“DE ESTE AVION NOS BAJAN PERO MUERTOS”
Por: Favio Abella Martínez
Antes de reproducir esta magnífica crónica, desconocida en Colombia, escrita hace un tiempo en Canadá por el Diplomático Favio Abella Martínez, y descubierta casual e inesperadamente en la Web por Gilberto Castillo, Director de verbienmagazin.com, le preguntamos por ella y por Avella a nuestro columnista y co-protagonista de esta historia, que el autor tituló originalmente: “Aventura del periodista Gustavo Castro Caycedo en Nicaragua”, y que él mismo no conocía.
Para Castro, “Fabio Avella Martínez no solo fue un verdadero héroe que valiente y temerariamente se jugó la vida en la guerra de Nicaragua por proteger a infinidad de sandinistas, así como al camarógrafo Gustavo Barrera y a mí”, sino que además demostró un inmenso sentido humanitario. Según Castro caycedo, “todo lo que relata Fabio, cada palabra suya, corresponde a la verdad, su crónica es no solo fiel sino también excelente”. Y expresa: “Lo que narra el Cónsul Avella, sucedió 20 días antes de la caída del sanguinario dictador Anastasio Somoza y del fin de su temible Guardia Nacional, cuyos peores enemigos éramos los periodistas. El 20 de Junio de 1995, (anota), diez días antes de nuestra aventura con Fabio y Barrera en Mangua, sucedió el vil asesinato del periodista Bill Stewart, de la Cadena ABC, que fue filmado por su camarógrafo y que dio la vuelta al mundo e indignó a la opinión pública estadounidense, tanto que el gobierno Carter retiró su respaldo al gobierno de Nicaragua. El crimen de Stewart fue considerado ‘el comienzo del fin de Somoza’ y marcó el momento más crítico y violento de esa guerra”.
Gustavo Castro y Gustavo Barrera fueron los únicos periodistas colombianos en entrar a Managua en plena guerra, junto con Germán Castro Caycedo, que llegó dos días después. Otros llegaron al aeropuerto las Mercedes, pero se devolvieronen el mismo avión. Transcribimos a continuación la gran crónica del Diplomático Favio Abella Martínez.
“El recordado periodista Gustavo Castro Caycedo, otro sobreviviente de la odisea Nicaragua, hace memoria de una aventura de esas que solo suceden una vez en la vida y que le miden a uno la adrenalina y que solamente cuando terminan se da uno cuenta de lo que arriesgó y lo que pudiera haber pasado si las cosas no se hubiesen dado, para bien o para mal, tal como sucedieron.
“En la aventura de Nicaragua con Gustavo Castro Caycedo y el camarógrafo Gustavo Barrera, efectivamente se arriesgó el pellejo y en mi caso como funcionario diplomático también se arriesgó el statu quo de las relaciones diplomáticas entre Nicaragua y Colombia. En ese momento las relaciones diplomáticas estaban en la cuerda floja con el soporte que Colombia daba al Frente Sandinista de Liberación Nacional FSLN, movimiento guerrillero al que, para la época, ya se les había reconocido como grupo rebelde internacionalmente a través del grupo Andino y la OEA, y es que en la Embajada en Managua manteníamos un promedio de 50 muchachos sandinistas, asilados durante los 3 últimos meses, hasta sumar un total de 300, antes de la entrada triunfal de la revolución sandinista a Managua el 19 de julio de 1979, y de la caída de un gobierno corrupto y dictatorial que duró 50 años en manos de la familia de Anastasio Somoza.
“En la breve referencia que hace Gustavo Castro Caycedo, menciona una trampa gracias a la cual milagrosamente se pudo abordar un avión, y que Fabio Avella fue el protagonista.
“En realidad lo que yo recuerdo no fue una trampa sino un acto riesgoso, en plena guerra y propio de reporteros de guerra. De una parte unos periodistas dispuestos a entregarlo todo a cambio de lograr un buen reportaje, desde el lugar de los acontecimientos y, de otra parte, un novel diplomático que comprende que su misión va más allá de tramitar papeles, poner sellos en documentos o asistir a cocteles diplomáticos, que su misión es también una oportunidad única, porque se encuentra en el centro de un escenario geopolíticamente importante para Colombia, enfrascado en una guerra civil atestiguando un proceso revolucionario adelantado por un pueblo que lucha contra una oprobiosa dictadura, es también una misión humanitaria, sabe que de su actitud depende salvar muchas vidas y que finalmente debe llevar a cabo una labor también informativa, porque comprende que debe dar a conocer a su gobierno y a la opinión pública las condiciones de vida de un pueblo hermano que vive bajo la opresión de un gobierno militar.
