erróneamente que hasta mínimas cantidades de etanol pueden perjudicar el motor de sus vehículos, por ejemplo. De no disponer de sólidos incentivos para hacerlo, es poco probable que los concesionarios de automóviles acepten el trabajo de educar a su clientela sobre los beneficios del etanol.
Irónicamente, los cultivadores de caña de azúcar pueden estar entre los más firmes oponentes de la producción de etanol. En muchos países latinoamericanos, el sector de la caña de azúcar tiene una complicada historia de relaciones laborales conflictivas, disputas sobre precios y uso de la tierra y frecuentes intervenciones oficiales. Los gobiernos se han inclinado a proteger a los productores de caña con subsidios y normativas que inflan de forma artificial el precio del azúcar. Desmantelar estas protecciones para fomentar el cambio de etanol encierra riesgos políticos que muchos gobiernos no están dispuestos a correr.
Finalmente, en países con extensiones limitadas de tierra cultivable, el cultivo a gran escala de la caña de azúcar podría competir con los cultivos de alimentos existentes o incluso fomentar la tala de bosques nativos. Es probable, pues, que algunos intereses agrícolas y ambientalistas también se opongan a la expansión de los cultivos de caña.
A pesar de estos riesgos, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos se están encaminando hacia la creación de programas de etanol combustible. Según Garten Rothkopf, una consultoría de Washignton D.C. que está preparando un estudio sobre mercados de etanol para el BID, Argentina, Costa Rica, Colombia, El Salvador, Jamaica, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y Venezuela han adoptado o están planeando programas de biocombustible de algún tipo. Muchos de los líderes de la región se han pronunciado sobre la necesidad de adoptar biocombustibles, y algunos le han pedido ayuda al gobierno de Brasil. (Ecoguía).