“La situación no podía ser más peligrosa, la guardia nacional de Somoza estaba en máxima alerta, los sandinistas habían anunciado la avanzada final sobre Managua y los operativos guerrilleros se sucedían a cada minuto con mucho éxito, gracias a que el pueblo nicaragüense se había identificado con los sandinistas y estaban decididos a tener Patria Libre o Muerte, como era la consigna de la bandera rojo y negro del movimiento revolucionario sandinista. Era el mes de julio de 1979, proliferaban los paros, las huelgas, los levantamientos populares, las masas sandinistas controlaban ciudades claves al norte de Nicaragua: Estelí, Chinandega, León, y al sur del país grandes centros urbanos como Masaya y Rivas. En la capital los bombardeos a los barrios populares de Managua eran ya parte del diario vivir, las barricadas se levantaban por miles en todas las calles de Managua, las barricadas que impedían el paso de las tanquetas y la artillería de la Guardia. Militarmente se obligaban a los ataques aéreos, la ciudad estaba completamente destruida, primero por el terremoto de 1972 y ahora por la guerra. Las gentes caminaban en largas filas con sus maletas y paquetes en la cabeza, todo su patrimonio había quedado atrás, iban siguiendo a un guía de bandera blanca que no sabía su destino final, simplemente querían huir y salvar sus escasas pertenencias y a sus hijos y sus vidas.
“A la Embajada de Colombia acudían a diario muchas personas para solicitar visas, o para solicitar asilo y los compatriotas residentes que no habían logrado salir del país también llegaban a pedir refugio y auxilios para proteger sus vidas y las de sus familias. En las calles a cualquier momento se escuchaban ráfagas de ametralladoras y podía uno inocentemente caer y morir en cualquier intercambio de disparos entre la Guardia nacional y los guerrilleros. Afortunadamente para mí, joven de 29 años y soltero, había logrado arrendar una casa a tan solo 50 metros de la Embajada situada en el prestigioso barrio residencial de Los Robles, barrio compartido por otras embajadas y distinguidos personajes de la vida social de Nicaragua.
“Mi residencia se encontraba llenas de asilados”
“Mi vida transcurría entre la casa y la oficina. Tanto las oficinas de la Embajada como mi residencia se encontraban llenas de asilados. Ahí teníamos un gran riesgo, una inmensa falla porque ni la Embajada ni la residencia del Cónsul son lugares avalados por el Derecho Internacional para mantener asilados, esta figura solo se permite legalmente en la residencia del Jefe de la misión diplomática o sea la casa del Embajador, que también protegía algunos asilados. Pero puede más la circunstancia de darle asilo a todas las personas que tenían en riesgo sus vidas que la de ajustarse a una Convención de Asilo que no prevé casos de guerra y asilos en forma masiva, nadie imaginó que eso pudiera suceder en nuestra América cuando se firmó en la Habana el 20 de Febrero de 1928 la Convención Americana sobre Asilo Diplomático.
“Las relaciones diplomáticas con Managua pendían de un hilo, las instrucciones recibidas desde la Cancillería en Bogotá eran las de tener listas las maletas para salir del país en caso de rompimiento de relaciones diplomáticas o una orden de evacuar el país, y la de otorgar asilo, como adalides de la democracia y del derecho internacional americano, mantener nuestra tradicional política de puertas abiertas, ser cautelosos con la gente que se recibía y lograr evacuar mediante salvoconductos del gobierno a los asilados en el menor tiempo posible. Asi las cosas, adentro y afuera se vivían momentos difíciles.
“Me encontraba en el aeropuerto las Mercedes de Managua, cuidando y acompañando a un grupo de personas refugiadas que salían del país en vuelo regular de la línea Copa a Costa Rica, ya que la línea aérea colombiana SAM había cerrado recientemente sus operaciones en Nicaragua. Distinguí de pronto una cara conocida, en las oficinas de migración del aeropuerto, era Gustavo Castro Caycedo y otro periodista con cámara de TV al hombro, a quienes no se les permitía pasar y a quienes les dieron orden de volver a Costa Rica en el mismo vuelo que yo estaba esperando que despegara con mis pasajeros.
“Intercepté a Gustavo Castro en su camino de regreso al avión y el me explico que efectivamente no tenía visa y que los periodistas necesitaban una visa especial y tenía que regresarse por donde llegó. Y Gustavo tenía razón, la entrada a periodistas internacionales estaba restringida y en todo caso había que tramitarla con suficiente antelación por vía diplomática y llenando muchos requisitos.
“Le pregunté a Gustavo, ustedes quieren devolverse o quieren hacer su reportaje??? Queremos hacer un reportaje de la situación de la guerra en Nicaragua, pero no nos dejan, me contesta.
“Yo les puedo ayudar a entrar, es arriesgado, pero lo podemos intentar me conozco perfectamente todas las puertas para entrar y salir de este aeropuerto, si quieren me siguen….
“Listo, fue la respuesta al unísono de Gustavo Castro Caycedo y su camarógrafo Gustavo Barrera.
En este momento, sin proponérselo, empezó la aventura del ansiado reportaje.
“Caminamos bajo el canicular sol de mediodía unos quinientos metros por la pista del aeropuerto, Germán Castro con su cachaco saco cruzado del Blazer azul sudaba la gota gorda y Barrerita fresco en su traje de campaña y la pesada cámara grabadora al hombro, avanzamos esquivando mecánicos, equipos y vehículos de ayudas de aeropuerto, buscando una puerta especial de entrada reservada para el cuerpo diplomático. Al llegar, un guardia nos intercepta le muestro mi identificación diplomática y le digo:» los señores periodistas vienen conmigo». Pasamos sin problema, luego, para evitar las salidas oficiales me interné por unos pasadizos que conducían a oficinas privadas de las líneas aéreas y sin que nadie nos preguntara que se nos había perdido, logramos salir por el counter de PanAmerican. Nos confundimos con la gente que nerviosa hacia filas para conseguir un tiquete a cualquier precio a los Estados Unidos o para registrar sus equipajes. Finalmente vimos la luz y y así salimos a los parqueos públicos.
“Abordamos mi vehículo una camioneta Jeep 4X4, que recientemente había adquirido para poder transitar por las desbaratadas carreteras de Managua. A la camioneta le había instalado una bandera blanca por un lado y al otro la bandera de Colombia, obviamente tenia placas diplomáticas, que me permitían el franco acceso por donde yo quisiera moverme en el desempeño de mis funciones diplomáticas.
“Gustavo Castro, estaba tremendamente nervioso, me preguntó insistentemente que les pasaría si los Guardias nos detenían y les pedían documentos ? . Tranquilo Gustavo, le dije, con placas diplomáticas no nos detienen y el peligro sería si caemos en un retén guerrillero porque ahí no se sabe que nos pueda pasar, nos pueden retener como rehenes, nos van a investigar etc.. pero tranquilo que me voy a ir por lugares conocidos, tranquilo, le decía, sin embargo seguía intranquilo.
“Mientras tanto Barrerita, como le empecé a decir familiarmente al camarógrafo, quería empezar a grabar todos los escombros que encontrábamos al pasar, la gente con banderas blancas, los carros que nos sobrepasaban a gran velocidad, los camiones llenos de soldados armados hasta los dientes, camiones particulares atiborrados de gente que prestaban servicio de transporte a la población, los tanques blindados al lado y lado de la carretera, todo lo quería registrar Barrerita, acordamos que lo podía hacer pero camuflando la cámara sin exhibirla, desde adentro del jeep para evitar que nos detuvieran , así se hizo, despacio y al ritmo de mi narración y entretanto Gustavo Castro con su libretica tomando notas, me metí por algunos barrios que estaban afectados por la bombas, yo quería que los periodistas vieran la cara de la barbarie de la guerra, que vieran los rostros desesperados de la gente, todo lo pudo grabar Barrera, según el, esto era un material precioso. También pasamos cerca al Bunker de Somoza, cerca al Hotel de la pirámide donde un día se alojó Howard Hughes el excéntrico gringo que quiso hacer negocios con Somoza.
“Al fin llegamos a mi residencia, del barrio Los Robles, a la entrada un gran escudo metálico que se leía ‘Delegación de Colombia’ en el centro el escudo de armas de la República de Colombia, cerca de la puerta sembrado un mástil metálico con una gran bandera tricolor; después de descansar- les dije- iremos a la Embajada. Gustavo Castro continuaba intranquilo, llegó al salón y a punto de desmayarse se tendió a lo largo de un sofá de 3 puestos y solo pudo tomar agua y un par de aspirinas, estaba pálido, mariado con todo lo que había visto y vivido desde su llegada a Managua, y lo que faltaba por verse!!. Quedó en estado de ausencia absoluta por una hora, al menos, para volver a medio realizar, pensaría : Y Yo que estoy haciendo aquí, debió preguntarse, y como vamos a salir de este infierno?”.
Nadie podía enterarse que yo, un Cónsul, tenía asilados
“Lo invité a que conociera mi casa, lo ya visto, habitaciones, sala , comedor, cocinas y más allá un gran patio con árboles , hamacas tendidas, una piscina, muebles de piscina y más para allá el apartamento especialmente reservado para la servidumbre, vamos ahí le dije, fue la primera gran sorpresa, encontrar de 10 a 15 asilados , guerrilleros sandinistas, que se alojaban allí, es decir, que se concentraban ahí mientras yo estuviera en la casa con personas extrañas o con visitantes, nadie podía enterarse que yo, un Cónsul, tenía asilados en mi casa. Cuando yo estaba en la oficina los asilados circulaban libremente por toda la casa, cocinaban, comían hablaban por teléfono etc. Listo Barrerita? Cámara, acción.. empezaron a entrevistar a los asilados , que le confiaban sus historias sobre operativos realizados y contaban por qué creían que debían asilarse en una Embajada. Sorprendente, de repente metidos en el drama de los asilados y los refugiados.
“Eran como las 4 de la tarde, nos movimos a la Embajada, 5 minutos caminando.
“Buenas noches señor Cónsul, me recibió el guerrillero asilado que estaba de guardia en la Embajada. Es que yo había dispuesto que los guerrilleros asilados deberían organizarse para cuidarse a sí mismos, la Embajada no contaba con guardias, ni oficiales ni privados, para su seguridad, los milicianos deberían prestar servicio de vigilancia 24/sobre 24 horas al día y mantenerme informado sobre cualquier movimiento anormal que pudiese afectar la seguridad de los asilados.
“Novedades?? Le pregunto,
“No señor Cónsul todo tranquilo: el Embajador salió a almorzar a la casa y no volvió en la tarde y el secretario se fue como a las 4 de la tarde.
“Muy bien, le digo, los señores son reporteros que vienen de Colombia. Lo digo mientras invito a Gustavo y al camarógrafo para que pasen a mi oficina.
“Eran 3 personas en total a cargo de la Embajada de Colombia en Managua: el Embajador Oswaldo Rengifo, 70 años, abogado, estudioso, precaria salud; Fabio Avella, soltero, joven de carrera diplomática, Primer Secretario, encargado de las funciones consulares, Nicaragua fue el primer cargo diplomático de su joven carrera a la que se vinculó por concurso en 1974 y Jorge Matus, nicaragüense, experimentado funcionario administrativo de la Embajada, con 10 años de servicio en el cargo de Canciller de Embajada.
“Justamente hacia como unos 10 meses que habíamos trasladado la Embajada a este lugar que a pesar de ser una casa de familia era lo suficientemente grande para adecuarla a oficinas y contar con espacios para alojar asilados y refugiados, fenómeno que se estaba haciendo más recurrente durante el año 1978, a partir del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, Director del diario La Prensa, fuerte opositor del Gobierno, evento que desató la ira popular y el comienzo del fin de la era Somoza en Nicaragua.
“La Embajada estaba localizada en una casa residencial del barrio Colonial los Robles, constaba de 2 oficinas acondicionadas, una para el Embajador y la otra para el Primer secretario , una sala de espera con sillas para los usuarios y con un escritorio desde donde despachaba y procesaba la documentación el Canciller Jorge Matus, otro pequeño cuarto dispuesto como lugar para el télex y los archivos de la oficina. La casa había sido dividida con un muro de madera para facilitar el uso de un aire acondicionado central, exclusivo para la zona de trabajo de oficina, una puerta provisional comunicaba las oficinas con el resto de la residencia, 3 habitaciones, de buen tamaño, cocina, patio interior propio de casas de tierra caliente, cuarto de servicio , dos baños completos con duchas, jardín interior con árboles, el lindero interior de la propiedad colindaba con la propiedad conocida como la casa de Chema Castillo, lugar histórico para la guerrilla sandinista que hizo ahí su primer golpe de publicidad internacional en diciembre de 1974, cuando logró un operativo espectacular al ingresar por asalto durante un coctel, para efectuar un secuestro colectivo de altos funcionarios, parlamentarios y miembros de la familia Somoza. Por el rescate de estas personas pidieron y lograron de Somoza 10 millones de dólares en efectivo y lograron la liberación de 80 presos políticos, entre ellos líderes como Tomas Borges, fundador del FSLN y Daniel Ortega, presidente por 12 años de la Junta de Gobierno sandinista y actual Presidente constitucional de Nicaragua, los rehenes y los secuestradores con los presos liberados y el dinero en efectivo guardado en bolsas, salieron triunfalmente a Cuba en un avión de la fuerza aérea panameña ofrecido por el Presidente Omar Torrijos.
“El periodista Castro Caycedo entra con Barrerita y sus cámaras a la parte interior de la casa de la Embajada y encuentra un grupo de asilados, que son guerrilleros que están tendidos en colchonetas heridos, milicianos combatientes que lograron llegar a la Embajada para salvar sus vidas, después de efectuar algún operativo urbano o algún enfrentamiento con la guardia somocista. La Embajada habia sido convertida más o menos que en un hospital, donde se daba atención médica a un grupo de heridos, en este salón teníamos, confidencialmente, atención directa de la Cruz Roja Internacional. En otras dos habitaciones alojamos a guerrilleros y refugiados que esperaban salvoconductos para salir hacia Colombia.
“Uno de los heridos le cuenta a Gustavo Castro Caycedo, como llegó a la Embajada y como había salvado su vida, junto a dos compañeros más, gracias a una gestión de asilo adelantada por un médico amigo, que llegó presuroso a la embajada esa misma mañana para contarle al Cónsul Fabio Avella que había 3 jóvenes heridos en un refugio cercano instalado de emergencia por la Cruz Roja y que si la Guardia Nacional pasaba por ahí y los interrogaba se los llevaría y aparecerían muertos en cualquier carretera, apenas identificados con las insignias del FSLN, al igual que solían amanecer cadáveres todos los días ajusticiados con una pañoleta rojo y negro en el cuello y un tiro de gracia en la cabeza propinado por la Guardia Nacional. Acompañado por el médico salimos de inmediato para traer a la Embajada en mi carro con placa diplomática, a estos tres jóvenes que, ahora en calidad de asilados, se reponían de sus heridas en el improvisado salón de emergencias de la Embajada de Colombia, así había empezado un día más de guerra en la Embajada esa misma mañana, antes de salir al aeropuerto. Historias como esta no se podían contar ni al mismo Embajador porque significaban un desacato a las normas internas, a la prudencia y finalmente al Derecho de Asilo y seguramente sería objeto de una sanción por parte de los burócratas sentados en Bogotá que jamás entenderían esta acción humanitaria. Es que «el Asilo se otorga, no se promueve» me diría Diego Uribe Vargas el Ministro de Relaciones Exteriores de la época, hablando un día sobre estos temas”.
Había “toque de queda» de 6 de la tarde a 6 de la mañana
“En todo el país se había decretado por parte del gobierno un » toque de queda» de 6 de la tarde a 6 de la mañana, eso significaba que nadie podía circular por las calles sin permiso especial, quien fuera sorprendido seguramente iba preso por razones de seguridad. Estábamos ya sobre las 6 de la tarde y salimos rápidamente con dirección a mi residencia, nuevamente en terreno seguro Gustavo hizo llamadas telefónicas y luego se retiró a descansar, continuaba preocupado, inquieto y completamente desfigurado por el stress de esta jornada.
“Los asilados que estaban alojados en mi residencia me cuidaban, eran mi familia. A la mañana siguiente estaban servidos en el comedor los puestos para tres personas, cafecito, , tostadas, queso, gallopinto (frijoles con arroz), carne desmechada era mi menú predilecto al desayuno y me lo preparaban los sandinistas asilados. Ellos mismos me habían pedido que no trajera personas extrañas para trabajar en la casa, ellos se comprometían a que no me faltara nada. Por razones de seguridad así se hacía.
“A las 8 de la mañana ya estábamos listos para salir a la Embajada.
“Ya debemos irnos me dijo Gustavo, como vamos a hacer?. si nos pillan nos van a meter presos, no podemos salir por inmigración, que vamos a hacer?
“Hoy tenemos que irnos, ya no tenemos más que hacer aquí, nos vamos, repitió Gustavo Barrera, el programa tiene que salir al aire en dos días. Hoy tenemos que llegar a Colombia.
“Mi último recurso era salir por Peñas Blancas, un viaje por tierra que duraría 3 horas para llegar a la frontera sur con Costa Rica, era la zona más vigilada , mas patrullada por la Guardia Nacional, se sabía que la guerrilla sandinista tenía sus campamentos en la frontera sur, en el departamento de Liberia, había allí por lo menos 10 mil sandinistas armados, brigadas internacionales de guerrilleros esperando la orden para invadir y avanzar hasta Managua. Avanzadas desde Costa Rica se registraban a diario sobre el territorio nicaragüense, el grupo élite de la Guardia Nacional estaba en primera fila esperando repeler el ataque, los aviones militares sobrevolaban y controlaban la zona. Era la zona más caliente y más riesgosa para salir del país.
“Llamadas telefónicas a mis colegas de las embajadas de Costa Rica, Guatemala, Honduras, no había aviones oficiales que estuvieran evacuando refugiados de sus países. Nada no había ninguna posibilidad. Como a las 10 de la mañana se me ocurre llamar a mi amiga la Cónsul de los Estados Unidos, Mery Daniels, le explico rápidamente la situación y me dice que hay un avión ahora mismo en la pista del aeropuerto militar de las Mercedes, anexo al aeropuerto de vuelos regulares, «está un avión de la Cruz Roja Internacional que va para Costa Rica a la zona de Liberia y luego va a para Honduras y Guatemala». va con ayudas a refugiados que están en esas zonas, me dice, » intente a ver si los dejan subir, yo le voy a hablar al Delegado de la Cruz roja que es un americano, tienen media hora para llegar.
“Nos vamos les dije a los dos Gustavos que esperaban impacientes, nos vamos ya!!!. Salimos rápidamente a tomar la carretera Norte y llegamos sin problema al aeropuerto, yo no tenía ni idea donde quedaban los hangares de los aviones militares, entonces decidí acceder directamente a la pista por una puerta que sabía nadie controlaba y al llegar a la pista empecé a observar los aviones que estaban en dirección a donde presumí estaban las bases militares, ahí estaba, era nuestro avión, era un avión inmenso, lo vi imponente, majestuoso, debía llamarse Libertad!! con las insignias de la cruz roja internacional, corrimos hacia allá, los motores estaban en marcha, corrimos, providencialmente nadie nos detuvo, y al llegar al sitio los auxiliares de carga estaban despidiéndose de quienes quedaban en tierra , se estaba empezando el procedimiento para cerrar la gran rampla que se convierte en puerta de las bodegas del avión, por donde habían estado desembarcando las ayudas internacionales.
“Soy el Cónsul de Colombia y estos amigos son periodistas!!! les hablaba , mejor dicho les gritaba a los tripulantes, ellos van con ustedes a Costa Rica!!!, si a Costa Rica!!!, le seguía gritando a los tripulantes, que no entendían nada, mi voz era completamente ronca y apagada por los ruidos del motor, suban, suban!!!! le grité a Germán y a Barrera, que se suban, carajo les dije!!!!! ellos dieron el salto y en segundos ya estaban en el avión, agitaron sus manos para decirme adiós, el avión empezó a moverse, ese es seguramente el momento que le da el título a la crónica publicada por Gustavo Castro Caycedo : «¡De este avión nos bajan pero muertos!».
Fabio Avella Martínez tiene una brillante hoja de vida; está Casado, tiene dos hijos; vive en Montreal, Canadá. Es Diplomático de carrera; fue Cónsul en Managua, Montreal, Detroit, Montevideo, Barquisimeto y Abidjan, (Costa de Marfil, Africa). Fue condecorado por el Gobierno Venezuela, y por el de Colombia, con la Orden San Carlos, “Por sus labores humanitarias para favorecer a los Colombianos en el Exterior”. Es fundador de Organizaciones Culturales de Integración de Colombianos en diversos países; fundador de Cámaras de Comercio binacionales; Iniciador del Ballet Folclórico “Raíces de Colombia”, en Montreal. Es Administrador de Empresas con Especialización en Derecho Internacional, y Derecho de la Integración Europea, (en Italia). Especialización en Derecho Aeronáutico, en Uruguay. Certificado English Proficience de McGill University, en Canadá. Idiomas: Inglés, Francés, Italiano y Español. Su actividad cultural se enmarca dentro de las artes plásticas, es: pintor de autoformación estilo contemporáneo, (óleos y acrílicos), con varias exposiciones Internacional.